viernes, 24 de julio de 2009

Yo también amo a los pastores


FRANCISCO GANDOLFO
(Argentina, Córdoba, 1921)


En una carta de febrero de 1976, después de recorrer librerías de Buenos Aires y cobrar los ejemplares vendidos (“en Galatea me dijeron que había sido el best seller de poesía”) escribió: “Me quedan en casa solamente 20 ejemplares que pienso conservar para cuando me interese darle a alguien. Te aseguro que me da una gran alegría cuando me dan guita (aunque sea una miseria) por mis versos. Es como si me dijeran qué lindo es usted, tome por su belleza. También es una hermosa satisfacción comprobar que no se vendió ni un volumen en la librería de la Facultad de Filosofía y Letras y sí los de la Terminal de ómnibus, el aeropuerto y un quiosco”.
“La modalidad crítica no que escucho sino que percibo con mayor interés –dijo Gandolfo– es la resistencia social a lo que escribo, empezando a veces por familiares, siguiendo con gente del barrio y ampliándose así, por supuesto de modo muy limitado, pero llegando hasta los selectos y difusores círculos que saben olvidar o evitar lo ‘malo’. Esta resistencia que siento o imagino que existe me carga de energía para seguir escribiendo.” Y en particular: “Gozo cuando molesto lo seguro, esquemático, oficiosamente cultural”.
Por Osvaldo Aguirre, extraído de Página 12**

Carta a Mabel Itzcovich: "Se me ha abierto un mundo nuevo en el cual penetro como un niño asombrado por la emoción, a la manera de Alicia en el país de las maravillas, atendiendo la exploración con seriedad jovial [...] Pienso que pese a todo, hoy a la poesía (al hombre) le hace falta un poco de alegría, de fe, de seguridad y en eso estoy. Y estoy tranquilo porque al fin puedo darlo. Es una manera de dar vida tras el esfuerzo, como lo hacen las mujeres al parir, porque para la muerte sobra con los fascistas".
***
Contradicciones de la vida, el arte, el sexo y el amor

El otro día estuve en el Mausoleo de los Poetas.
Quería comunicarme con Dante y con Petrarca
para consultarlos sobre el amor,
porque es evidente que todo poeta que persiste
está poseído de amor extremo.
No pude llegar a ellos
porque entre las columnas del atrio
Horacio me presentó a Tirteo,
el bélico poeta espartano.
La charla de Horacio fue amena,
pero a mí los ojos se me iban hacia Dante, Virgilio
y Leopardi que se espantaba las moscas
con un ramo florido de retama.
Hubiese querido llegarme a Giacomo para expresarle:
"Querido Leo, he llorado por la ternura de tus versos
y por tu angélica desgracia física:
la retama del patio de mi casa aroma de amor por ti".
De Dante quería tener, además,
su opinión sobre las cintas de Fellini,
de potentes contrastes como su Comedia.
Pero cuando Horacio terminaba de hablarme
del árbol que cayó a punto de matarlo
y de su dorada medianía,
el portero vino a cerrar el Mausoleo.
**
2-

Después de largas tensiones
de encubrimiento social,
me enamoré de la burguesa impecable.
Ella lo notó emocionada
y la sorprendí mirándome
con ansia y disimulo.
Entonces le escribí en postales exquisitas
y terminé rampante
en el árbol de su casa
declamándole mi amor.
Finalmente me arrojé del árbol
y de rodillas le pedí su consentimiento,
pero ella me lo negó:
su atávico respeto por las normas sociales
formaba parte de su perfección burguesa,
y exigía que la amase
como a Laura o a Beatriz.
Su corazón,
cerrado como un puño comunista, nunca se abrió.
**
3-

Hay que dejar los versos en reposo
no tanto o más de lo que aconsejó Horacio.
Controlar su quietud inestable,
mirarlos de reojo,
de frente y de perfil,
como los egipcios.
Observarlos como bichos raros,
olvidarlos hasta comprobar que existen.
Excepcionalmente dejarlos como están,
es decir, como nacieron.

