domingo, 27 de marzo de 2011

La noche se traslada sobre la tierra

Dos poemas de MIGUEL GAYA
(Ayacucho, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 1953-)


Mi amor habla otro idioma.
Mi amor habla otro idioma esta mañana.
Mi amor habla otro idioma esta mañana en que me tiendo a su lado.
Mi amor habla otro idioma esta mañana en que me tiendo a su lado y escucho.
Esta mañana escucho otro idioma de mi amor y me tiendo a su lado.
A su lado esta mañana escucho otro idioma de mi amor.
Otro lado escucho de su idioma a mi amor.
Mi amor habla y me tiendo a su lado.
Escucho a mi amor.
***
San Miguel

Escucho un grillo en la oscuridad.
La noche se traslada sobre la tierra
como si este lugar fuera su ombligo
y el grillo la guiara a mí.
Hay viento y las ramas se agitan en lo alto
y todo calla
excepto el grillo
y aún él
deja de oírse
como si tomara impulso
y luego sigue
dando un lugar al silencio
para que cunda
alrededor.
Te observo desde la oscuridad.
Te mueves en la luz.
Eres el lugar donde mi vida se ilumina.
Rondo la casa
oculto entre los árboles.
Quieto
te miro como resuelves
los ritos de la casa.
Cómo de ella se derrama
hacia el pasto
la luz.
Bebo de vos

**
Para leer más de Miguel Gaya, aquí
Foto: tomada de 2bp.blogspot.com

1 comentario:

soylauraO dijo...

Qué suavidad. Es una hiedra de paz. Impactó su lectura como si estuviera protegiendo el sueño de su persona amada, durante toda la noche, susurrando que él está ahí, para abrazarla.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char