sábado, 8 de enero de 2011

Escucho un Paraná cinchando

LELÉ SANTILLI
(Armstrong, Sante Fe, Argentina; reside desde hace años en Estados Unidos)


Ella descruzó los abanicos
y los dejó desnudos,
recordando.
***
Amamos la probable
plenitud de la rosa.
Usamos sus espinas.
***

Antes que la palabra encrucijada
tuviera otro sentido,
era seguro el sitio del camino
por donde me iba, entraba al pueblo.
Un portón con un galpón al fondo
pudo ser escenario adecuado
para un hombre mayor con deseo
en su valija,
casi tanto como la hija de mi padre
que no fueran mis hermanas,
una mosquita
muerta viva.
Retenido en un rincón -hay olor
a aceite, a grasa de motores
mezclada con la tierra- se revela
en un punto
como esa luz acrisolada, cegadora
en donde pone el ojo
la criatura. Recuerdo
encubridor o encrucijada o nudo
al que regresan mis pasos
desandándose
sobre la propia huella, inadecuada.
Así, la sombra que se engrosa como mujer
niña del ojo
del amo o sanguijuela. Cuerpo sombrío,
que no dará a la luz partes salientes
ni hijos
ni sacará de sí la fuerza necesaria
para parirse, ni irá a París, ni será
para nadie.
A la par de su padre como una sombra
y de su madre como la otra
no nombrada. Encrucijada
y todas las versiones
de una misma, que no puede partir
la diferencia.
***
HOY ESTOY ASÍ...

Un día tan hermoso que querría
haber soltado amarras,
arrancado del muelle la cabeza
de hierro
sin pensar
en nadie que me llame por mi nombre
de pila
otra que bautismal,
ni un hijo. Ya por la gracia
cálida del cielo,
cambio la edad en tonos de la piel
soleada
y me esfumo entre cañas y totoras,
hundiéndome en cigarras,
alargando su canto
con el mío. La isla
ha atravesado continentes
para estar cerca
de mí
con su veneno, su venerado
verde. No puedo más
que estarme en ella así,
al alcance de mis madrugadas
y destiempos,
aun con sus muertos todos míos.
Escucho un Paraná cinchando
sus olitas, niña en la tinaja
de la abuela, pececito
un salto adelante de la lágrima.
No hay tormenta que valga
para el amor
a la tierra. Hay mis gentes
venidas
de un mismo sueño, como si el norte
fuera el chujchila
de la sangre
y el sur
la pava silenciosa
en el brasero. Cenizas
fuera ya mi ir y venir,
todo canto de balde
y de roldana
en este pozo de alma.

* El último poema es inédito y está tomado de blog del amasijo.
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char