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martes, 30 de mayo de 2017

Aún tibia como una manta

Estela Figueroa
Tomada del blog bajo la rosa china

(Santa Fe, Argentina, 1946)

Pequeños asesinatos


Una noche en que volví tarde a casa

la vi disparar rauda y oscura
desde el canasto de papas que está en un extremo de la cocina
hasta el otro
al costado de la heladera
donde acumulamos botellas vacías de vino y gaseosas
que en gloriosas jornadas de limpieza
sacamos a la calle.

- : Tenemos una laucha -dije a mi hija Florencia-.

Es gorda. Vive detrás de la heladera.
Habrá que matarla -me contestó ella.
Habrá que poner triguillo fuera del alcance de Toto.
(Toto es nuestro perro)

Pero pasaron los días

y ninguna de las dos iba a la ferretería
en busca del triguillo.
Y la laucha seguía corriendo rauda y oscura de un extremo a otro
-en la cocina-
ante la mirada curiosa de Toto
y ya sin importarle si estábamos nosotras o no.

- : Esta laucha se está tomando mucha confianza

recuerdo que dijo mi hija.
Bueno.
De manera que a la mañana siguiente me encaminé a la ferretería
y compré el triguillo Drumolive
hecho con glándulas disecadas de roedores
lo cual- según decía el prospecto-
ejerce una poderosa atracción sexual sobre sus iguales.
La caja estuvo envuelta varios días sobre la mesa de la cocina
hasta que Florencia
-que es más expeditiva que yo para estas cosas-
abrió el paquete una noche
llenó potes con buena parte de su contenido
y acomodó estos potes estratégicamente.

Durante varias mañanas

mientras yo tomaba té leyendo a Carver
la sentí comer ávidamente.
Es cierto. Nadie
nada escapa
de lo que implica una atracción sexual.
Los ruiditos terminaron
y Carver y yo quedamos solos.

Charlando sobre la proximidad de una jornada de limpieza de la casa dijo mi hija

- : Parece que la laucha se murió. Ya no se la oye.
- : Es cierto-respondí-. Yo tampoco la oigo. La matamos.
**
Esta noche
A José Luis Pagés

Esta noche va a helar

-pensé-
con una inexplicable congoja.

Miré las plantas del patio

que amagaron con florecer
después del “veranillo de San Juan”.

Esta noche va a helar.

Sí.
Pero ya heló sobre los que fueron
nuestros sentimientos de antaño
aquellas pasiones.

Va a helar.

Ya heló
-me dije-.

Quisiera extender

al menos mi mirada
aún tibia como una manta
sobre las plantas del patio
y protegerlas.

Comienzo a envejecer.


lunes, 3 de abril de 2017

Y lo que ella conforma..

Estela Figueroa 
(Santa Fe, Argentina, 1946)


Dimensión del tiempo (o a mi casa se entra por el patio)

Dos días fuera de casa
pueden ser una eternidad.
La tormenta asustó al gato
que quiso entrar a la casa.
Rompió la tela metálica
y se lastimó.

Las planteras rodaron por el piso ensangrentado.

Parte del árbol de mora se chamuscó.
La ropa se cayó de la soga.
Al entrar
desconocí todo
como si fuera una ladrona.
**
Construcciones
Inédito

He aquí la casa.
En nada parecida a la idea que
-por sus poemas- uno se hace
de la casa de los poetas:

ventana al río
o al "vértigo horizontal" de la llanura
"soledumbre antiquísima"
terreno cóncavo (o espacio hueco
si se quiere) de Henri Michaux.

He aquí la casa, lo que la puebla
y lo que ella conforma.
Qué disgusto será para el viajero
fatigado
reposar aquí.
Ni el acto simple
de abrir la ventana
para que la humedad florecida
del jardín
en otoño
penetre.
Puesto que no hay ventanas
su ademán
chocaría en vano
contra la tozudez
de la casa.
Y lo que ella conforma...
Se nos dice: al morir
arribamos en tropel
como niños de fiesta
a una espaciosa casa
donde vivimos nuestra vida
en el sentido en que se recuerda un sueño:
-desde la muerte recién consumada
hasta el momento de nacer-
y que este
ejercicio de memoria
es la felicidad.
Pero no es esa mi casa.

