sábado, 20 de noviembre de 2010

Todas las cosas pronuncian nombres


Joan Miro
ANTONIO PORCHIA
 (Conflenti, Calabria -Italia, 1885-Buenos Aires, Argentina, 1968)

Voces
(Fragmento)


La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son suicidas.
***

Quien me tiene de un hilo no es fuerte; lo fuerte es el hilo.
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Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.
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Cuando me encuentro con alguna idea que no es de este mundo, siento como si se ensanchara este mundo.

***
 
No hallé como quien ser, en ninguno. Y me quedé, así: como ninguno.
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Quien perdona todo ha debido perdonarse todo.
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Creo que son los males del alma, el alma. Porque el alma que se cura de sus males, muere.
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Una cosa sana no respira.
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A veces estoy como en un infierno y no me lamento. No encuentro de qué lamentarme.
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Cuando no me hago daño, temo hacer daño.
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Hombres y cosas, suben, bajan, se alejan, se acercan. Todo es una comedia de distancias.
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El hombre, cuando sabe que es una cosa cómica, no ríe.
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En mi silencio sólo falta mi voz.
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Todas las cosas pronuncian nombres.
***

Lo que dicen las palabras no dura. Duran las palabras. Porque las palabras son siempre las mismas y lo que dicen no es nunca lo mismo.
***

Cuando yo muera, no me veré morir, por primera vez.

***
Citado de: VOCES. Autor: Antonio Porchia. Hachette Ediciones. Novena edición, 1973. Depósito Legal Nº 11.723 Buenos Aires - Argentina. A Roger Callois (/.../). Cita, compilación y transcripción web: ClaudioSerraBrun.

2 comentarios:

hugo luna dijo...

!!!! gracias, Irene, saludis !!!

Irene Gruss dijo...

A usted, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char