martes, 1 de septiembre de 2009
Los oficios del poeta III
Acerca de César Pavese
y otras yerbas...
por Jorge Aulicino
Acabo de releer en El oficio de poeta, editado en 1970 por Nueva Visión, traducido por Rodolfo Alonso y Hugo Gola; el trabajo que Cesare Pavese incluyó como epílogo a la edición definitiva de Lavorare stanca (Trabajar cansa). Ese libro, sin duda, no es musical, al modo en que (Ricardo)Herrera imagina lo musical; es desafiantemente prosístico, su propósito era narrar en verso. Hay que ver las cavilaciones que todavía provocaban a Pavese, las vacilaciones debemos decir, cuando editaba precisamente su versión "definitiva". Sobre la versificación, declara que descubrió la suya, la de ese libro, "murmurando cierta letanía de palabras, siguiendo una cadencia enfática que desde niño, en mis lecturas de novelas, acostumbraba a señalar murmurando las frase que más me obsesionaban" (...), "poco a poco descubrí las leyes intrínsecas de esa métrica, desaparecieron los endecasílabos y mi verso se reveló de tres tipos constantes". Dicha versificación "contentaba también materialmente mi necesidad, del todo instintiva, de líneas largas, porque sentía que tenía mucho que decir y que no debía aferrarme a una razón musical en mis versos, sino también satisfacer una lógica" (...) "Narraba. ¿Pero cómo?" Pasa luego a plantear la necesidad de las relaciones "fantásticas" que deben establecerse entre los objetos de un poema para que éste tenga calidad de tal. Aquí relata la famosa historia del poema del ermitaño (“Paesaggio I”), y de cómo descubrió una "relación fantástica" entre el paisaje y el personaje, entre "el ermitaño" y los "helechos quemados". Y también entre el ermitaño y los otros elementos del paisaje: muchachas, aldeanos, estiércol, cabras: el objeto –descubre- era el relatar esa relación: "era ella misma argumento de la narración". Aun así, se pregunta: “¿qué justificación de oportunidad tendría elegir una relación más bien que otra?” o “¿cuándo en definitiva la potencia fantástica deviene arbitrio?”. Y con el libro ya impreso, y en su edición "definitiva", honesta y directamente, Pavese escribe: "Todavía hoy no he salido de esa dificultad. Me detengo en ella porque éste es el punto crítico de toda poética. Entreveo todavía una posible solución que sin embargo no me satisface del todo porque es poco clara (...) Consistiría tal criterio de oportunidad en el juego de la fantasía, en una discreta adherencia a ese complejo lógico y moral que constituye la personal participación en la realidad espiritualmente entendida".
He fatigado un poco este posteo en homenaje a lo que fue el corazón de la vanguardia y de la modernidad. Una incesante reflexión sobre lo hecho, una explosión de afirmación en el "ismo" y al mismo tiempo la duda y el pedido de comprensión de las tribulaciones que producían los propios principios llevados al texto. No digo que todos los vanguardistas hayan actuado de igual manera. Pero los que tenían tanto compromiso como conciencia del riesgo generalmente escribieron sobre el poema y aun contra el poema. "¡Piedad –clamaba Apollinaire, en el comienzo de la "modernidad"– para nosotros que siempre combatimos en las fronteras de lo sin límites y del porvenir!". Ellos lo creían. Lo creían de verdad. Y con media cabeza vendada a causa de la explosión de un obús, Apollinaire tenía derecho a hablar de vanguardias, de combates, de fronteras... y de piedad.
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Paisaje I
(Al Pollo)
No está ya cultivada la colina aquí arriba. Están los helechos
y la roca pelada y la esterilidad.
Aquí el trabajo no sirve de nada. La cima está quemada
y la única frescura es la respiración. El gran cansancio
es trepar a este punto: el ermitaño pudo hacerlo un día
y desde entonces se quedó a reponer las fuerzas.
El ermitaño se viste de pieles de cabra
y tiene un olor musgoso de animal y de pipa
que ha impregnado la tierra, las matas y la gruta.
Cuando fuma la pipa apartado en el sol
si lo pierdo, ya no puedo encontrarlo porque es del color
de los helechos quemados. Aquí llegan visitantes
que caen sobre una piedra, sudados y agitados,
y lo encuentran tendido, los ojos en el cielo,
respirando profundo. Un trabajo ha hecho:
sobre el rostro ennegrecido dejó espesarse la barba,
pocos pelos rojizos. Y pone el excremento
sobre un espacio abierto, a secarse en el sol.
Cuestas y valles de esta colina son verdes y profundos.
Entre las viñas, los senderos conducen arriba locos grupos
de muchachas vestidas de colores violentos,
que hacen fiestas a la cabra y gritan hacia la llanura.
