martes, 4 de octubre de 2011

Ningún gran secreto

Camille Claudel: "La valse"
Otros poemas de ANNE CARSON
(Toronto, Canadá, 1950)

- ... Leal a nada
mi esposo. ¿Así que por qué lo amé desde que dejé la infancia hasta tarde en mi madurez
y los papeles del divorcio llegaron por correo?
Belleza. Ningún gran secreto. No me abochorna decir que lo amé por su belleza.
Como lo haría de nuevo
si se me acercara. La belleza convence. Sabés que la belleza hace que el sexo sea posible.
La belleza hace al sexo sexo.

(De La belleza del maridoTrad.: s/d
***
Sobre las leyes de la perspectiva

Una mala pasada. Error. Falta de honradez. Esa es la opinión de Braque. ¿Por qué? Braque rechazaba la perspectiva. ¿Por qué? Alguien que pasa su vida dibujando perfiles acaba por creer que el hombre tiene un solo ojo, sentía Braque. Braque quería tomar posesión total de los objetos. Llegó a decirlo en entrevistas publicadas. Mirar los pequeños planos luminosos del paisaje alejándose de su alcance llenaba a Braque de pérdida, por eso los hacía añicos. Nature morte, decía Braque.
***
Sobre piedras para dormir

Camille Claudel vivió durante los últimos treinta años de su vida en un asilo, preguntándose por qué, escribiendo cartas a su hermano poeta, que había autorizado su internación. Venid a visitarme, decía. Recordad, estoy viviendo aquí con locas; los días son largos. No fumaba ni daba paseos. Se negaba a esculpir. Aunque le daban piedras para dormir -mármol y granito y porfirio- las rompía, recogía los trozos y los enterraba fuera de los muros por la noche. Por la noche sus manos crecían, más y más enormes hasta que en la fotografía parecen dos partes de otro cargadas sobre las rodillas.

Traducción de Mercedes Cebrián, Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich

2 comentarios:

hugo luna dijo...

leí ese poema... ese primer poema y no quiero leer mas nada... (gracias ...

Irene Gruss dijo...

Ansina es. Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char