Sandro Barrella
(Buenos Aires, 1967)
Viaje
El reino acaba mal, dice el chofer
de la combi que los lleva más allá
del desierto. Sin aire acondicionado,
con más de 45º en el interior del vehículo,
la frase parece un trance de profeta
mal afeitado, una traducción equívoca
de viejos rollos encontrados en Qumran;
entre tanto una pareja de alemanes arrepentidos
mira un mapa desplegado en el que saben,
no va a aparecer Alexanderplatz,
pero Alemania pide certezas a sus hijos,
aun a aquellos que visitan destinos
exóticos; dos asientos hacia atrás
pero del lado izquierdo, una mujer
de no más de treinta años insiste
con abrir la ventanilla y da paso
a una ráfaga de polvo bíblico,
ubicuo, trascendente en su inmanencia
que perturba los ojos secos del pasaje;
su acompañante ocasional protesta en inglés
y la mujer accede a cerrar la entrada de Dios;
no hay niños en el viaje; el chofer se apresta a hablar
después de un buen rato de silencio
en el que sólo se escuchó el ruido del motor
y el plegado del mapa alemán. El reino acaba mal,
volvió a decir el hombre al volante, las manos
firmes, la mirada al frente, sin poder ocultar
una vieja convicción arraigada en su voz,
venida del tiempo en que su padre,
un albañil mal pago a jornada completa,
le acariciaba la cabeza por las noches
antes de que el sueño lo venciera.
***
Expresiones tales como
corazón salvaje
herido de amor
o muerto de miedo
no alcanzan a decir
lo que quieren
decir sin embargo
no se encuentra
otro modo.
***
Es un pájaro comunicativo. Se enreda en el cablerío de los teléfonos públicos y el corazón le da tumbos si nadie responde. Tropieza. Cuando recupera la postura deja la pena de lado, vuelve a intentarlo. El pájaro Comunicativo es esclavo de un ritual, repite la escena para convencerse de que no está sólo en la partida.
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lunes, 29 de agosto de 2016
lunes, 13 de enero de 2014
Piensa en corazón, una palabra
SANDRO BARRELLA
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
¿Será mi padre
de mi mano
hacia el golf
el hombre
más fuerte
del mundo?
¿podría
con su mano terrible
derribar
de un solo golpe
el árbol más alto
del golf
el árbol
hacia el cual
nos dirigimos?
¿podrá
con el revés
o el puño
mandar al otro mundo
a los villanos
que me quitan el sueño?
¿podría,
como el Zorro,
convertir a su mano
en instrumento
de justicia?
No le suelto
la mano
a mi padre.
De El golf. Alción Editora. 2005.
***
Un pájaro chino sentado en su pupitre escribe cartas sobre un papel finísimo. Su caligrafía no es torpe, el maestro lo aprueba, aunque a juzgar por los manchones violáceos a mitad de cada renglón, cabe pensar que ha olvidado el secante en casa.
Piensa en distancias. En cómo los kilómetros, sumados, le oprimen el corazón. Piensa en corazón, una palabra. Vuelve a pensar en corazón, pero esta vez abandona la palabra y va al grano. Corazón corazón, repite, e imagina luego un punto donde acumular lo que no ve, aquello de lo que está separado. El pájaro X se concentra en un recuerdo de contornos activos; resonancia por imágenes. Líquido de contraste bajando por los ojos. Material descartable.
La ruta hacia el campo está llena de chozas primero, vacas después, y por último, si el viajero no se duerme y deja caer la sien sobre la ventanilla, un pájaro que espera el paso de los micros como quien toma pastillas para los nervios.
De Los pájaros, Ediciones Bajo la luna, 2010
***
Las películas
sobre la guerra filmadas
en tiempos de paz
no saben de la guerra
más que el teatro
de operaciones;
son actores que fingen
heridas dolientes
los espectadores
fingen compasión
los jurados de los festivales
fingen saber crítico
y premian
el fingimiento
mutuo y consentido
por las muertes
reales
sucedidas
en reales
campos de batalla
donde se muere
y la sangre
huele y se seca
porque es real
Los libros sobre la guerra
dicen frescos
millones de muertos
el historiador según las fuentes
separa muertos por nacionalidades
suma multiplica
compara con muertos de guerras
pasadas
en el papel los muertos
por millones
no mueven un pelo
siguen muertos
sin que pueda hacerse nada
millones de muertos el historiador
repite y cita fuentes
de las que manan
sin cesar
los muertos inagotables
de la guerra
luego el operario tipógrafo
pero antes el corrector
de pruebas
sometido a la duda
por los millones
de muertos no sea
se le imputen
muertes no acaecidas
revisa registros
y aprueba
los millones
el tipógrafo
o lo que sea
del soporte digital
a la imprenta
se repiten los muertos
por millones
los libros lo han dicho
Pero Michelina
no sabía de los libros
sabía de Salvador campesino
de Calvello
a Abisinia
a Bombay
al campo
de prisioneros
bajo la autoridad inglesa
de allí
a una granja en Australia
para prisioneros de guerra
que supieran
labrar la tierra
(...)
