domingo, 29 de abril de 2012

Éste no es un poema sobre la estupidez

Dos poemas de MARY OLIVER
(EE.UU., 1935- )

POEMA DEL CAIMÁN 

Me arrodillé
al borde del agua,
y si los pájaros blancos
en la copa de los árboles silbaron alguna advertencia
no entendí,
bebí hasta el momento en que llegó
empujándome,
su cola se sacudía
como un fajo de espadas,
acuchillando el pasto,
y el interior de su boca como una cuna
se abrió,
rimando con dientes –
y así es como casi muero
de estupidez
en la bella Florida.
Pero no.
Me hice a un lado y caí,
él siguió su curso, golpeando todo en su camino
mientras se arrastraba hasta el agua
y se arrojaba adentro,
y, al final,
este no es un poema sobre la estupidez sino sobre
cómo me levanté del suelo y vi el mundo
como si fuera la segunda vez,
de la manera en que es realmente.
El agua, el círculo de vidrio destrozado,
se curó a sí mismo con un susurro suave
y se tendió
con la luz negra del acero pulido,
y los pájaros, en las cataratas interminables de los árboles,
sacudieron abiertos los pétalos nevados de sus alas, y se dispersaron,
mientras, como recuerdo, y para afirmarme,
alcancé
y junté las flores silvestres del pasto alrededor mío
estrellas azules
y trompetas de sangre roja
en sus largos tallos verdes
durante horas en mis manos temblorosas brillaron
como el fuego.
***
ALEX

¿Dónde está Alex, cuidador de caballos?
Nadie sabe.
Vivió todo el año en el establo deshecho,
El verano seco escondido en el alero.
Ahora que se fue, quién se lamenta, quién puede,
Por Alex, el de la barba enmarañada?
Un hombre viejo y terroso,
Que una vez persiguió a mi hermano
Agitando una escopeta oxidada.
Y tenía ojos hambrientos
Por el dinero y por la botella.

La semana pasada los oficiales del pueblo
Vinieron en sus camiones brillantes
Y tiraron abajo su establo,
Y el último caballo fue vendido,
Y él no estaba.
Bueno, tal vez esté en el loquero,
O tal vez esté durmiendo la mona
En las afueras del pueblo,
Tirado sobre una cama de heno,
Soñando con cuero y con caballos.

Y tal vez, con suerte, esté muerto.

**
Traducciones de Valeria Meiller y Martín Armada

5 comentarios:

silvia camerotto dijo...

el primero. oh, el primero!

Irene Gruss dijo...

¡Y el segundo también! Gracias, sibila; Irene

Anónimo dijo...

Festejo estos dos poemas

silvia camerotto dijo...

sí, sí. pero el primero. gracias, i.

Irene Gruss dijo...

Gracias, Paula, Sibila. Mi abrazo; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char