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domingo, 3 de febrero de 2013

Yo era feliz con mi arco

Otros poemas de CZESLAW MILOSZ 
(Steiniai, Lituania, 1911-Cracovia, Polonia, 2004)


Significado
–Cuando muera, voy a ver el revés del mundo.
El otro lado, más allá de pájaro, montaña, puesta de sol.
El significado verdadero, listo para ser descifrado.
Lo que nunca sumó va a sumar,
Lo que fue incomprensible será comprendido.
–¿Y si no hay revés del mundo?
¿Si un zorzal en la rama no es un signo,
Sino sólo un zorzal en la rama? ¿Si noche y día
No tienen sentido persiguiéndose
Y no hay nada en esta tierra excepto esta tierra?
–Aunque así sea, permanecerá
Una palabra despertada por labios que perecen,
Un mensajero incansable que corre y corre
A través de campos interestelares, de galaxias vertiginosas.
Y llama, protesta, grita.

Versiones de Carmen Iriondo y Rafael Felipe Oteriño
***
El rey Popiel

Según la leyenda, el rey Popiel fue devorado por los ratones en su isla a la mitad de un gran lago.
Ciertamente sus crímenes no fueron como
Los nuestros. En torno había piraguas
De madera de tilo y algunas pieles de castor.
Su reino eran las ciénagas donde al mugir el alce
Su grito resonaba
En la luna de ácidas escarchas
Y los linces trepaban en primavera
A los timones secos de las lanchas.
Su empalizada, su fuerte de madera y la torre
erigida
Por las aletas de los dioses nocturnos,
podía verlas
Más allá de las aguas el cazador furtivo
Que no osaba apartar las ramas con su arco.
Hasta que alguno de ellos volvió con la noticia:
El viento hizo encallar entre los juncos
La embarcación desierta.
Los ratones se habían comido al rey.
Más tarde obtuvo
La corona incrustada de diamantes.
Galileo, Newton, Einstein
Le heredaron mares y tierras
Al rey desvanecido para siempre
Que guardó en su tesoro
Barras de bronce, tres monedas góticas.
Popiel que se marchó quién sabe adónde
Con sus mujeres y sus hijos.
Así, por muchos siglos, en su trono
Podrá afilar su jabalina con un cuchillo.

Traducción de José Emilio Pacheco
***
A un avellano 

No me reconoces, pero soy yo, a pesar de todo,
El que solía hacer sus arcos cortando tus ramas pardas,
Tan directos y tan rápidos en su carrera al sol.
Has crecido, tu sombra es enorme, lanzas brotes nuevos.
Es una pena no ser más un niño.
Ahora cortaría para mí sólo una vara, ya que, como ves, camino con bastón.
Amé tu corteza marrón con su tinte blancuzco, el verdadero color de la avellana.
Me alegra que algunos robles y fresnos hayan sobrevivido.
Pero me regocija verte, mágico como siempre, con las perlas de tus nueces,
Con generaciones de ardillas que han danzado en ti.
Esto es una suerte de meditación heracliteana: estoy de pie aquí
Recordando mi pasado y mi vida tal como era, pero también como podría ser.
Nada perdura, pero todo perdura: una gran estabilidad.
Y trato de encontrar mi destino en ella.
Que, en verdad, no he querido aceptar.
Yo era feliz con mi arco, acechando al borde de un cuento de hadas.
Lo que me sucedió más tarde no merece más que encogerse de hombros;
Es sólo biografía, por lo tanto, ficción.


POSTSCRIPTUM
Biografía o ficción o un largo sueño.
Capas de nubes blancas en un fragmento de cielo entre el esplendor de los abedules.
Un viñedo, amarillo y oxidado en el atardecer próximo.
Por un breve tiempo fui un sirviente y un vagabundo.
Liberado, vuelvo por un camino nunca transitado.
Versiones de Carmen Iriondo y Rafael Felipe Oteriño

***
Una tarea

Con miedo y temblores creo que justificaría mi vida
Sólo si me obligara a hacer una confesión pública
Para revelar mi vergüenza y la vergüenza de mi época:
Nos permitieron aullar en la lengua de los enanos y los
demonios,
Pero las palabras puras y generosas quedaron prohibidas
Bajo una pena tan severa que si alguien se atrevió
a pronunciar alguna de ellas
puede considerarse hombre perdido.
***
Prueba

Sin embargo, probaste las llamas del infierno.
Incluso puedes decir cómo son: reales,
Terminadas en ganchos agudos que desgarran
la carne
Pedazo por pedazo hasta llegar al hueso.
Caminaste por la calle y allí estaban: el látigo
y el derramamiento de sangre.
Recuerda por lo tanto que no hay duda:
ciertamente existe el infierno.

Traducciones de José Emilio Pacheco

jueves, 28 de julio de 2011

Lamento mis necedades entonces y más tarde y ahora

CZESLAW MILOSZ
(Steiniai, Lituania, 1911-Cracovia, Polonia, 2004)


La ciudad de la juventud

Sería más decente no vivir. Vivir —no es decente,
dice el que volvió, muchos años después,
a la ciudad de su juventud. No hay nadie acá
de los que por estas calles hace tiempo caminaron
y ahora, excepto sus ojos, no tenían nada.
Tropezando, caminaba y miraba por ellos:
el día soleado, las lilas que de nuevo florecían.
Sus pies, de algun modo, eran mejores que los de cualquiera.
Sus pulmones aspiraban el aire, como los de todos los vivos.
Su corazón latía asombrándose de sus propios latidos.
La sangre de ellos fluía por su cuerpo,
y sus arterias con oxígeno la alimentaban.
Él sentía sus intestinos, sus hígados, sus riñones.
El pasado de los hombres y de las mujeres, en él se encontraba
y cada vergüenza suya, cada tristeza y amor.
Y si nos fue dado comprender —
pensaba él— el instante en que se compadece,
cuando desaparece, lo que de ellos me separaba,
y de las lilas caen las gotas sobre la cara
de él, de ella, sobre la mía— al mismo tiempo.

