jueves, 21 de enero de 2010

La cabeza soberbia de la duda


ESTELA SAGREDO
(Oberá, provincia de
Misiones, Argentina)

**


Flor azteca

Me corto la cabeza
y tiro el cuerpo
a los perros.
Corto por lo sano y
ellos, los perros digo,
cínicamente entretenidos
devoran los restos.
Entonces, pienso.
***
Señor Pide-palabras...

…te doy las que conozco
y las que no
las invento, qué más da?
Si aun así nunca digo
lo que creo decir.
“Una vez que sueltas
una palabra, te domina”,
saben los sabios
de Oriente.
Por eso Señor las tuyas
son dichas
con la mayor cautela.
Cautela o sigilo
dice el diccionario:
acción hecha para
no ser notado. ¡Zas!
el arquero zen dio
en el blanco.
Las palabras necesitan ser
tratadas con gentileza,
sólo así quien las dice
desaparece tras ellas.

Verdadero poeta es
quien abisma su yo
en bosque ajeno.
Así,
lo oscuro da
luz a la casa de té,
bosque en calma.
A Ricardo Seldes
***

Guárdame madre
como guardan las viejas
culebras en su boca
a las pequeñitas
cuando están en peligro,
pero no te confundas

no quiero ser
tu alimento.
***
De "Tres poemas dedicados a mi gata Lola"

II

Para que las ramas
lleguen al cielo
las raíces
deben
tocar el infierno.
Si el infierno
es el dolor
madeja
en la cabeza soberbia
de la duda
aposentada, pegajosa
angustia amordazante
que sólo deja salir
un estertor
un cuerpo
que se hace ajeno,
entonces
llegué al infierno.
Que mi gata espere
durmiendo
sobre el libro de Beckett,
particular manera
de descubrir
el cielo.

Tiempo mío.
Puedo elegir
cualquier camino
para volver a casa
a tomar el té.

III

Seda
rojo veneciano
textura espesa
color umbrío
columnas de orfebrería
sostienen ligeras
un baldaquino,
de terciopelo
algo labrado
el asiento
quizás con borlas
silencioso espacio
prometiendo privacía.
Allí,
una gata soñará
con un bosque.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char