***

Como Virgilio,
yo también amo a los pastores
con la diferencia de que,
dos mil años después del Mantuano,
encontré en un verde prado
un pastor reclinado en un tronco
tocando su armónica,
mientras pastaban las ovejas.

El fondo del paisaje lo cerraba
una montaña azul, que hacía
un cuadro eglógico perfecto:
sólo me faltaba dialogar con el pastor.

Desde el alambrado lo llamé
levantando mi brazo
y él con el suyo me hizo un corte obsceno,
que me dejó como estúpido y mascando
las contradicciones de la vida y el arte,
el sexo y el amor.

***

En el empuje de energías que necesitamos
para concretar acciones, siempre conseguiremos
quienes nos acompañen y quienes
nos rechacen a veces con ira.
La voluntad carece de ira: toda la energía
desperdiciada por la ira es absorbida
y asimilada por la voluntad para llevar
a cabo sus proyectos, de modo que la voluntad
que se impone supera las dificultades
al absorber el contorno positivo y negativo
que la rodea. Ahora bien, la ira absorbe
a su vez las energías del odio, el desprecio
y la envidia, constituyendo así
la voluntad negativa, que la voluntad
positiva necesita para cumplir su misión
de potencia que absorbe e irradia con plenitud,
porque los elementos negativos y positivos son
igualmente necesarios para el equilibrio
de las fuerzas en tensión.

de El Búho Encantado
***
II

Los amigos que nos visitan vienen a intercambiar la vida en la mesa redonda del secreto. La intensidad que nos une a través de la palabra pelea con fuerza para alcanzar su sueño. Nos cuesta sintetizar lo que nos sale afuera o nos penetra, pero concretamos la comprensión de un avance. Al despedirnos quisiéramos seguir estando juntos para soportar unidos lo que nos apasiona. Y nos vamos padeciendo atracciones y rechazos que nos acompañan para integrar nuestra acción.
***

..."Por negarse a revelar el secreto, fue condenado a trabajos forzados en la fábrica de balas de cañón de un país despótico y guerrero. Transportaba la carcasa de una granada 15,5 cuando lo paró el déspota que estaba a cargo de hacer cumplir las condenas. Tuvo que explicarle que llevaba esa pieza al taller de revisión para calibrarla y medir su volumen. No era verdad: dentro de la granada él puso su secreto, que era de paz. Cuando en una prueba su bala no explotó, la desenterraron y nadie se animó a desenroscarle la espoleta para saber porqué no había estallado. Lo hizo el tirano, cuya valentía carecía de secretos. Tampoco nadie más que él se animó a realizar una conexión bajo el agua, y nunca se supo quién dio corriente. Lo sacaron del agua encogido y negro, como un objeto humano cuya edad antropológica habría que analizar."

De Presencia del secreto
***

"Como poeta no llegué a nada/ debido a mi extrema consagración// después de ganar importantes premios/ los editores me asediaron/ de interés por mis obras// (...) Para coronar mi obra/ necesitaba el suicidio o la locura// conseguí ambas cosas/ con firme determinación// yo sabía que el chaleco de fuerza/ me quedaría bien/ y lo logré insistiendo/ en declamar contra las autoridades// en el encierro me dejé morir de hambre// después de muerto compruebo/ que mi estéril fama sigue vigente// mi foto del chaleco/ circula como la de un héroe// mi muerte y mi psicosis/ son objeto de profundo estudio/ en varios idiomas/ y los discos más vendidos/ están inspirados en mí// solo algunos marginados/ tienen clara conciencia/ de que mis versos no valen".
***
Política
2


Oh vasto mundo,
haz el favor de tenerme informado
de todos tus excesos y equilibrios.

