viernes, 7 de agosto de 2009
Sumar como quien divide
Algunos poemas de
LAURA CERRATO
1
las rosas de China
llegan por el río
tiernas volutas de marchita carne
que extraviaron el rumbo
yo no sé
si son los reflejos de la luna
o las preguntas susurradas
por el agua
los que le devuelven
su dimensión de flor
su etérea cualidad aérea
hecha de habitar todos los lugares
del pensamiento
2
un vuelco
en la rama de eucaliptus
busca el río
pero el río no busca nada
y se lleva a la rama
para siempre
es el no querer
lo que retiene
y el deseo
el que todo lo pierde
en un fluir
3
Yo sé que este río
refleja toda una vida.
Una vida que, en realidad,
estuvo/transcurrió en otra parte.
¿Cómo pudo esa vida llegar
a rozar la indecisa corriente
que nos lleva?
¿Cómo pudo venir a instalarse
en algo que le era tan ajeno?
De todo esto sólo sé
que será muy difícil
trazar en el agua
la línea entre lo que es
y lo que, probablemente,
no necesite ser nunca.
DE COSAS Y VACÍOS
8
Sumar como quien divide,
sumar sonidos para tratar
de aproximarse al silencio.
Sumar ausencias para alejar
la sospecha demasiado dilatada
de una presencia..
Sumar rastros que vuelven
sobre los propios pasos,
así como la liebre perseguida
retrocede en el momento justo
y hace que el salto del perro
caiga en el vacío de la liebre.
Es así como la caza se desdice
Y el cazador se convierte en presa.
La suma total de una cosa
es su mayor división.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
qué buena!
Así es. Gracias, Irene
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