Algunas veces se ven filas de cestas de frutas
pero no van hacia la cima: los de la villa las llevan a casa
sobre la espalda, contorsionados, y se pierden en el follaje.
Tienen mucho que hacer y no van a ver al ermitaño
los de la villa, pero descienden, suben, y zapan fuerte.
Cuando tienen sed, tragan vino: plantándose en la boca
la botella, levantan los ojos a la cumbre quemada.
En la mañana fresca están ya de regreso cansados
del trabajo del alba, y si pasa un vagabundo
toda el agua en los pozos entre la vid cosechada
es para que él se la beba. Sonríen a las mujeres con malicia
y les preguntan cuándo, vestidas de pieles de cabra,
se sentarán sobre aquellas colinas a tostarse en el sol.
Cesare Pavese, de Trabajar cansa.
Versión: J. Aulicino
Publicado por Jorge Aulicino en 04/02/2008
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Más, acerca de Pavese
por Enrique Aurora
Para Pavese el conocimiento del mundo se construye a través de los recuerdos que tenemos de las cosas; "...rigorosamente –sostiene el escritor–, non esiste un "veder le cose la prima volta": quella che conta è sempre la seconda". Es en el transcurso de la infancia, cuando todavía no se tiene conciencia del valor del mito y de los símbolos, la etapa en la que se producen los primeros encuentros con las cosas, de modo tal que ciertos elementos cobran una dimensión unívoca, se consagran como lugares únicos, como experiencias inauditas, y así se van construyendo los mitos personales, en la medida en que "luego el objeto o la experiencia se precisaron y se hicieron nuestros a través de una imagen, de una palabra, una fábula o un sonido que la determinaron y le dieron un nombre; y es allí donde, remontándonos, podemos llegar con el recuerdo". De este modo el conocimiento de la realidad se articula sobre la base de diversas scoperte-ricordo, vale decir de la posibilidad que esos primitivos encuentros le dan al sujeto de recuperar su capacidad de asombrarse ante lo que lo rodea:
Se si risale un qualunque momento di commozione estatica davanti a qualcosa del mondo, si trova che ci commoviamo perché ci siamo già commossi; e ci siamo già commossi perché un giorno qualcosa ci apparve trasfigurato, staccato dal resto, per una parola, una favola che vi si riferiva e lo conteneva. Al bambino questo segno si fa simbolo, perché naturalmente a quel tempo la fantasia gli giunge come realtà, come conoscenza oggetiva e non come invenzione.
Ahora bien, esta importancia que le asigna Pavese a los recuerdos de la infancia no supone una concepción de la existencia como un constante "retornar" hacia el pasado. Porque en tanto el mito es de naturaleza atemporal, no puede fijarse obviamente una marca rigurosa entre el antes y el después. Si bien es cierto que la potencia mitopoiética de la infancia se revela como sustancial en el sentido de que transforma en eventos únicos y absolutos las sucesivas revelaciones de las cosas, es importante tener en cuenta que en la esfera del mito, dell’istintivo-irrazionale, el tiempo se diluye, carece de sustancia. Es por esto que:
Sappiamo che in noi l’immagine inaspettata non ha avuto inizio: dunque la scelta è avvenuta al di là dalla nostra coscienza, di là dai nostri giorni e concetti; essa si ripete ogni volta, sul piano dell’essere, per grazia, per ispirazione, per estasi insomma.
Por lo tanto, sostiene Pavese, únicamente puede hablarse de una segunda vez, de ese reencuentro con las imágenes infantiles, en el sentido de que adentrándonos en ellas, en procura de descifrar su último sentido, nos descubrimos a nosotros mismos. Son los esquemas normativos de la imaginación afectiva que componen la mitología personal de cada uno, abiertos, como todo mito, a la condición de la repetibilidad, "la facoltà cioè di reincarnarsi in repetizioni, che appaiono e sono creazioni ex novo, cosí come la festa ricelebra il mito e insieme lo istaura come si ogni volta fosse la prima".
Es interesante señalar, además, que Pavese les atribuye mayor importancia a estas construcciones intuitivas de la niñez que a los parámetros que resultan de la formación intelectual a través de la educación:
...di qualunque individuo, anche il piú colto e creatore, si può sostenere che i simboli non radicano tanto nei suoi incontri libreschi o accademici, quanto nelle mitiche e quasi elementare scoperte d’infanzia, nei contatti umilissimi e inconsapevoli con le realtà quotidiane e domestiche che l’hanno accolto al principio; non l’alta poesia ma la fiaba, il litigio, la preghiera, non la grande pittura ma l’almanaco e la stampa, non la scienza ma la superstizione.