3
Occidente no soportó la razón de Sócrates
ni la pasión de Cristo.
Posteriormente las institucionalizó.

***
Entre sus libros se destacan "El sicópata" (1974), "El sueño de los pronombres" -una trasposición poética de sus lecturas de Freud- (1980) y "Presencia del secreto" (1987), prosas breves de extraordinaria intensidad.
-¿Como descubrió la poesía?
-A mí lo que más me atrajo, desde adolescente, fue la música. Empecé a estudiar, hice lo que pude y me di cuenta de que no tenía pasta como músico. Lo que más sentía era la música y quise estudiar, agarré un violín un par de veces y después lo tuve que largar porque había perdido el trabajo. Como también me gustaba la lectura, en general, antes de los 20 años esa ansia por la música fue copada por la poesía. Después me tocó el servicio militar, en San Rafael, y ahí empecé a leer mucho, hasta "El Quijote", y también haciéndome mandar libros por mis hermanos. Tuve la suerte de que me liberé de la fajina y los trabajos pesados; al ver que tenía cierta facilidad para escribir, me pusieron de furriel, que era el que redactaba los partes de los escuadrones, y eso me vino bárbaro.
-¿Su familia seguía en la provincia de Córdoba?
-Sí. Yo estuve en Hernando hasta los 18 años. El pueblo no me atraía; menos mal que tenía una biblioteca. Estaba trabajando en una imprenta y el dueño decidió irse a Leones. Y en Leones nos fue mal. Tuve que irme y fui a parar a Río Tercero, que me gustó. Después me tocó la milicia. El paisaje de San Rafael me pareció un paraíso. Y ahí empezó el asunto. Cuando terminaba el período de la milicia, uno de los músicos de la banda del regimiento me presentó a un poeta que vivía en San Rafael, porque me hacía falta alguien que me orientara. El poeta se llamaba Juan Solano Luis y acababa de ganar un premio en Buenos Aires. A la vez este muchacho tenía un maestro, que era Alfredo Rafael Bufano. El tipo escribía en verso clásico: era una copia, pero lo hacía muy bien. Solano me empezó a dar lecturas, sobre todo de poetas españoles: tenía una colección de libros bastante notable para mí, y como era maestro tenía todo ordenado y estudiado. Creo que fueron unos seis meses. En un momento me di cuenta de que ya me había dado lo necesario en el arte de la poesía, que si seguía iba a ser una redundancia para mí; y además extrañaba, tenía ganas de volver. Me orientó sobre todo con la poesía española y los derivados.
-¿Alguna lectura le impactó entonces?
-Sí, primero me dio los clásicos. El que más me atrajo fue Góngora. Y después Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca. Para el final había dejado a Antonio Machado; ahí me di cuenta de qué era el arte. Todas las semanas yo le llevaba algo escrito a Solano y en un momento él me dice: "esto ya está bien orientado, yo lo voy a llevar a ver a Bufano, para que lo conozca". En realidad con ese poeta no pasó nada, no hacía más que imitar a los clásicos.
-¿Cuáles eran los temas de sus primeros poemas?
-Y, me había puesto de novio, así que la tenía loca con mis versitos a la que llegó a ser mi señora (risas). Al final, cuando le mostré unos poemas, Solano me dijo: "esto es lo mejor, de aquí en más hay que ver lo nuevo que va saliendo". Ahí la poesía ya estaba en mí para siempre.
-¿Por qué la poesía y no la narrativa u otra forma literaria?
-Me di cuenta que nací lírico. Lo que llevaba adentro era la lírica. Ya no pude dejar más la poesía.
-¿Cómo fue su etapa previa? ¿En la infancia apareció ese interés?
-En nuestra familia éramos seis hermanos: tres mujeres y tres varones. Nos quedamos sin padre temprano. Mi vieja, italiana, no tenía estudios. Mi padre tuvo la desgracia de ser naturalista y murió a los 40 y pico de años: en esa época era tal la exageración de vivir con las cosas elementales, de eliminar la carne y demás, que mi viejo se vino abajo, empezó a sentirse mal y murió. Vino de la alta Italia a trabajar, puso un comercio donde vendía de todo un poco y le iba muy bien. Pero cuando murió nos quedamos en la vía. La casa que teníamos nos la quitaron los mismos parientes y menos mal que mi hermana mayor ya había empezado a trabajar en una casa de ramos generales: nos salvó un poco eso. Tuvimos que salir a trabajar todos los hermanos, e incluso mi vieja. Fue muy triste. Y muy interesante. Ya no era la cosa servida, tenías que ir haciéndote. Yo empecé a los 10 años, vendiendo diarios. Después me metieron en una imprenta, donde empecé con un oficio que está relacionado en cierta manera con la poesía. Pero como tenía que trabajar, no podía ir a la escuela: sabía leer y escribir, pero no podía continuar.
