sábado, 24 de octubre de 2009

Le hablo a la pared


Uno más de ROBERT FROST
y una nota de MANUEL SOSA

**
Reparación del muro

Hay algo que no siente amor por un muro,
que envía la hinchazón del suelo helado abajo
y desparrama las piedras de arriba al sol,
dejando huecos por los que hasta dos árboles pueden pasar de frente.
El trabajo de cazadores es otra cosa:
he llegado después de ellos para arreglar los desperfectos
donde no han dejado piedra sobre piedra
porque querían que el conejo saliera de su escondite
a fin de complacer la excitada jauría. Hablo de los huecos
que nadie les vio ni les oyó hacer
pero que al llegar el tiempo de los arreglos, en primavera, ahí hallamos.
Se lo hago saber al vecino que tengo más allá de la colina:
y en un día convenido nos reunimos para recorrer el límite
y levantar, una vez más, el muro que nos separa.
Cada uno se mantiene de su lado del muro mientras avanzamos:
a cada uno las piedras que se le han caído a cada uno.
Y unas son cuadradas y otras se parecen tanto a bolas
que hemos de usar un conjunto para que se estén en equilibrio:
"¡Quédate donde estás hasta que volvamos las espaldas!".
Los dedos se nos ponen ásperos, de tanto tocarlas.
¡Oh! Sólo es otro es otra clase de juego al aire libre.
Uno a cada lado. Es poco más que esto:
ahí donde está no nos hace falta el muro:
lo de él es todo pinos y lo mío, manzanos.
Le digo que mis manzanas no se van a cruzar
para engullir las piñas que hay bajo sus pinos,
él sólo me dice: "los buenos cercos hacen buenos vecinos".
La primavera es el diablo que anda en mí, y me pregunto
si podría meterle una idea en la cabeza:
"Por qué es que hacen buenos vecinos?". ¿No es eso
donde hay vacas? Pero aquí no las hay.
Antes de levantar un muro me gustaría saber
qué es lo que dejo de un lado y qué lo que queda al otro,
y a quién podría ser que le causara daño.
Hay algo que no siente amor por un muro,
que quiere que caiga. Yo podría hablarle de duendes,
pero no se trata de duendes,
pero no se trata de eso, precisamente, y me gustaría más
que fuera él quien, por su parte, lo dijera. Lo veo ahí,
trayendo firmemente, agarradas de arriba, un par de piedras
una en cada mano, como un salvaje armado de la Edad de Piedra.
Se mueve entre sombras, eso me parece,
no sólo del bosque, a la sombra de árboles.
No quiere darse vueltas al refrán de su padre.
Y prefiere, tras juzgarlo tan bueno,
decirme de nuevo: "Los buenos vecinos hacen buenos cercos".

Traducctor desconocido.
***
Mending Wall

SOMETHING there is that doesn't love a wall,
That sends the frozen-ground-swell under it,
And spills the upper boulders in the sun;
And makes gaps even two can pass abreast.
The work of hunters is another thing:
I have come after them and made repair
Where they have left not one stone on stone,
But they would have the rabbit out of hiding,
To please the yelping dogs. The gaps I mean,
No one has seen them made or heard them made,
But at spring mending-time we find them there.
I let my neighbor know beyond the hill;
And on a day we meet to walk the line
And set the wall between us once again.
We keep the wall between us as we go.
To each the boulders that have fallen to each.
And some are loaves and some so nearly balls
We have to use a spell to make them balance:
"Stay where you are until our backs are turned!"
We wear our fingers rough with handling them.
Oh, just another kind of outdoor game,
One on a side. It comes to little more:
He is all pine and I am apple-orchard.
My apple trees will never get across
And eat the cones under his pines, I tell him.
He only says, "Good fences make good neighbors."
Spring is the mischief in me, and I wonder
If I could put a notion in his head:
"Why do they make good neighbors? Isn't it
Where there are cows? But here there are no cows.
Before I built a wall I'd ask to know
What I was walling in or walling out,
And to whom I was like to give offence.
Something there is that doesn't love a wall,
That wants it down!" I could say "Elves" to him,
But it's not elves exactly, and I'd rather
He said it for himself. I see him there,
Bringing a stone grasped firmly by the top
In each hand, like an old-stone savage armed.
He moves in darkness as it seems to me,
Not of woods only and the shade of trees.
He will not go behind his father's saying,
And he likes having thought of it so well
He says again, "Good fences make good neighbors."

****

Al traductor, sobre todo, le apasiona releer. Se levanta temprano y recorre con el índice los lomos del estante. Esta mañana tropieza con las poesías de Robert Frost, y recuerda que lleva meses por verter al español el magnífico Mending Wall, pospuesto una y otra vez. Pero hoy decide comenzar el trabajo, y sonríe ante el primer verso del poema:

Something there is that doesn’t love a wall.

El traductor piensa que toda pieza literaria debe romper así, enunciando lo que obligó al autor a sentarse y describir su visión particular del asunto a discernir. Un primer verso ejemplar, casi definitivo. El traductor no puede evitar que el instinto le dicte una traslación literal: Algo existe que no ama una pared. Pero tales palabras no parecen recoger la fuerza del original. Es obvio que toda traducción, por exquisita que resulte, será incompleta. No en balde ciertas sonoridades definen las palabras en sus lenguas específicas. Quien escribe, sabe escuchar y acomodar secuencias sobre moldes rítmicos, sonoros, emocionales… El traductor se regaña a sí mismo: “¿Pared, has dicho? ¿Y no tenemos muro, que denota más severidad, más separación?”. Viene entonces: Algo existe que no ama un muro. Pero no ama un muro suena fatal. ¿No podría ser: Algo existe que no gusta de un muro? Otra objeción: al traductor no le parece efectiva esa proximidad entre existe y gusta. A estas alturas las compuertas de la Duda se han abierto. La Duda: esa gran enemiga del oficio. Porque el traductor comienza a sopesar variantes, incluyendo algunas ridículas, exageradas. Veamos: Existe algo que no se lleva bien con los muros. Algo existe que no concibe las demarcaciones. Llega incluso hasta la variante libertaria: Existen cosas que no pueden ser separadas por un muro. Como si fuera la oración que inicia un manifiesto político o artístico. Y cuando tanta incertidumbre, impuesta por el cinismo que los años le han regalado, sólo le sirve para sabotear su afán de buscar credibilidad y naturalidad, es mejor abandonar el proyecto y dejarlo para el día siguiente. Eso piensa el traductor, devolviendo el tomo al estante. Sólo entonces recuerda que esa misma razón es la que mantiene intacto el poema, intraducible desde la primera vez.

Y el traductor sale a la calle, a sus otros quehaceres, libre y feliz.
**
*Tomado de lafincadesosa

1 comentario:

Sebastian Leroy dijo...

Me encanta este poema (y Robert Frost).

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char