El techo de la casa
de Antonio herido de guerra
prisionero provisional
en África
muratore-albañil
el techo se desplomó
voló
por acción de las bombas
inglesas
americanas
cerrada
la oficina del fascio
voló
los civiles en guerra
abuelo Antonio en África
Mussolini
en Saló
(...)
No conoció a Pound
la nona Michelina
no conoció a Pound
de la rabiosa Norteamérica
a radio Roma
no escuchó por las noches su voz
en el receptor
ni vio en los campos de Calvello florecer
sus teorías económicas.
Michelina compró una máquina Singer de coser
en 1941 a Giancarlo Pertti
en diez cuotas pagadas mes a mes
-diecci cuota pagada mesi a mesi-
decía Michelina
en arrabiata lengua arrebatada
en el odio por su marido en guerra
en Abisinia prisionero en Bombay
en Australia
decía Michelina de la usura de Giancarlo Pertti
Pecado contra natura
De “Los italianos a la guerra”
-Poema dramático de inspiración reaccionaria llamado también La vía campesina llamado también Italia nera-
Los italianos a la guerra, Ediciones en Danza, 2013.
![]() |
Tomada de ciclocarneargentina.blogspot.com |
¿Será mi padre
de mi mano
hacia el golf
el hombre
más fuerte
del mundo?
¿podría
con su mano terrible
derribar
de un solo golpe
el árbol más alto
del golf
el árbol
hacia el cual
nos dirigimos?
¿podrá
con el revés
o el puño
mandar al otro mundo
a los villanos
que me quitan el sueño?
¿podría,
como el Zorro,
convertir a su mano
en instrumento
de justicia?
No le suelto
la mano
a mi padre.
De El golf. Alción Editora. 2005.
***
Un pájaro chino sentado en su pupitre escribe cartas sobre un papel finísimo. Su caligrafía no es torpe, el maestro lo aprueba, aunque a juzgar por los manchones violáceos a mitad de cada renglón, cabe pensar que ha olvidado el secante en casa.
Piensa en distancias. En cómo los kilómetros, sumados, le oprimen el corazón. Piensa en corazón, una palabra. Vuelve a pensar en corazón, pero esta vez abandona la palabra y va al grano. Corazón corazón, repite, e imagina luego un punto donde acumular lo que no ve, aquello de lo que está separado. El pájaro X se concentra en un recuerdo de contornos activos; resonancia por imágenes. Líquido de contraste bajando por los ojos. Material descartable.
La ruta hacia el campo está llena de chozas primero, vacas después, y por último, si el viajero no se duerme y deja caer la sien sobre la ventanilla, un pájaro que espera el paso de los micros como quien toma pastillas para los nervios.
De Los pájaros, Ediciones Bajo la luna, 2010
***
Las películas
sobre la guerra filmadas
en tiempos de paz
no saben de la guerra
más que el teatro
de operaciones;
son actores que fingen
heridas dolientes
los espectadores
fingen compasión
los jurados de los festivales
fingen saber crítico
y premian
el fingimiento
mutuo y consentido
por las muertes
reales
sucedidas
en reales
campos de batalla
donde se muere
y la sangre
huele y se seca
porque es real
Los libros sobre la guerra
dicen frescos
millones de muertos
el historiador según las fuentes
separa muertos por nacionalidades
suma multiplica
compara con muertos de guerras
pasadas
en el papel los muertos
por millones
no mueven un pelo
siguen muertos
sin que pueda hacerse nada
millones de muertos el historiador
repite y cita fuentes
de las que manan
sin cesar
los muertos inagotables
de la guerra
luego el operario tipógrafo
pero antes el corrector
de pruebas
sometido a la duda
por los millones
de muertos no sea
se le imputen
muertes no acaecidas
revisa registros
y aprueba
los millones
el tipógrafo
o lo que sea
del soporte digital
a la imprenta
se repiten los muertos
por millones
los libros lo han dicho
Pero Michelina
no sabía de los libros
sabía de Salvador campesino
de Calvello
a Abisinia
a Bombay
al campo
de prisioneros
bajo la autoridad inglesa
de allí
a una granja en Australia
para prisioneros de guerra
que supieran
labrar la tierra
(...)
El techo de la casa
de Antonio herido de guerra
prisionero provisional
en África
muratore-albañil
el techo se desplomó
voló
por acción de las bombas
inglesas
americanas
cerrada
la oficina del fascio
voló
los civiles en guerra
abuelo Antonio en África
Mussolini
en Saló
(...)
No conoció a Pound
la nona Michelina
no conoció a Pound
de la rabiosa Norteamérica
a radio Roma
no escuchó por las noches su voz
en el receptor
ni vio en los campos de Calvello florecer
sus teorías económicas.
Michelina compró una máquina Singer de coser
en 1941 a Giancarlo Pertti
en diez cuotas pagadas mes a mes
-diecci cuota pagada mesi a mesi-
decía Michelina
en arrabiata lengua arrebatada
en el odio por su marido en guerra
en Abisinia prisionero en Bombay
en Australia
decía Michelina de la usura de Giancarlo Pertti
Pecado contra natura
De “Los italianos a la guerra”
-Poema dramático de inspiración reaccionaria llamado también La vía campesina llamado también Italia nera-
Los italianos a la guerra, Ediciones en Danza, 2013.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char