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(Ciudad de México, México, 1957)
Canción de las aldabas
Preciso notas para esta canción definitiva.
Tras la puerta vive aquél inabordable ya pendiente;
muy temprano
suicidó su aldaba.
Mano, ¿te apresuras postigo?
Ilusión en hierro, ¡fórjame una llave!
Ignora el poder del vendaval
quien escribe cancioncitas cursilonas en galeones de humo
y canta irresponsable en los incendios.
Quiero regalarte este dolor definitivo,
el hálito del moribundo deshojándose en la cuneta de su cama.
Esto es serio, señoras y señores.
¿Qué es esta vida sino el tránsito de la inocencia al rehilete?
Neurona, grano de trigo en busca de horno, pan,
trozo de carbón que quisiera procrear
otra especie de señales de humo...
¡Recordarlo todo
para olvidarme!
Señoras y señores:
¿Qué arcángel aplaudirá
la resurrección de las aldabas?
¿Quién posee cantos para este misterio?
Y Dios, al tocar ¿llamará exultante y a todos por Su Nombre?
***
Cosas así
La noche que desaparecieron la madre y las arañas,
no hubo en este cuarto más esquinas cortafuego
ni atmósferas seguras.
¡Ay, madre!
El techo joven perdió las arrugas;
la risa, aquella hamaca sostenida de milagro
y Penélope su avidez restauradora.
Los intentos alongaron su exilio hasta geografías desiertas: tus cosas.
No miraste, no quisiste ver.
Llovieron lágrimas por el doble vértice infartado,
antes embudo arterial;
fuimos corazones de arena en flujo profano.
Los arácnidos mudaron el nido y algunos abalorios.
Así, cualquier correría del ojo resulta inhumana:
astilla la memoria del cristal,
brújulas rumbo al territorio de la nada.
Conflictos así han de matarme:
mirar la omnipotencia del padre y sobrevivir su desvanecimiento,
oler la tierra prometida
y en la antesala, atestiguar el contraespejo del Arcángel.
Todo, o casi todo, madre,
consecuencia del nada original pecado
de hincar el diente en las manzanas.
***
Soga en casa del ahorcado
Reclama al brujo que convirtió halcones en gusanos,
así podremos hablar del polluelo en este nido
calcinado.
Fabrica un conjuro, devuelve a los cuervos el alba,
que su plumaje olvide la obsesión
por los tinteros,
sólo así volveremos a ser ojos sin sospecha.
Clava -de una vez- al vampiro con su reflejo,
pon tres ajos al norte
y una cruz de sal en nuestra estirpe.
Necesito que Heráclito triunfe
y nadie
nunca
vuelva a bañarse en las aguas amnióticas
de otro caldero cómplice.
Hablo de la soga
en la casa del ahorcado:
una película donde Eva yace junto a Caín,
Abel se entierra solo
y hasta Dios
calla.
***
De tigres y panteras
Si sobrevivir al tigre os parece
heroico,
domesticar la jaula...
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