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Algunos poemas de
CECILIA MEIRELES
(Cecilia Benavides de Carvalho Meireles;
Río de Janeiro, Brasil, 1901- id., 1964)
Sugestión
¿Sucede así? Cualquier cosa
serena, libre, fiel.
Flor que se cumple, sin pregunta.
Ola que se violenta, a causa de ejercicio indiferente.
Luna que envuelve igual a los novios abrazados y
a los soldados ya fríos.
También como este aire de la noche: susurrante de
silencios, lleno de nacimientos y
pétalos.
Igual a la piedra detenida, conservando su demorado destino.
Y la nube
leve y bella, viviendo de nunca llegar a ser.
La cigarra quema en su música, al camello que mastica
su larga soledad,
Al pájaro que busca el fin del mundo, al buey que va
con inocencia hacia el monte.
Sucede así, cualquier cosa serena, libre, fiel.
No como el resto de los hombres.
***
Retrato
Yo no tenía este rostro de hoy,
tan calmo, tan triste, tan delgado,
ni estos ojos tan vacíos,
ni este labio amargo.
Yo no tenía estas manos sin fuerza,
tan detenidas y frías y muertas;
yo no tenía este corazón
que ni se muestra.
Yo no advertí este cambio,
tan simple, tan cierto, tan fácil:
¿En qué espejo se perdió
mi imagen?
***
Resurrección
No cantes, no cantes, porque vienen de lejos los náufragos,
vienen los presos, los tuertos, los monjes, los oradores,
los suicidas.
Vienen las puertas, de nuevo, y el frío de las piedras,
de las escalinatas,
y, con un ropaje negro, aquellas dos manos antiguas.
Y una vela de móvil llama humeante. Y los libros. Y
las Escrituras.
No cantes, no. Porque era la música de tu
voz lo que se oía. Soy una muerta reciente, aún
con lágrimas.
Alguien escupió distraídamente sobre mis pestañas.
Por eso vi que ya era tarde.
Y dejé en mis pies quedarse el sol y andar las moscas.
Y de mis dientes se escurrió una lenta saliva.
No cantes, pues trencé mis cabellos, ahora,
y estoy ante el espejo, y sé bien que ando en fuga.
***
Infancia
Se llevaron las rejas del balcón
desde donde la casa se avistaba.
Las rejas de plata.
Se llevaron la sombra de los limoneros
por donde rodaban arcos de música
y hormigas rojizas.
Se llevaron la casa de verde tejado
con sus grutas de conchas
y sus vitrales de flores empañadas.
Se llevaron a la dama de viejo piano
que tocaba, tocaba, tocaba
la pálida sonata.
Se llevaron los párpados de antiguos sueños,
y dejaron solamente la memoria
y las actuales lágrimas.
***
Canción
Puse en mi sueño un navío
y al navío sobre el mar;
después, abrí el mar con las manos,
y mi sueño naufragó.
Mis manos están aún mojadas
del azul de las abiertas olas,
y el color gotea de mis dedos
pintando la arena desierta.
El viento llegó de muy lejos,
la noche se dobla de frío;
debajo del agua ya muere
mi sueño, dentro de un navío.
Lloraré cuando sea preciso,
para que el mar se levante,
y mi navío llegue al fondo
y mi sueño ya no exista.
Después, todo será perfecto:
playa en calma, aguas quietas,
mis ojos secos como piedras
y mis dos manos quebradas.
**
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