También se nos dice
si la tarde aguarda
en un cielo despejado
que el pensamiento comprende
-: Tu tiempo ha terminado.
En ese, el momento
en que más necesario era
quedarnos en la casa
escuchando cómo canta
rumorosa la sangre
adecuando el mobiliario
a nuestro pequeño tamaño
limando aquí una aspereza del piso
allá una arruga de la pared
ansiosamente
dándole un poco de lo que somos
equilibrándonos un poco
para poder
volver a nuestro lado.
**
El gomero

De entre todos los árboles
que miro en mis caminatas
prefiero el gomero.
Quisiera parecerme a él.
No se pierde en dádivas de flores.
No sucumbe a las tormentas.
Da sombra al fatigado.
Sus hojas de un verde intenso
son fuertes, nervadas y lechosas.
La raíz es profunda y se extiende desaforada:
levanta veredas
resquebraja paredes.
En el invierno las hojas
se tornan de un amarillo purísimo
y caen una a una sobre la calle
como lágrimas
de un enorme Dios que llorara.

De El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016. Bajo la luna. Buenos Aires. 2016.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Arder, vas a arder...
















GABRIELA FRANCO
(Buenos Aires, Argentina, 1970)

El cuerpo es un viejo
lleva ataduras de trapo
aduanas de agujas

el cuerpo es un viejo olvidado
no recuerda el miedo ni el deseo
el viejo es un bicho
despojado de carne

un bicho deshabitado
abrigo de tumores

los huesos son adorno
hacen nudo en el árbol

el árbol es nicho y polilla
alberga agujero en la roca
duelo, en el respeto ausente
***
CONCEPCIÓN BERTONE
(Rosario, Santa Fe, Argentina, s/d)

CITA

Me he emboscado en antiguas cartas de amor
pero no hay “un bosque tan santo
que no pueda ser talado” dicen
las manos que han despejado la tierra
alrededor
de los pálidos narcisos. Yo soy esa ballena
arponeada en el Ártico de una vida anterior
que aún cruza estas aguas, terca,
busco el armiño de otro polo, blanco
en invierno, pardo en el verano, salvo la punta
de su cola negra, en cualquier estación. Allí
te aguardo.
***
ESTELA FIGUEROA 
(Santa Fe, Argentina, 1946-)

Naturaleza muerta

Tomates rojos
con una hendidura negra.
Limones amarillos
con pezones verdes.
Zanahorias erectas
papas ovales
bananas que yacen arqueadas.

Sexo sobre la mesa

donde amaso el pan.
**
Antologías de Ediciones en Danza, 2014, 2015.

lunes, 22 de junio de 2015

Aún tibia como una manta

Estela Figueroa

(Santa Fe, Argentina, 1946)

Esta noche
A José Luis Pagés

Esta noche va a helar
–pensé–
con una inexplicable congoja.

Miré las plantas del patio
que amagaron con florecer
después del “veranillo de San Juan”.

Esta noche va a helar.
Sí.
Pero ya heló sobre los que fueron
nuestros sentimientos de antaño
aquellas pasiones.

Va a helar.
Ya heló
–me dije–.

Quisiera extender
al menos mi mirada
aún tibia como una manta
sobre las plantas del patio
y protegerlas.

Comienzo a envejecer.


De La forastera. Recovecos, 2007.

domingo, 12 de agosto de 2012

Las otras plantas mueren


Otro poema de 
ESTELA FIGUEROA 
(Santa Fe, Argentina, 1946-) 

I

La enamorada del muro
no sabe cómo es el muro.
Pero seguro siente su humedad
cuando ha llovido.
Su aridez
en tiempo seco.
La enamorada del muro
depende del muro.
A él se aferra.
Si el muro cae
ella se desparrama
como una cabellera sin cabeza.
A veces es tímida
y cubre sólo la base
como una mujer arrodillada
que abrazara las piernas de un hombre.
Y a veces —qué deseo
y qué orgullo caben en ella—
cubre no sólo el muro
sino toda la casa.

