jueves, 29 de abril de 2010

El vuelo blanco del mantel


MIGUEL ÁNGEL FÉDERIK
(Entre Ríos, Argentina, 1951)


2
Salvaje en la infancia llevo
como una tatuada ojera del infierno
la sombra aquélla grande del ombú
donde aún con la mirada,
yo también degüello los corderos.

Manta sanguinolenta en los corrales
secándose al sol como un conejo.

Eso han sido los sueños.

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Hombres de sol a sol,
solares hasta la defunción como las yerras,
fueron sin embargo devotos del lucero.

Anillada la luna en cabezales
le bordaron espumas de tiento a su costado
y le dieron por todo escapulario
a sus pecheras.

Satanás y la hadas se disputaban
sus caballadas y sus huesos.
***
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La mecedora de mimbre y el corredor colorado.

A las tres de la tarde la mesa aún servida
y el vuelo blanco del mantel
como un sudario campesino moviéndose a destajo.

Las patinadas piñas de los relojes de Schwarzwald
caían como uvas reincidentes al peltre de la casa.

Los perros, echados y faraones,
miraban indolentes el natatorio de moscas
que era el aire.

Alucinado en secas el campo se venía
como un perdón reptil a las tranqueras.


De Imaginario de Santa Ana,
Concordia, Río de los Pájaros, 2004.
Foto tomada de foro.mexico.com

2 comentarios:

hugo luna dijo...

uno puede oir a M.A leyendo su poesía... un gusto Irene... un gusto. gracias por tanto!! (el post de ayer otra maravilla!!)

Irene Gruss dijo...

¡El 1º de mayo a las 18 va a leer en el ciclo Interiores, en la CASONA DE COLOMBRES,
COLOMBRES 764 - Almagro! Gracias a usted, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char