viernes, 2 de octubre de 2009
Una flor gris de un solo pétalo
Algunos poemas
de GLAUCE BALDOVÍN
(Río Cuarto, Córdoba,
Argentina, 1928-1995)
Cuando amaso me siento diferente. Olvidada de rencores.
Hago una rueda con la harina y en el centro pongo agua y sal.
Hundo la masa pegajosa, la estiro con el palo blanco
le doy la forma
Y me creo Dios.
El olor a pan sale del horno
inunda el campo, la casa, el ropero, mi corpiño.
Todo es pan ese día.
Y cuando saco agua del pozo
Un rostro joven me sonríe desde el fondo.
***
Aún no sé comó llegó a pesar de todos los años transcurridos.
Se sentó frente a mí.
Yo tejía una bufanda con agujas de metal blanco
o de un gris casi blando
y me pidió que siguiera tejiendo.
Quería ver cómo movía las manos.
Nunca le pregunté por temor quizás a la respuesta
o porque estando con ella era tanto lo que teníamos que hablar
tan sugestivo el silencio,
que ese detalle, el porqué, el cómo
perdía importancia.
Lo único que recuerdo
y que se repite a diario
entre esfumado
entre nebuloso
es que las anémonas violetas que llenaban la jarra de plata
se marchitaron de pronto
y los pétalos blanquecinos lilas de ceniza
cayeron a la mesa
al suelo.
Se levantó el velo
que le cubría el rostro
y sus ojos azules, negros de tan azules,
se clavaron en mis ojos.
Nunca más hablamos de ello
pero cuando me dijo
después de haber recorrido toda la casa
de haberse detenido en los rincones, en las colchas, en los espejos
"Yo soy tu soledad"
nos abrazamos entre llorando y riendo
nos acariciamos la cabeza
y fue el momento más tierno del que tengo memoria.
De Libro de la soledad (1989)
***
Vuelvo temprano
Ella me aguarda leyendo el destino en las hojas de té
bordando paneles con pájaros rosados.
A veces calla
y espera que sea yo quien hable de las últimas lluvias
de la revolución que avanza.
A veces habla.
Como una bruja que dice qué hice en el día
en la noche
y por qué lo hice
A veces callamos las dos
descorremos las cortinas
y miramos en el horizonte no sé si el pasado o el futuro.
***
XI
Anoche me soñé niña otra vez, corriendo por campos de alfalfa.
Apareciendo y desapareciendo mi cabeza como un gran pájaro.
Ese sueño me hizo feliz
¡oh querida amiga de ojos mansos
lenta y asombrada hasta de tu propia sombra!
Sé que cuando muges a la hora del ángelus
y miras largamente el horizonte
es porque lamentas no ser un toro embravecido
no poder arremeter contra todos los postes.
Arrasar los alambrados.
Paso entonces mi mano por tu hocico siempre lleno de babas
te hablo y me miras
y las dos seguimos esperando.
De LIBRO DE LUCÍA
***
III
Nada traje para el amor. Nada. Nada traje.
Sábanas de hilo encajes alianzas de oro han quedado
en los baúles naftalina. En los escaparates.
Él dijo, mi cuchillo.
Yo dije, hierbas olorosas. Albahaca y laurel orégano
romero para perfumar el corpiño.
La piel perfumada es una alfombra de musgo.
Una playa dorada.
Olor a tierra. Olor a mar:
Olvidados los adornos despreciados de lujo, sólo
una estera de paja una colcha a rayas
y para el amor eso nos basta.
***
V
Todo tiempo es propicio para el amor.
El calor y la escarcha, los vientos, las lluvias.
En el mediodía somos frutos maduros.
En la niebla somos dos palomas.
Deja entrar la niebla, digo, salgamos a la niebla.
Podría ser yo otra mujer, ser él un desconocido cualquiera
pero está la piel.
El olor
El sabor de la piel.
En la niebla somos dos torcazas que se arrullan.
Una flor gris de un solo pétalo.
***
VI
Todo lugar es propicio para el amor.
A través de las hojas, girando bajo los árboles, vemos
danzar las estrellas.
Las estrellas predicen el destino
Nuestros rostros quedan como mascarillas en el río.
Escarabajos de vidrio los ojos.
Con nuestro cuerpo acamamos tréboles y gramillas
y su cuchillo reluciente como una víbora de plata
Inmóvil como una raíz milenaria como una uña diabólica
para rasgar la tierra nos protege.
Dice, míralo bien. El cuchillo es un hilo de agua
que vomitan los pastos.
Yo paso mi lengua por él y sé entonces que posee el don
de la magia.
**
De Libro de María. Libro de Isidro, Ediciones Argos
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
8 comentarios:
por el segundo, me saco el sombrero y algo más. por ése y el resto, gracias.
Gracias a usted. Esta poeta es un mito en Córdoba y aquí nadie la lee (habría que reeditarla, distribuir, etc.), Irene
qué hermosura. sobre todo los primeros, son trabajos increíbles, llenos de pureza y sin afeites. Una maravilla que no conocía. gracias Irene. Julián.
¿Ha visto? Gracias, Irene
Extraordinaria poeta, Irene. No la conocía. El primer poema es de una ternura infinita. Gracias.
Gracias, Marcelo. Hay mucho por ahí, tapado o escondido, y de repente reaparece, Irene
que bueno che... no conocía a esta poeta... un gusto. muy bueno lo suyo de subirla. gracias con saludo, h
gRACIAS, GRACIAS, IRENE
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