martes, 21 de julio de 2009
Gatos y poetas
El puesto del gato en el cosmos
Por Joaquín O. Gianuzzi
UNO SIEMPRE se equivoca cuando habla del gato.
Se le ocurre por ejemplo que junto a la ventana
el gato se ha planteado en el fondo de los ojos
un posible fracaso en la noche cercana.
Pero el gato no tiene un porvenir que lo limite.
A uno se le ocurre que medita, espera o mira algo
y el gato ni siquiera siente al gato que hay en él.
¿Cómo admitir detrás del movimiento de la cola
una motivación, un juicio o un conocimiento?
El gato es un acto gratuito del gato.
El que aventure una definición debería
proponer sucesivas negaciones al engaño del gato.
Porque el gato, por lo menos el gato de la casa,
particular, privado e individuo hasta las uñas,
comprometido como está
al vicio de nuestro pensamiento
ni siquiera es un gato, estrictamente hablando.
***
Beppo
Por Jorge Luis Borges
EL GATO blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos,
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede al tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Enneádas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?
***
Reflexiones de un ministro
Por Ernesto Cardenal
QUÉ SE VA a hacer. Soy Ministro de Cultura,
y voy a una recepción a la embajada tal.
¿Cuál? Para qué decir cuál.
Tal o cual, es igual.
Y de pronto junto a la cuneta, entre el monte
un gato.
Las dos luces del carro prenden las dos del gato.
Quisiera quedarme aquí
para observar mejor este gato,
de qué color es,
(de noche dice el dicho todos son del mismo color)
qué iba a hacer después, cómo
su lomo se iba a mover.
Quedarme junto a la cuneta con el gato
mi gato
fuera mejor
aunque sea un imitador de Marianne Moore
que el ornitologista
que escribió Avestruz
en la Enciclopedia Británica".
Yo voy pensando en el gato y Marianne Moore.
No more:
ya he entrado a la embajada iluminada
y saludo al Señor Embajador.
***
El gato como voluntad y representación
Por Beatriz Vignoli
a Ana Russo
LOS GATOS se fastidian ante las puertas cerradas:
o dominan el mundo, o se tumban a morir.
Que su único límite sea su cansancio;
detrás del muro, podría haber el pájaro.
Al gato lo dejan perplejo los espejos:
"La zarpa se detiene, el ojo sigue?"
Los espejos son el comienzo del lenguaje.
**
Los autores
LOS POEMAS de esta página forman parte de El libro de los gatos, antología de poemas sobre esos animales, compilada y prologada por Liliana García Carril (Bajo la Luna/Edic. del puerto, Buenos Aires, 2009).
JOAQUÍN GIANUZZI (1924-2004). Nació y vivió en Buenos Aires, murió en la provincia de Salta. Poeta y periodista. Publicó entre otros: Nuestros días mortales, Las condiciones de la época, Principios de incertidumbre.
JORGE LUIS BORGES (1899-1986). Nació en Buenos Aires y murió en Ginebra. Ensayista, narrador, poeta, traductor y antólogo. Entre sus títulos pueden citarse Evaristo Carriego, El hacedor, El Aleph, El libro de arena.
ERNESTO CARDENAL (1934). Nació en Nicaragua. Es sacerdote, poeta, traductor y fue Ministro. Entre sus títulos figuran Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, Cántico cósmico.
BEATRIZ VIGNOLI (1965). Nació en Rosario. Poeta, narradora, periodista y traductora. Escribió, entre otros, Almagro, Viernes, Nadie sabe dónde va la noche.
Extraído de El País Cultural
Montevideo, Uruguay
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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