jueves, 27 de enero de 2011

Es decir, hacerlo como las hormigas

MARIANA RINESI
(Corrientes, Argentina, 1981)



Fornicar,

es decir, hacerlo como las hormigas:
hasta quedar coloradas por el agotamiento
del calor que nos calcina el cuerpo
y nos hace ir
unas tras otras
en fila
a poblar el mundo

pero antes

a poblarnos nosotras
hasta que no quede un tallo
de este edén abandonado y sin propósito
en que no hayamos hincado el diente
probado la savia
explorado los túneles
que nos crecen por dentro

hasta palpar el mundo
e ir haciéndonos
poco a poco
pequeñas
peligrosas
invisibles
***

Anoche murió el hombre que amaba
de sida
de contra natura causa
De amor hubiese muerto –y lo hizo por cierto: o de lujuria, placer o
desatino-.
Y yo me tomo el café en la madrugada
pensando en el entierro al que no fui
en las miradas furtivas de amante
-que sólo yo conocía-
-y que a él no le importaban-
Pensando en que uno muere instintivamente
-como come instintivamente-
-como suda a cuarenta grados de calor, instintivamente-.
Como nace sin su consentimiento
y después acumula cultura libros religiones morales
y luego se rebela
-pero ya es tarde-.
Pensando en su carne encajonada se enfrió el café entre mis manos.
Se enfriaron mis manos también, y esta cajita de resonancia indiferente
que tamborilea tras mis costillas.
***
MILAGRO

“ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche/ y devastan la esperanza”
Prilutzky Farny

Doy vueltas en la casa. Me están creciendo, como callos emplumados, las alas. No sé si serán de cuervo o de gaviota. Si servirán para volar o sólo me quebrarán el espinazo.
Parecen maltrechas. Como si pudiese esperar alguna otra cosa.
Dios (tú que sabes de estas triquiñuelas), no me vuelvas un ángel, un consolador de los que perdieron la fe en caso de que existas), una imagen de estampitas, una maestra de jardín de infantes.
Dios, vuélveme caballo o alcornoque.
Pero no ángel.
O hazme llorar sangre como las vírgenes, que no otra cosa vengo llorando hace años.
O una mujer de sal. Si te sirve.
Pero no ángel. No estas alas encarnadas que se resisten a dejar su condición de huesos, de piel sudorosa, de pararrayos terrestre. Hazme judas, si sirve a tu milagro. (Yo también lo espero, te espero; llevo años puteando tu discreción y tu avaricia.)
Pero no me hagas ángel.
Hay tantos pollos con hormonas y los niños buenos nunca llegan a nada. Salvo a maestros y lustrabotas.

Y no tengo fe. Se derretirá la cera cuando alcance tu diestra.
Caeré. Es cierto, también ya estoy caída.
Pero haré ruido, despertaré a los niños, los perros se darán cuenta que soy una intrusa, los gorriones comprenderán que soy una simuladora. Y estaré sola.
Estoy sola, es cierto.
Pero no creo en designios, Dios. No me des uno.
Que esto no sea más que una lumbalgia, la paranoia de la gripe aviar, un tumor benigno.
Abandóname, Dios.
Es que tengo tanto miedo.

4 comentarios:

sibila dijo...

acá están diciendo algo.

Irene Gruss dijo...

¿Ha visto? Tan pequeñaja y tiene ese algo que por ahí mañana le sale un poquito mejor y todo. Gracias, doña, Irene

Anónimo dijo...

Qué potente, gracias Irene por compartirlo, tendrá Mariana algún blog o algo así? (el google no me dio resultados). Saludos, Leonardo Venezia

Irene Gruss dijo...

Leonardo, no tengo idea. La descubrí en el blog del chaqueño Toni Salazar. Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char