miércoles, 11 de enero de 2012

Tú que no querías odiar

ANA VIDAL EGEA
(Dolores de Pacheco, Murcia, España, 1984)


De pronto un día empezaste a odiar a todas las madres
tú que no querías odiar,
que no crees en la venganza, ni en los gritos.
Que no quieres creer ni en la verdad.
Que la niegas.

Por qué no haber elegido ser invertebrado,
impermeable, inaccesible
para que nada, nadie,
pudiera tocarte jamás. Romperte.
Partirte,
como lo estás ahora, derruido.

Por qué no haber elegido.
***

Era demasiado mayor cuando descubrí la nieve,
el frío, la vastedad, los bosques solos,
el miedo al blanco.
***
Poema a Plutón


Era agosto cuando dejaron de ser nueve,
los niños perdieron el ritmo de la canción,
en los colegios, el vacío de la sílaba aguda
hizo que Plutón se desinflara,
aún más, pobre planeta enano.
Los griegos tenían un Zeus subterráneo,
y al planeta lunar los americanos lo malnombraron.
Hay en él, pese al desprecio, algo ilustre,
de dignidad antigua, secreta.
Queda ahora de repente deportado,
cese ya de ser cuerpo celeste del sistema solar,
Caronte, su satélite,
(como Sancho) lo acompaña,
y que nadie ose a caer, ahora,
en la laguna estigia.
**
Foto: tomada de http://www.spainred.us

2 comentarios:

hugo luna dijo...

me ha gustado mucho ese primer poema... todos, claro... pero ese... salud y gracias

Irene Gruss dijo...

Gracias a usted, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char