sábado, 29 de mayo de 2010
Donde nada, cuando sucede, es demasiado terrible
MARK STRAND
(Prince Edward Island, Canadá, 1934)
LOS RESTOS
Yo me vacío del nombre de los otros. Vacío mis bolsillos.
Vacío mis zapatos y los dejo al borde de la ruta.
En la noche retraso los relojes;
abro el álbum familiar y observo al muchacho que fui.
Digo mi propio nombre. Yo digo adiós.
Las palabras se siguen viento abajo.
Amo a mi esposa pero la aparto de mí.
Mis padres se levantan de sus tronos
hacia el lechoso cuarto de nubes. ¿Cómo puedo cantar?
El tiempo me dice lo que soy. He cambiado y soy el mismo.
Yo me vacío de mi vida y mi vida permanece.
***
EL CUARTO
Es una vieja historia, la forma en que sucede
alguna vez en invierno, no alguna vez.
El que la oye se ha dormido.
Las puertas del closet de su infelicidad se abren
y la desdicha entra a su cuarto,
muerte al amanecer
muerte al anochecer,
sus alas de madera abanican el aire,
sus sombras la leche destilada grita el mundo.
Hay una necesidad de finales sorprendentes,
el verde prado donde las vacas arden
como papel de imprenta,
donde los campesinos se sientan y rompen
donde nada, cuando sucede, es demasiado terrible.
Traducciones de José Alejandro Peña
***
EL VATICINIO
Esa noche la luna flotaba en el estanque,
cambiando sus aguas por leche,
bajo las ramas de los árboles, los azules árboles,
una joven caminaba, y en un momento
le ocurrió su futuro:
lluvia cayendo en la tumba de su esposo, lluvia
cayendo en el prado de sus hijos, llenando
su boca de aire helado. Extraños mudándose a su casa,
un hombre en su cuarto escribiendo un poema,
la luna flotando en el poema,
una mujer paseando bajo sus árboles,
pensando en la muerte
pensando en él,
pensando en ella, y el viento subiendo
y llevándose la luna y dejando el papel oscuro.
Traducción José Daniel Espejo
***
SIN TÍTULO
En cuanto al poema La Adorable que llevas en el bolsillo,
que empezaba: "siempre pienso en nosotros,
los superhumanos, cómo
Pasamos aprisa diciendo: 'Hola soy fulano de tal, y tú,
¿Quién eres?'",
hace años que te tomaste la molestia de leerlo. Pero ahora,
bajo esta luz de espliego a la sombra de los pinos el
momento
parece adecuado. La ceniza de una pasión, el
desfiguramiento de las imágenes
página abajo es todo lo que queda. Y ella era hermosa,
y el poema, eso pensabas entonces, también lo era.
El espliego se convierte en ceniza. Desaparecen las nubes.
¿Dónde
está ella ahora? ¿Dónde está aquel muchacho que
permanecía durante horas
junto a su casa, que supo demasiado tarde que siempre hay algo
a punto de ocurrir, justo cuando no sirve de nada?
***
LA NOCHE, EL PORCHE
Mirar fijamente sin ver nada es aprender de memoria
aquello a lo que se nos arrastrará a todos; protegerse
del viento es sentir que lo inasible se halla en algún lugar
cercano.
Los árboles pueden mecerse o estar quietos. El día o la
noche pueden ser lo que quieran.
Lo que deseamos, más que una estación o el tiempo, es la
comodidad
de ser desconocidos, al menos para nosotros mismos. Ésta
es la dificultad
del asunto, que es por lo que ahora mismo parece que
estuviéramos esperando
algo cuya aparición sería en realidad su desaparición…
El sonido, pongamos, de unas hojas que caen o sólo el de
una hoja
o menos. No tiene límite lo que podemos aprender. El
libro de ahí afuera
nos dice eso y no se escribió pensando en nosotros.
De Tormentas de uno mismo, edición y traducción de Dámaso López García, Editorial Visor, Madrid, 2009.
**
Entrevistas
Por ROSA MARIA PEREDA
Mark Strand, un poeta que ha vivido casi siempre en Nueva York, pero que ahora se refugia para escribir en un pueblecito del lejano oeste, considera que "la poesía no es el medio adecuado para combatir la irresponsabilidad de los grandes empresarios ni de los aparatos estatales". Y dijo ésto cuando describía un panorama de la poesía norteamericana de hoy, en la que, tras entonar un requiem por los beat, señalaba la existencia de una tendencia neorromántico-ecologista, otra individual intimista y la suya propia, que está por el mito, la referencia, la ocultación y la lectura de los europeos.
"Yo soy", dice Mark Strand, alguno de cuyos poemas ha sido traducido por Octavio Paz, "un poeta más preocupado por la escritura que por la propia imagen, y más por la vida que por la repercusión pública. Verás: yo me veo a mi mismo como un ser humano normal que ocurre que escribe poesía, y no como un poeta al que le sucede que tiene que comer tres veces al día". Más tarde diría que se ocupa de la sección de gastronomía de una conocida revista norteamericana, en la que hace la crítica de los restaurantes. "Eso sí que da poder", decía riendo con su aspecto de cowboy.