Traducción de Natalia Litvinova
***
Elegía para N. N.


Si es demasiado lejos para ti, dilo.
Habrías podido correr sobre las pequeñas olas del Báltico,
atravesar el campo de Dinamarca, la floresta de hayas,
virar hacia el océano, y ya está, cerca,
el Labrador, blanco en esta estación del año.
Tú, que soñabas una isla solitaria,
si temes las ciudades, el parpadeo de los fuegos sobre las autopistas,
habrías podido tomar el camino de los bosques sordos,
sobre torrentes revueltos y azules, y rastros del ciervo y del reno,
hasta las Sierras, hasta las minas de oro abandonadas.
El río Sacramento te habría llevado entonces,
por entre las colinas recubiertas de encinas espinosas.
Todavía un bosque de eucaliptos, y estarás en mi casa.
Es cierto, cuando la manzanita florece,
y la bahía es azul en las mañanas de primavera,
yo pienso a mi pesar en la casa entre lagos
y en las redes recogidas bajo el cielo lituano.
La cabaña donde te despojabas de tu traje antes del baño
se cambió para siempre en un cristal abstracto.
Y en él está la oscura miel de la tarde, junto al balcón,
y las pequeñas lechuzas, graciosas, y el olor de los arneses.
Cómo podíamos vivir entonces, yo no puedo decirlo.
Las costumbres, los trajes vibran imprecisos,
inconsistentes, tensos hacia el final.
¿Es tal vez que pensábamos en las cosas tal como son?
El saber de los años fogosos ha enrojecido los caballos ante la forja,
y las pequeñas columnas en el mercado de la aldea,
y los peldaños de madera y la peluca de Mamá Fliegeltaub.
Mucho hemos aprendido, tú bien lo sabes:
cómo nos es quitado, cosa por cosa, todo aquello que no podía ser,
la gente, las comarcas.
Y el corazón no muere cuando uno creyó que debería,
pero sonreímos, el té y el pan sobre la mesa.
Sólo el remordimiento de no haber amado como se debe
esa pálida ceniza de Sachsenhausen
con un amor absoluto, que no está a la medida del hombre.
Tú te has acostumbrado a nuevos inviernos, húmedos,
a la ciudad donde la sangre del propietario alemán
fue raspada de los muros, y a donde él jamás regresó.
Tampoco yo he llevado más de lo que podía, ciudades y país.
No se puede entrar dos veces en el mismo lago,
sobre hojas descompuestas de abedul,
y quebrando una estrecha estría de sol.
Tus faltas y las mías no fueron grandes faltas,
tus secretos y los míos no eran grandes secretos.
Cuando te anudan la mandíbula con un pañuelo,
cuando te ponen una cruz entre los dedos,
y a lo lejos un perro ladra, brilla una estrella.
No, no es porque estés tan lejos
que no has venido el otro día, la otra noche.
De año en año madura en nosotros y nos invadirá,
yo, como tú, lo he comprendido: la indiferencia.

Traducción a cargo de William Ospina
***
Isla

Piense como quiera acerca de esta isla, la blancura de su
océano, grutas
cubiertas de viñedos, violetas, manantiales.
Estoy atemorizado, para poder recordarme difícilmente
allá, en una de esas
mediterráneas civilizaciones desde las cuales uno debe
navegar lejos, a través de
la lobreguez y el susurro de los icebergs.
Aquí un dedo señala los campos en filas, los perales, una
brida, la yunta de un
cargador de agua, cada cosa encerrada en cristal y,
entonces, yo creo que,
sí, una vez viví allá, instruido en esas costumbres y maneras.
Me acomodo el abrigo escuchando la marea cómo asciende,
balanceo
y lamento mis necios caminos, pero aun si hubiera sido
sabio habría fracasado
al cambiar mi destino.
Lamento mis necedades entonces y más tarde y ahora, por
lo cual mucho
me gustaría ser perdonado.
***
Los muertos están ebrios…


Los muertos están ebrios de lluvia antigua y sucia
allá en el cementerio extraño de Lofoten.
El reloj del deshielo tabletea lejano
entre los ataúdes sórdidos de Lofoten.

Y gracias a las fosas que el entretiempo ahueca,
con fría carne humana los cuervos se han cebado,
y gracias al delgado viento con voz de niño,
dulce para los muertos es el sumo en Lofoten.

Ya no veré jamás, jamás sin duda,
ni la mar ni las tumbas de Lofoten,
y sin embargo hay algo en mí que me hace amar
ese rincón extremo y toda su congoja.

Suicidas, alejados y desaparecidos
del cementerio extraño de Lofoten
–¡qué raro y dulce suena su nombre a mi
oído!–,
decidme si es verdad que allí, que allí dormís.

Bien podrías contarme cosas más ocurrentes,
clarete que rebasas en mi copa de plata;
historias más amables o menos alocadas
y dejarme tranquilo con tu eterno Lofoten.

Que está habiendo buen tiempo y suave se desliza
en el hogar la voz del mes más melancólico.
¡Ah, los muertos, los muertos, aun los de
Lofoten;
los muertos, en el fondo, lo están menos
que yo...!

Versión de Lyzandro Z. D. Galtier
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char