martes, 20 de octubre de 2009

La noche huele a sueños invernales y a manzanas


ROBERT FROST
(EE.UU., 1874 - Ibídem, 1963)


El peligro de la esperanza

Es justo allí
a mitad de camino entre
el huerto desnudo
y el huerto verde,
cuando las ramas están a punto
de estallar en flor,
en rosa y blanco,
que tememos lo peor.

Pues no hay región
que a cualquier precio
no elija ese tiempo
para una noche de escarcha.

Versión de Carlos López Narváez
***
Amor y una pregunta

Un extraño llegó hasta la puerta en el ocaso,
Y habló con el justo novio.
Llevaba una vara blanca y verde en la mano,
Que a su vez sostenía todas sus cargas.
Preguntó, más con los ojos que con los labios,
Si habría refugio para él durante la noche,
Y se volvió para mirar la distancia del camino,
Sin luces ni ventanas iluminadas.

El novio dio un paso y cruzó la puerta diciendo:
Miremos hacia el cielo,
Y preguntemos por la noche que vendrá,
Tú y yo, extraño compañero.
Las hojas de la vid cubrían el patio,
Los frutos de la vid eran azules,
Otoño, sí, pero el invierno estaba en el viento;
Extraño, ojalá lo supiera.

Dentro, la novia yacía sola en el atardecer,
Inclinada sobre el fuego del placer,
Su rostro brillaba rojo frente al carbón,
Y rosa era el deseo y el pensamiento del corazón.

El novio observó el camino desgastado,
Sin embargo la vio a ella en el interior,
Y deseó su corazón en un cofre de oro,
Inmóvil con un alfiler de plata.

El novio pensó en un pequeño regalo,
Algo de pan, una bolsa para el descanso,
Una oración sincera por los pobres de Dios,
O para los ricos una humilde maldición.

Pero si aquel extraño fue consultado o no,
Sobre la muerte del amor de dos,
Por albergar la pena en la noche que vendrá,
El novio nunca lo supo, pero deseó saberlo.
***
Abedules

Traducción: Rhina P. Espaillat

Los abedules se bifurcan ante
la línea oscura de árboles más rectos;
quiero pensar que los domó algun niño.
Pero no dura la labor de un niño.
La que hace el hielo, sí. Los habrás visto
cargados de hielo en las mañanas
de sol cuando ha llovido. Hacen cric-crac,
rama con rama, cuando el viento irisa
y fractura el esmalte que los cubre.
Luego el sol los despoja de cristales,
avalanchas se estrellan en la nieve
de vidrios que parecen, al barrerse,
fragmentos de la bóveda del cielo.
Sobre helechos marchitos se amontonan;
parecen no quebrarse, pero nunca,
tras inclinarse tanto, se enderezan.
En el bosque se ven arquear sus troncos
por muchos años, y arrojar las hojas
al suelo, como niñas de rodillas
en pleno sol para secarse el pelo.
Pero decía, antes de interponerse
la Verdad con sus asuntos prácticos,
que prefiero pensar que algún muchacho
los doma, si va y vuelve con las vacas—
lejos del pueblo y el juego de pelota,
obligado a inventar sus propios juegos,
sea verano o invierno, y jugar solo.
Por subyugar los árboles paternos
uno por uno se ha trepado en ellos,
quitándoles, por fin, la rigidez,
sin dejar uno erguido, ni uno solo
indómito. Lo que aprender debía,
lo aprendió: no desprenderse antes
de tiempo, y evitar llevarse el árbol
hasta la tierra. Supo mantenerse
siempre en la copa, montarse con cuidado,
como quien llena un vaso al mismo borde,
y hasta encima del borde. Y sólo entonces,
con un chasquido, un salto, se lanzaba,
pateando el aire hasta pisar la tierra.
Así fui yo también, en otro tiempo,
domador de abedules; sueño serlo,
cuando me agobian los asuntos graves,
y la vida parece un bosque espeso
donde la cara siente telarañas
que irritan y pican, lagrimeando
un ojo latigado por las ramas.
Bueno sería alejarme de la tierra,
para volver y comenzar de nuevo.
Que no me oiga el destino mal, ni a medias,
con sólo arrebatarme de la tierra
sin más volver. La tierra es donde se ama:
no sé dónde el amor mejor se afinque.
Yo bien me iría trepando a un abedul,
por esas ramas negras, tronco blanco,
camino al cielo, hasta que se inclinara
bajo mi peso, y me dejara en tierra.
Eso me serviría de ida y vuelta.
No hace mal quien se lanza de abedules.
**
Birches