Otros no creen en nada
"Sin embargo", dice, "yo soy uno de los poetas de Estados Unidos en los que ha influido decisívamente la poesía europea. Mi obra, como la de otros pocos, ha sido influida por el surrealismo: yo creo que la poesía tiene tanto que ver con el azar como con la causalidad, que lo irracional tiene un papel tan importante en la vida como la razón. O más". Y para definir su propia poesía, empieza a describir con humor la de sus próximos: "Hay varios grupos o tendencias que nunca son matemáticos, sino más bien aproximados. El primero es el de los neorrománticos, que escriben de la naturaleza, como si la naturaleza existiera, como si fuera posible escapar de la civilización... Estos poetas creen que el hombre deja mucho que desear, pero que los árboles o los animales pueden enseñarnos cómo vivir". "Yo no creo en eso", dice.
"Hay otros", continúa, "que no creen en nada salvo en sus propias vidas: sus padres, sus casas, sus hijos, sus ropas, sus enfermedades... particularmente sus enfermedades. Yo tampoco escribo sobre todo esto. En fin: yo escribo sobre mí mismo, claro, pero en una versión mitológica. Creo que he creado un mito de mí mismo que no es yo mismo, y que, aunque tiene elementos de mi propia vida, está generalizado: en consecuencia, otros pueden sentir como propio este personaje". "Mis colegas de este grupo son Charles Simic, poeta de origen yugoslavo, nacido en 1938, y Charles Wrigth".
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En España, comentamos, la poesía norteamericana más masivamente conocida es la de la Generación Beat. "En cambio, tuvieron una vida muy breve en los Estados Unidos, mientras en América Latina y en Europa su fama ha sido bastante larga. Yo creo", dice, "que es porque representan una política antigubernamental y una postura vital contra lo establecido. Han quedado como un símbolo de lo que parece ser una falta de confianza universal respecto a los Estados Unidos. Por otra parte, nada de lo que los beat escribieron era nuevo: en Ginsberg se encuentran Lorca y Pessoa, Gregory Corso es un surrealista menor, y... y bueno, para qué seguir. Los que sí han hecho buena poesía, los que renovaron el género, son gente como Robert Lowell, Elizabeth Bishop o John Berriman, pero son desconocidos aquí".
Escribir por la mañana, beber por la noche
Contra los neorrománticos, Mark Strand, este poeta urbano retirado al campo, que dice dedicarse a "escribir por la mañana y beber por la noche", que lee con suma atención la carta de vinos, más que nada en el mundo, y algún poeta como Woodworth, dice que "aquejados de miedo al apocalipsis ecológico, escriben a veces poemas vagamente políticos sobre la desaparición de la naturaleza. En Estados Unidos hay un sentimiento general de que estamos siendo envenenados hasta la muerte por la polución industrial. Para mí, los poetas tienen solamente dos posibilidades de intervención: escribir ensayos y cartas a los periódicos o, si eso no resulta, coger la metralleta".
Tomado de El País, Madrid 22/07/1982
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Por ANDREA AGUILAR
(Fragmento)
La ausencia y el silencio son dos cosas a tener en cuenta al leer su trabajo. "No me interesan los despliegues emocionales. Me gusta la contención", afirma. En las últimas décadas su poesía ha atravesado distintas etapas, pero él se ha mantenido fiel a un ideal depurado. "Mis poemas han cambiado, pero mis viejos amigos todavía me reconocen. Uso casi las mismas palabras". Con Tormentas de uno mismo rompió un silencio de cinco años.
"El libro tardó en llegar", explica. En sus versos retomó la conversación directa. "Si no sientes que alguien te está hablando en un poema, no hay manera de creer en él. La gente que simplemente arroja palabras en una página no le llega a nadie", matiza.
Strand construye sus bromas y reflexiones en versos cortos y certeros, y en ellos mantiene una distancia de seguridad, que magnifica el sentimiento. "El tiempo transcurre rápidamente, nuestras penas no se transforman en poemas / Y lo que es invisible permanece como es. El deseo ha volado" ("Time slips by; our sorrows do not turn into poems, / And what is invisible stays that way. Desire has fled"), escribe en Tormentas de uno mismo. ¿Cómo siente que ha cambiado su personalidad poética? "Es la misma vida interior desde hace cincuenta años", dice. "Hablo del yo como si fuese un artefacto inalterable, pero es un conglomerado de actitudes, emociones e ideas. Es algo que cambia, pero un yo en constante cambio no produce el mejor de los poemas".
Tomado de El País, 13/03/2010
Foto: tomada de famouspoetsandpoems.com /poetas / mark_strand
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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