II

Todo amor nace
a partir de una pequeña confusión.
Nadie puede decir con certeza
si es el muro el que sostiene a su enamorada
o es la enamorada
la que sostiene al muro.
Y todo amor crece
a partir de pequeñas carencias:
la enamorada del muro no florece.
Tampoco el muro.

III

Visto desde afuera
la impresión general es de una gran belleza.
¿Pero quién puede alejarse para mirar
cuando está enamorado?
El muro no ve el hermoso conjunto.
Ve pequeños tentáculos
que se clavan en él.
La enamorada ve el muro descarnado.
“Él es el hueso que me da forma.
Yo soy la carne que le da vida.”

IV

Vampiro en el jardín
Ningún jardinero
la recomendaría.
La enamorada del muro
tan pródiga con el muro
tiene un rol muy cruel en el jardín.
Está en su naturaleza apropiarse
de toda la humedad del terreno.
De modo que mientras ella se expande
y se demora tiernamente en el abrazo
las otras plantas mueren.
¿Qué puede importarle?
Una mujer enamorada es capaz
de atravesar sin ver una ciudad bombardeada.
Los ojos fijos en los labios de su amor.
No hay culpa
en la pasión.
“No permitiré que nada
ni nadie
te haga daño
amor mío.”

En sí misma
Sólo una loca pudo
enamorarse de un muro.
Un muro no habla.
No escribe cartas.
No florece.
Cubierto totalmente por las hojas
deja de ser visible.
Hasta se puede dudar de su existencia.
“No es eso
hija
lo que te enamora.
No es el muro.
Es tu esplendor.”

miércoles, 25 de abril de 2012

Mujeres: tendríamos que aprender de los gatos

Otros poemas de ESTELA FIGUEROA 
(Santa Fe, 1946-) 

No.
El hermoso verano
no ha terminado aún.
Nos queda un mes para estarse en los patios
y descalzarnos
mientras charlamos
de esto y aquello
sin ton ni son,
Todavía habrá hombres de brazos tostados
en las calles
de la ciudad envuelta por la noche
brotada toda
como un lazo de amor.

No.
No me sostengas que no voy a caerme.
Sólo se caen las estrellas fugaces
y yo —te dije—
quiero permanecer.

Un hombre es bueno para una noche.
Cuando amanece es un reflejo dorado
sobre la cama donde se toma café.
Y es agradable el olor que deja.
Dura todo un día.
Pero no toda la vida.

Luego hay que descansar.
El libro de Kavafis y el de Pavese
sobre la mesa de luz.
Hay que aminorar la marcha.
Sentarse un rato a solas
en el sillón del patio.
Mujeres: tendríamos
que aprender de los gatos.
¡Cómo agradecen el tazón
que rebosa de leche!

Falta para el otoño.
Que nos encuentre intactas.
Sin habernos negado
a estas pasiones
que cada tanto
asaltan.
***
El poema malo

Amortajado por una red de palabras
tachaduras y manchas
conservo del poema malo
su esqueleto precario.

Digo que la idea no era mala
así como puedo decir de otra mujer
-No es fea.
Pero si una buena idea
no es perfectamente desarrollada...
Pero si una mujer hermosa
no lleva un hermoso vestido...

En el cajón de la mesa lo escondí
junto con remedios, resultados de análisis y facturas.
¡Y pensar que lo escribí creyendo
que lo llevaría sobre la frente
incrustado como una perla
o un pequeño ojo perfecto
que reflejaría el mundo!

martes, 15 de septiembre de 2009

Lejos parece que algo brilla


ESTELA FIGUEROA
(Santa Fe, 1946-)

LOS QUE TENGAN OPORTUNIDAD, NO DEJEN DE IR A SU LECTURA, JUEVES 17, A LAS 19.30, EN CC Bernardino Rivadavia, Sala Olga Cossettini (entrepiso), Y EL VIERNES 18, A LAS 22, EN EL CC Parque de España, Teatro Príncipe de Asturias, ROSARIO.

NATURALEZA MUERTA

Tomates rojos
con una hendidura negra.
Limones amarillos
con pezones verdes.
Zanahorias erectas
papas ovales
bananas que yacen arqueadas.

Sexo sobre la mesa
donde amaso el pan.
**
UN ATARDECER DE ABRIL DESPUÉS DE UNA SEPARACIÓN

Ya no tengo a quién esperar
De modo que para qué preocuparse
Por cambiar las sábanas
o barrer el patio.