When I see birches bend to left and right
Across the lines of straighter darker trees,
I like to think some boy's been swinging them.
But swinging doesn't bend them down to stay.
Ice-storms do that. Often you must have seen them
Loaded with ice a sunny winter morning
After a rain. They click upon themselves
As the breeze rises, and turn many-colored
As the stir cracks and crazes their enamel.
Soon the sun's warmth makes them shed crystal shells
Shattering and avalanching on the snow-crust--
Such heaps of broken glass to sweep away
You'd think the inner dome of heaven had fallen.
They are dragged to the withered bracken by the load,
And they seem not to break; though once they are bowed
So low for long, they never right themselves:
You may see their trunks arching in the woods
Years afterwards, trailing their leaves on the ground
Like girls on hands and knees that throw their hair
Before them over their heads to dry in the sun.
But I was going to say when Truth broke in
With all her matter-of-fact about the ice-storm
(Now am I free to be poetical?)
I should prefer to have some boy bend them
As he went out and in to fetch the cows--
Some boy too far from town to learn baseball,
Whose only play was what he found himself,
Summer or winter, and could play alone.
One by one he subdued his father's trees
By riding them down over and over again
Until he took the stiffness out of them,
And not one but hung limp, not one was left
For him to conquer. He learned all there was
To learn about not launching out too soon
And so not carrying the tree away
Clear to the ground. He always kept his poise
To the top branches, climbing carefully
With the same pains you use to fill a cup
Up to the brim, and even above the brim.
Then he flung outward, feet first, with a swish,
Kicking his way down through the air to the ground.
So was I once myself a swinger of birches.
And so I dream of going back to be.
It's when I'm weary of considerations,
And life is too much like a pathless wood
Where your face burns and tickles with the cobwebs
Broken across it, and one eye is weeping
From a twig's having lashed across it open.
I'd like to get away from earth awhile
And then come back to it and begin over.
May no fate willfully misunderstand me
And half grant what I wish and snatch me away
Not to return. Earth's the right place for love:
I don't know where it's likely to go better.
I'd like to go by climbing a birch tree,
And climb black branches up a snow-white trunk
Toward heaven, till the tree could bear no more,
But dipped its top and set me down again.
That would be good both going and coming back.
One could do worse than be a swinger of birches.
***

Después de la cosecha de manzanas
Traducción: Rhina P. Espaillat

Mi escalera eleva sus dos puntas donde
el cielo se ve
entre ramas; un barril que no llené
me espera, y en el verdor quizás se esconde
fruta que todavía no he cosechado.
Mas, para mí, la cosecha ha terminado.
La noche huele a sueños invernales
y a manzanas: siento gran modorra.
A través de una capa de cristales
que esta mañana lució el estanque helado,
vi una extrañeza tal que no se borra,
que con su escarcha ha blanqueado el prado.
Se licuó el hielo, lo dejé caer,
y se estrelló,
y a mí —dormido ya cuando cayó—
me reveló
lo que este sueño mío había de ser:
manzanotas que iban y venían
entre racimo y flor,
con manchas de marrón que enrojecían.
El empeine no me deja de doler
donde lo ha deformado el escalón.
La escalera, al más leve temblor
de las ramas, se agita, y oigo retumbando
en el cajón
las manzanas que lo van atiborrando.
Es que esta demasía
—esta abundancia— abruma: me he cansado
de la cosecha que yo mismo he deseado.
Mil veces por diez mil frutas había
que acariciar y no dejar caer,
por ser
hacia el gran molino encarrilado
—aunque entero y limpio de defecto—
todo fruto caído: aunque sea sano,
es despreciado.
Se comprende que me inquieta ese prospecto;
me turba el sueño, si es sueño este letargo.
Si no se hubiera
marchado la marmota, diría si es como el largo
sueño suyo aquel que pinto a mi manera,
a un simple sueño humano.
**
After Apple-Picking

My long two-pointed ladder's sticking through a tree
Toward heaven still,
And there's a barrel that I didn't fill
Beside it, and there may be two or three
Apples I didn't pick upon some bough.
But I am done with apple-picking now.
Essence of winter sleep is on the night,
The scent of apples: I am drowsing off.
I cannot rub the strangeness from my sight
I got from looking through a pane of glass
I skimmed this morning from the drinking trough
And held against the world of hoary grass.
It melted, and I let it fall and break.
But I was well
Upon my way to sleep before it fell,
And I could tell
What form my dreaming was about to take.
Magnified apples appear and disappear,
Stem end and blossom end,
And every fleck of russet showing clear.
My instep arch not only keeps the ache,
It keeps the pressure of a ladder-round.
I feel the ladder sway as the boughs bend.
And I keep hearing from the cellar bin
The rumbling sound
Of load on load of apples coming in.
For I have had too much
Of apple-picking: I am overtired
Of the great harvest I myself desired.
There were ten thousand thousand fruit to touch,
Cherish in hand, lift down, and not let fall.
For all
That struck the earth,
No matter if not bruised or spiked with stubble,
Went surely to the cider-apple heap
As of no worth.
One can see what will trouble
This sleep of mine, whatever sleep it is.
Were he not gone,
The woodchuck could say whether it's like his
Long sleep, as I describe its coming on,
Or just some human sleep.

***
EL CAMINO NO ELEGIDO

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;

Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.

Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.

Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
**
THE ROAD NOT TAKEN

Two roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveller, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth;

Then took the other, as just as fair
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear;
Though as for that, the passing there
Had worn them really about the same,

And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.

I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
two roads diverged in a wood, and I –
I took the one less travelled by,
And that has made all the difference.

***
Adiós

Ahora me voy afuera caminando
El desierto del mundo,
Y mis zapatos y mis medias
No me molestan.

Dejo atrás
Buenos amigos en la ciudad.
Dejemos que beban bastante vino
Y que luego se acuesten.

No crean que me voy
Desterrado la oscuridad exterior,
Como Adán y Eva

Olvida el mito.
No hay nadie
Que pueda expulsarme de aquí
Ninguno que pueda echarme fuera.

A menos que me equivoque
Sólo obedezco
La llamada de este canto:
Me voy... ¡zarpo ahora!

Y podría volver
Si no me siento satisfecho
Con lo que he aprendido
Al haber muerto.
***
Nothing Gold Can Stay

Nature's first green is gold,
Her hardest hue to hold.
Her early leaf's a flower;
But only so an hour.
Then leaf subsides to leaf.
So Eden sank to grief,
So dawn goes down to day.
Nothing gold can stay.

**

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char