viernes, 12 de noviembre de 2010

¡Ah, volver a ser nada irremediablemente!


Manuscrito y dibujo. J. L.
 JULES LAFORGUE
(Montevideo, Uruguay, 1860-Francia, 1887)

Sollozo perdido

Las estrellas de oro soñaban eternas;
Solo, ante sus ojos, pensando, alejado,
Ante su dulzura yo me arrodillaba:
Iba lentamente mi llanto hacia ellas.

«¡Hablad, ah! ¿Por qué, estrellas crueles?
;La Tierra y su suerte? ¡Estamos celosos!
¿Ella no reclama, igual que vosotras,
su parte de amor de leyes maternas?

»¿Hay alguien despierto, las noches solemnes?
¡Que hable! ¿Es olvido, es ira o azar?
¿Por qué nuestra suerte? ¡Es una locura!»...
—Las estrellas de oro soñaban eternas...

Versión de Margarita Gómez Sierra
***
Pierrots
(fragmento)

Blancos infantes, corazón de luna,
eminentes lunólogos,
abren su Templo a todos cuantos llegan,
diáfano, por lo demás, cual ninguno.

Predican, con un ojo asaz marchito
y con las mangas muy sacerdotales,
que este bajo mundo de escándalo
no es sino una de tantas tiradas de dados.

Del juego que la Idea y el Amor
(a fin de conocer, sin duda alguna,
la razón ¡nada menos! de su ser)
sacaron a la luz del mediodía.

Ninguno vale lo que vale el nuestro
—no motejable como hotel de tránsito,
amueblado hacia otro quizá más inmortal—
ya que hechos estamos el uno para el otro.

En fin, y nada menos sutil
que estas antinomias tan gratuitas,
que en absoluto nos atañen,
cuando la clave de todo es el Que Así Sea.

Vivir de punta en blanco
es, amados hermanos, el más digno papel
y encogerse de hombros
a la hora de los esfuerzos inútiles.
***
Relámpago de abismo

Me hallaba en una torre en medio de los astros.
Un vértigo, de pronto. ¡En un rayo, sin velos,
Escrutaba, temblando de pánico, de espanto,
El enigma del Cosmos en todo su estupor!
¿Todo está solo? ¿Dónde estoy? ¿A dónde rueda
El bloque que me arrastra? ¡Puedo morir, partir,
Sin saber nada! ¡Hablad! ¡Oh rabia, el tiempo vuela
Sin vuelta atrás! ¡Parad, parad! ¿Y disfrutar?
¡Pues que todo lo ignoro! Llegó mi hora tal vez:
No sé. Yo me encontraba en la noche, y nací.
¿Por qué? ¿Y el universo? ¿A dónde va? Que el cura
Es sólo un hombre. Nada sabemos. ¡Dios, asómate,
Testigo eterno, muéstrate! Habla, ¿por qué la vida?
Todo calla. El espacio no tiene alma. ¡Esperad!
¡No quiero morir, astros! ¡Soy una inteligencia!
¡Ah, volver a ser nada irremediablemente!

Versión de Margarita Gómez Sierra
***
Resignación

Como necio parásito de un planeta oscuro,
en la infinidad sonora de clamores eternos,
aquí, lugar cualquiera, he nacido y vivo,
y sólo es mi deseo que se sepa y se detenga todo.
Que por un grito perdido en la tormenta
los océanos callen de pronto el aullido de sus olas,
que por traer flores a mi tumbra
los soles en masa dejen su Verbena.
¡Pobre corazón ingenuo! Rómpete, no eres nada.
Muchos otros murieron con ansias iguales
y la tierra siguió en su silencio.
Todo es duro, descorazonado, superior a ti.
Sufre, ama, espera siempre y baila
sin nunca exigir ese Porqué universal.

Traducción Georges Perec

***
Cisterna seca


Cobarde vi cómo el Arte partía, mi último dios;
ya no me estrecha lo Bello con su inmortal delirio,
siento que he perdido, pues con Él echó a volar
el éxtasis que aplaca a veces los viejos deseos.
Treinta siglos de hastío pesan en mi espalda
y concentran sobre mí su llanto y su culpa.
Nuestras manos olvidaron el trabajo que consuela.
No hay día en que no piense, miedoso, en la muerte.
Sordo a la ilusión de las multitudes,
me arrastro abatido hacia parajes lejanos,
todo acabó para mí, nada más espero.
¡Pero lates aún, deshecho corazón pobre!
¡Ah, si como antaño al menos lograra
el llorar que tanto bien hace a los niños!

Traducción Georges Perec

***
LAMENTO DE OTRO DOMINGO

Era un paisaje de octubre con viento,
que golpea, hoy domingo, la ventana
y su celosía de estilo ya fuera de uso,
de la que cuelgan un par de polainas
manchando el paisaje, con siluetas blancas.

Un ocaso mal hecho que expone lo lívido;
el rincón de una lavandería de sucias tejas;
en medio, Val-de-Grâce preside y se muestra;
cinco árboles juguete de algunas ráfagas
vetean un cielo inundado de vendas.

Luego, esqueletos de glicinas deshilachadas
presas de ráfagas más sosegadas.
¡Oh días monótonos!, ¡oh fragmentos de tela!
Bastante muestran las glicinas
enroscando su agonía en las hebras.

¡Ah!, ¿qué es lo que hago aquí, en este aposento?
Versos. Y más tarde, ¿qué? ¡Sórdida babosa!
¡Cómo! La vida es una, y tú, bajo esa escafandra,
te repites siempre con eternos cuentos.
¿Siempre habrás de ser quien vigile esta estancia?

Fue un paisaje de octubre al viento...
***
LAMENTO DEL FETO DE POETA

Débilmente dije yo: ¡Adelante,
a desgarrar la noche viscosa de raíces,
a través de mi madre, amor de albúmina,
hacia lo más claro! ¡Hacia el blanco y rico tamiz
de un sol naciente!

—A cada uno le llega su turno; a mí el de emanciparme,
¡irradiando desde el Limbo mi ser inédito!

¡Adelante!
¡Salvado de las estepas mucosas, a nado,
amamantado por el Sol, ebrio de leche dorada, babeando,
a escuchar arrullos en los senos suaves de estas nubes,
sabias viajeras!

—En el sueño que tú quieres, allá abajo, ¡viviré en la falsa
fatalidad de un alma, aventado en frescura de faldas!

¡Adelante!
¡Arrullos sobre la leche cuajada de buenas nubes
en la mano de Dios, azulada, a los mil ojos vivientes
en el país del vino que nos miente!
¡Valor!
Allí, allí, ya me desprendo...

—Y comulgaré con la frente hacia Oriente,
bajo la especie de besos inconscientes.

¡Adelante!
¡Golpea, cristal de la noche!, ¡filtra, sol consistente!
¡Adiós, selvas de acuario que, incubándome,
habéis puesto cual crisálida este germen!
Pero..., ¿tengo frío? ¡Adelante!
¡Ay!, madre...

Vos, Señora, amamantad lo más posible
a éste, lo más Solo de vos, a este enfant terrible.
**
De LOS LAMENTOS, de Jules Laforgue. Hum, 2010. Montevideo, Uruguay. Distribuye Gussi

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char