-¿Como siguió la escritura después de su paso por Mendoza?
-Uno de mis hermanos me hizo entrar en la fábrica militar de Río Tercero. Eso me resultó insoportable y me fui a Buenos Aires. Tenía ganas de seguir la poesía. Entre los poetas que me había dado Solano Luis, estaba Rafael Alberti: había leído "Marinero en tierra" y me enteré que él vivía en Buenos Aires. Fui a Losada, pedí la dirección y lo fui a ver con un par de sonetos. Entré a trabajar en una imprenta grande, pero Buenos Aires me sofocó. "¿Qué hago ahora?", pensé. Agarré y volví a San Rafael. Pero el maestro mío ya no estaba ahí, lo habían trasladado con un ascenso a otro pueblo. De todas maneras seguimos conversando, y a través de Solano comencé a leer a Neruda. Me entró enseguida, fue una cosa fuera de serie. En ese momento, los poetas argentinos eran casi todos clásicos, no se movían de ahí. Y los españoles estaban en la misma.
-¿Y usted qué escribía?
-Andaba por el verso clásico. En cierto punto quise dejar; aunque ya había hecho bastante con la poesía, quería pintar en lugar de escribir. Me dí cuenta que era brava la literatura. Al punto de decir "esto ya me tiene podrido". Tuve ganas de librarme de la poesía, pero en un momento, con el apoyo de Elvio, el mayor de mis hijos, me dije que tenía que seguir. Ya estaba en Rosario, donde llegué en 1948.
-¿De qué manera siguió su escritura?
-Recuerdo que Jorge Vásquez Rossi me pegó un sacudón y entonces me animé. Empecé a tomar la poesía como una creación, y como una creación original, algo que nadie hizo antes. Y tenía la ventaja de que Elvio ya mostraba en la adolescencia su capacidad literaria. Había muchas cosas que yo no podía leer, y yo tampoco tengo la facilidad de lectura de Elvio. Tengo que ir como meditando, eso te lo marca la misma poesía, como una retardación.
-¿Cómo escribió "Mitos"?
-Salió de un poema, creo que el primero. Vi que estuve en condiciones de largarme, sin pensar "uy, esto a la gente no le va a gustar". Me di cuenta de que eso era moderno, ahí empecé a engranar y salió el libro. Cuando te viene el asunto de largarte, hay que jugarse entero. Antes había hecho un par de libros, aunque ni fu ni fa. Pero estaba cambiando. Y con Elvio se me facilitaba la cosa. Él compraba todo y decía, por ejemplo: "esto no vale la pena que lo lea". Para que no perdiera tiempo, porque yo tenía que dirigir la imprenta, entonces nos beneficiábamos ambos, porque él también me preguntaba.
-¿En qué momento escribía?
-Cuando podía. A la noche, cuando habían acostado los chicos. Tenía un par de horas. A veces me pasaba y a la mañana siguiente, en la imprenta, atendía a la gente con los ojos desorbitados.
-Pese a que su infancia y adolescencia fueron muy duras, en su poesía hay mucho humor.
-Bueno, yo era el más llorón de la familia (risas). Y el más jodón. Por ahí, de pibe, llevaba la joda a una cosa insoportable. Pero eso tiene que salir de alguna manera y a mí se me dio felizmente a través de la poesía. Cuando uno se da cuenta de que está diciendo algo, no que está jodiendo y nada más, uno se anima a largarse. No me puedo sacar de encima el humor, empezó en el vientre de mi madre y sigue. A veces se hace medio ácido, pero hay que animarse, porque si lo querés suavizar sale una cosa medio chirle.
Osvaldo Aguirre / La Capital
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2 comentarios:

Silvina dijo...

Un sol Francisco, para este frío!

Irene Gruss dijo...

Así es. Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char