Se hace lo imprescindible
regar las plantas
dar de comer a los gatos
¿qué culpa tienen?

Al crepúsculo salgo a la calle
en busca de cerveza.
Mi vecino homosexual me invita
a cenar este sábado en su casa.
Acepto.
Donde no hay sexo no hay problemas.

Estos encuentros
han llegado a ser mi único sentimiento.
**
BUSCANDO EL POEMA

Atropellada como un perro.
Selectiva como un gato.
Lo busco.

Fiel como tallada en piedra.
Blanda como la espuma.
Inocente como un fantasma
que vaga por la ciudad.
Lo busco.

Lejos parece que algo brilla:
¿será el poema?

Sobre una cinta de fuego
camino a su encuentro.
Atropellada.
Selectiva.
Fiel.
Blanda.
Inocente.
Despiadada.
**
La forastera

Durante muchas noches de insomnio
he vagado
aterida
por la Ciudad del Pasado.

No llevaba planos
no llevaba guía
no llevaba lámpara.

Como sonámbula
esquivaba los peligros.
Como a forastera
ellos me asaltaban.

Bellos rostros que se abrían como flores
cuerpos del amor…
No pude encontrar mi casa.

Esa Ciudad por la que vagué
fue moldeada
con grandes emociones
con grandes deseos.

Así también
de grande
es su cementerio.
**
Sol de otoño

Por Manuel Inchauspe

Visité al poeta.
Delgado y pálido yacía
en una de las camas del subsuelo
de la sala de toxicología.

Qué extraño tesoro
el sol de otoño,
a través de los vidrios esmerilados.
cómo flotaba,
única dicha sobre su rostro
y rebotaba en el suelo,
donde los algodones con sangre
y colillas de cigarrillos
decían que la vida existe siempre,
donde quiera que se esté.
**
A Manuel Inchauspe, en el hospicio

Las nuestras, mi amigo,
son obras pequeñas.
Escritas en la intimidad
y como con vergüenza.
Nada de tonos altos.
Nos parecemos a la ciudad
donde vivimos.

Perdiste tus últimos poemas
y yo casi no escribo.

De allí
esos largos silencios
en nuestras conversaciones.
**
Poemas de la inundación*

A CINCO MESES DE LA INUNDACIÓN

A la mañana
maté una cucaracha.

Luego vi otra
veloz
por la pared.
¿dónde estaban?

Por la tarde
vi muchas moscas
en el patio
¿dónde estaban?

¿Y donde estaba yo?

Por un momento me pareció
que todo
era como antes.
**
EL INVIERNO LLEGÓ

El invierno llegó
como llegan todas las estaciones.
Con el invierno
el último subsidio

Mis vecinos esperan
aparecer en las listas

Los que ya aparecieron
compran muebles
minicomponentes
celulares
y zapatillas que brillan como diamantes.

¿Yo?
Observo. Observo.
Fijo mi mirada en las plantas:
después de la inundación
-confundidas-
algunas intentan florecer

¿Y yo?
Hago una urdimbre secreta
de las pérdidas y las ganancias.
El dinero no figura
ni en un caso ni en otro.
**
LAS CARAS DE MIS HIJAS DESPUÉS DE LA INUNDACIÓN

Es cierto eso que dicen.
uno les da importancia a las cosas
después que las perdió.
Día tras día
hago el enorme esfuerzo
de reparar algo.
La foto de Florencia
en el jardín de infantes
los bordes blancos
carcomidos por la humedad
salvo su cara
la recorto con cuidado
la coloco en el pequeño portarretratos redondo
que ahora está entre mis libros nuevos.

Con la foto de Virginia es más difícil
estaba enmarcada entre dos vidrios
y con un marco gris.
Lo recuerdo. Cerca del ventanal. En el comedor.

No resistió la fuerza del agua
la podredumbre del Salado
Parecía un ángel
-que Dios tenga de mí
misericordia-
Ahora parece una cara con lepra.
***

*En el año 2003 por un desborde del Río Salado el barrio donde habita Estela Figueroa fue tapado por el agua.
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char