Monografía creada por Enrique Aurora.
Extraído de: http://www.ucm.es/info/especulo/numero18/pavese.html
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En diversos ensayos y artículos, e incluso en su diario personal (publicado de manera póstuma como Il mestiere di vivere), Pavese ha sistematizado su concepción sobre el significado del mito como categoría cultural y antropológica.
Resulta conveniente sintetizar aquí estas ideas de Pavese por distintas razones:
• porque la relación que establece el escritor entre mito y creación poética justifica "per se" la indagación de un trasfondo mítico en su producción literaria;
• porque la asociación que plantea el mismo Pavese entre mito e infancia permite comprender mejor el significado que ésta asume en su producción, y me será provechosa para explicar cómo, a mi criterio, el sentido de esta isotopía en la literatura del piamontés se vincula directamente con el mito del exilio.
El concepto de mito que sostiene Cesare Pavese se desarrolla a partir de una sólida formación intelectual en este campo, alimentada por las lecturas de James Frazer, Lévy-Bruhl, Thomas Mann, Sigmund Freud, Carl Jung, Mircea Eliade, Paula Philippson y Karl Kerényi, entre otros. Pero el estudioso a quien mayor atención le presta Pavese, al menos en esta materia, es Vico. Tanto es así, que Pavese considera a Vico como el precursor en las investigaciones relacionadas con el mito, y fundamentalmente lo respeta porque entiende que ha sido el primero en vincular el mito con la necesidad del hombre de nombrar las cosas, o sea de fijarles un ordenamiento. De esta manera, su idea acerca del mito está en estrecha relación con la palabra: el nombre que sirve para superar el "caos" originario y, al mismo tiempo, el valor mágico de la palabra en función de su poder evocativo, de la posibilidad de "revivir elementos esenciales de la realidad nombrándola".
En su ensayo Del mito, del simbolo e d’altro, Cesare Pavese define el mito como "una norma, lo schema d’un fatto avvenuto una volta per tutte, e trae il suo valore da questa unicità assoluta che lo solleva fuori del tempo e lo consacra rivelazione". El mito consiste entonces en una revelación de carácter personal, la manifestación de lo irracional y lo inconsciente primigenio en la historia de cada individuo. Se trata de una revelación que adviene en la infancia, de manera análoga a la forma en que, para cada cultura, sus mitos particulares se originan en los estadios primitivos de la civilización.
Como puede advertirse, esta definición tiene un parentesco significativo con la concepción desarrollada por M. Eliade, para quien "los mitos describen las diversas y, a veces, dramáticas, irrupciones de lo sagrado (o de lo "sobrenatural") en el Mundo", vale decir que tienen el valor de una hierofanía, una revelación de lo sagrado en lo cósmico. Asimismo, Eliade indica que el mito es "el modelo ejemplar de todas las actividades humanas significativas".
De igual manera, puede trazarse un paralelo entre las ideas de Pavese sobre el mito y la concepción del "tiempo sagrado" y del "espacio sagrado", de los cuales habla Eliade. Así, para este último, el tiempo sagrado "se nos presenta como un continuum interrumpido sólo en apariencia por los intervalos profanos", de modo tal que "...todos los rituales tienen la propiedad de ocurrir ahora, en este instante. El tiempo que vio el acontecimiento que se conmemora o se repite con el ritual en cuestión es hecho presente, ‘re-presentado’...". Mientras que Pavese define "l’agire mitico" como "fare una cosa una volta per tutte, che perciò si riempie di significati e sempre se ne andrà riempiendo, in grazia appunto alla sua fissità non piú realistica". Y si Eliade señala que "... la noción de espacio sagrado implica la idea de la repetición de la hierofanía primordial que consagró aquel espacio transfigurándolo, singularizándolo; en una palabra, aislándolo del espacio profano circundante", Pavese escribe en el ensayo antes citado que una de las características "della fiaba mitica, é la consacrazione dei luoghi unici, legati a un fatto a una gesta a un evento. A un luogo, tra tutti, si dà un significato assoluto, isolandolo nel mondo".
No obstante estas similitudes, mientras Eliade insiste en el valor religioso del mito y en su funcionalidad como norma de conducta social, a Pavese le interesa más la relación del mito con el símbolo. Para el escritor italiano "Un mito è sempre simbolico; per questo ha mai un significato univoco, allegorico, ma vive di una vita incapsulata che, a seconda del terreno e dell'umore che l'avvolge, può esplodere nelle piú diverse e molteplici fiorituri."
