domingo, 29 de marzo de 2009

"La grafía de la transparencia"


Algunos poemas
de HUGO LUNA
(Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina, 1959)


No me dejes cruzar. No permitas
Que mis brazos se abran
Frente a la ventana. Atame
A un cobijo, junto a un espejo
Para verte cada vez
Que levante la cabeza
Como si lo digno estuviera en mi frente
Como si fuera un perro que piensa
***
Barbarito esa ventana. El puente que se cierra
O se abre en la mañana. La noche, Barbarito
El poder del sueño. El insomnio, su vuelo
De murciélago. Un paisaje, el accidente
Geográfico que te deja de cama
Y recupera para la contemplación
***
Escribo sobre el puente
Para que el agua cante debajo de las palabras
Les dé sus reflejos
No debería pensar en ello
El agua también canta sobre las palabras
Son el puente
Dejo caer con el mismo peso de la piedra
Una palabra pero
No hay aros concéntricos
Sino silencio cerrándose en silencio
***
Ahora participo de la caída
El puente cede
Un salvajismo guía pasos desnudos hacia el fondo
Hay un saludo en la ventana

Me pondré en marcha
***
Han pasado los años. Barbarito es un bárbaro
Todavía con recuerdo. La bruma
Hizo lo posible con su nombre.
Se conoce hijo de consejos inútiles
Él mismo verificando el espesor del día
La ventana sin cancel y ya apagada
“Apagada a qué” piensa Barbarito
“A ponchazos?”, a “resoplidos de aire yermo?”
***
No te sientes en la cama
No te quedes de noche haciendo nada
No seas malo Barbarito no señales
No juntes la piedra del insomnio
Para espantar los perros que te ladran
No hagas ruido a papá y a mamá que ya descansan


(Fragmento de La ventana que mira, 2004)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char