lunes, 23 de febrero de 2009

Para evitar la furia

Tres poemas de Mirta Rosenberg
(Rosario, Santa Fe, 1951)



Haciendo del error virtud,
estoy donde mi cabeza estuvo y vio todo
hasta donde alcanzaba la vista,
porque ella –no yo– nunca se perdió:

en la entrevista oscuridad
del túnel, adelante, dio a pensar
–haciendo de virtud verdad– que esa cabeza
era todo el acontecimiento de la luz.

Y ella acontecía mientras yo
dentro del cuerpo me encerraba,
haciendo de cada órgano mi casa:
oeste o este era un todo sin ventanas,

una feliz ciudad descentrada
en la cuadrícula de la ocasión.
El horizonte desprestigiado
se retiró, se acercó, cambió todo

y todo para que entrara yo:
abajo, arriba, ejido, centro y alrededor.
¿Dónde pasó cada cosa, dónde todo
sucedió? ¿Infancia, juventud, virtud, error?

El tiempo fue quien pasó: salió, subió,
se puso y terminó. Aunque poco, no del todo
definido, el mundo –cabeza y cuerpo–
cobró la forma del contenido,
agrandó la o del yo.


***


EN EL MOMENTO de nacer, poco más tarde,
no hubo sentidos revelados. Lo auspicioso
de ese día fue una luz de neón, perecedera,
incandescente, enrarecida, dibujando el signo
de la palindromía –Madam, I´ m Adam– más perfecta
en otro idioma y más sombría
que dominar los sentidos. El reflejo
intermitente tornó inútil el espejo; demorado, ¡ay!
el círculo callado, sorprendido,
de los cuerpos que buscándose se evitan
en el calor de lo íntimo. ¡Haber nacido
bajo ese signo! Haber nacido. A diario
el tedio vuelve del revés el derecho natural,
y el asedio es del sitio de lo mismo:
Al no desear, me muero. Quiero a ese pájaro
de mal agüero, al que amenaza Mad am I
con énfasis vital y tanto élan... Madam, ¡ay!,
perdamos tiempo si todo está perdido, hablemos
trivialmente del paso, del abismo.


***



PARA evitar la furia, concentrar la mente
y su penuria en el espacio de lo elocuente.
Sería el de la poesía y bastaría,
en realidad, el puro espacio de un cuerpo
inseguro, que desmiente estar allí alimentado
de presente. Un lugar de ausencia se reclama,
de verdad, donde la llama excuse alguna
decepción: una cuestión de tiempo y tensión
–no de espacio de elocuencia–, de lejía
reservada a la inclemencia del error
y del ensayo. Expuesta al fallo de la ciencia,
la certeza ya no es propia: medir la realidad
por la crudeza de la copia es desvelo
de científico que apena al corazón y,
por prolífico, resiente la sanción y no la llena.
La mente habrá de poner celo en lo indudable
y consuelo en la mentira –moriré, pero jamás;
me estanco en lo mutable–, y eso es todo
a lo que aspira, a eso apela. A alguna salvación
de lo inminente en el papel en blanco
que revela lo vaciado del vacío,
y lo concentra y se ve. Si se centra
el resultado, impío, es un antro de fe.
(de Madam)

El árbol de las palabras, (Obra reunida 1984 - 2006) ,
Ed. bajo la luna, 2006

2 comentarios:

Unknown dijo...

irene, no iría, no podería ir aquí la escena que te asustó de Los Aventureros? gra

Unknown dijo...

Como siempre, me demoro, me dejo caer en la belleza, me dejo estar...para qué palabras malgastadas, desusadas,amalgamadas, si están estas, por suerte.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char