Por otra parte, ese valor simbólico del mito al que se refiere Pavese, se vincula fundamentalmente con los mitos personales, dado que "los reconoce diversos para cada individuo, reveladores de su ser auténtico". Para este escritor, la empresa primordial en la que se ve comprometido el hombre –no sólo el poeta– es la de ir desvelando esos núcleos de sentido, en sacar a la luz esos múltiples significados que están ocultos en nuestro inconsciente. Se trata de un proceso complejo y siempre inacabado, pues esos símbolos se "fugan" y de esta manera ocultan la parte más rica de cada uno. Ese proceso de aprendizaje encierra el valor mismo de la vida de la persona, en la medida en que "questi simboli del nostro essere sono altro dall’"ideale di vita", che qualcuno potrebbe scorgervi", son los símbolos que podemos reconocer por "...lo sforzo conoscitivo che c’impongono, la tensione delusa e sempre vivace di tutto il nostro essere per afferrarli, incapsularli, incorporarceli nel sangue e conoscerli finalmente". El valor del mito como norma, como ética existencial, deviene pues del hecho de que partiendo de aquél es posible
...ritrovare la coscienza di sé e degli altri... [] ... C'è in Pavese, non il piacere d'inebriarsi nella discesa nel pozzo del passato, ma la necessità di crearsi, attraverso il mito, la possibilità di una vita di valori, poiché è necessario conoscere se stessi, affondando negli archetipi del mito individuale... [] .... Cosí il mito diventa non il labirinto della coscienza o la gran madre in cui annullare la propria esistenza o perdere il senso delle proprie responsabilità, ma il tentativo piú alto, eroico e ambizioso di accordare un mondo di valori con le angosce dell'animo.
Queda así claro que para Cesare Pavese el mito no consiste en una forma de pensamiento prelógico que haya quedado superada en función del desarrollo histórico de la civilización. Porque si el devenir temporal afecta los parámetros socioculturales, el mito es en cambio de naturaleza atemporal y, por tanto, resulta una vía de conocimiento todavía en vigencia. Pero hablar del mito como modo de conocimiento implica, en la filosofía pavesiana, su relación con el mundo de la infancia: "De Jung aprende que el mito nace tanto de las reminiscencias infantiles como de la herencia espiritual arcaica, de los llamados arquetipos universales...". Resulta así que mito e infancia, tal como reseño a continuación, son dos conceptos radicalmente relacionados para el escritor italiano.
Monografía creada por Enrique Aurora.
Extraída de: http://www.ucm.es/info/especulo/numero18/pavese.html
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Carta de Cesare Pavese a Pierina
(Fragmentos)
Querida Pierina:
... Pierina, quisiera ser tu hermano -ante todo porque en ese caso habría entre nosotros un vínculo menos banal, y después para que pudieras escucharme y creerme con confianza. Si me enamoré de ti, no es sólo porque, como se dice, te deseaba, sino porque tú y yo estamos cortados con la misma vara, y te mueves y hablas como lo haría yo, si en vez de ser un hombre que sólo aprendió el oficio de escribir hubiese tenido tiempo de aprender a estar en el mundo. Por otra parte, existe la misma elegancia y seguridad en lo que yo he escrito y en tus días. Sé entonces a quien le hablo.
Pero tú, a pesar de haberte vuelto árida y casi cínica, no estás al fin de la vela como yo. Tú eres joven, eres lo que yo era a los veinticinco años cuando, decidido a matarme por no sé qué desilusión, no lo hice -estaba curioso por el mañana, curioso de mí mismo-, la vida me había parecido horrible, pero aún me encontraba interesante a mí mismo. Ahora es a la inversa: sé que la vida es estupenda, pero que estoy fuera de ella, y el mérito es todo mío, y sé que ésta es una tragedia fútil...
... ¿Puedo decirte, amor, que nunca me desperté con una mujer al lado, que cuando quise a alguien nunca me tomaron en serio y que ignoro la mirada de agradecimiento que una mujer dirige a un hombre? ¿Y puedo recordarte que, a causa del trabajo que hice, siempre tuve los nervios destrozados y la fantasía ágil y exacta y el gusto de las confidencias ajenas? Y que estoy en el mundo desde hace cuarenta y dos años? No se puede quemar la vela de los dos lados -en mi caso la quemé toda de un solo lado y la ceniza son los libros que he escrito...
...El amor es como la gracia de Dios -la astucia no sirve-. Por mi parte, te quiero mucho, Pierina, te quiero como una fogata. Llamémoslo el último resplandor de la vela...
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Cesare Pavese conoció a la joven Pierina en Bocca di Magra, con quien vivió su última aventura amorosa en 1950, poco antes de suicidarse.
FUENTE
http://cartasfamosas.blogspot.com
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
Muy bien hecho
Saludos
Gracias a usted por esa versión, Irene
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