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Un poco
de FLORENCIA MINICI
(Buenos Aires, Argentina, 1985-)
Vietnam
1
odio Vietnam,
cada año
más y más occidental
cae de todas las bocas
que voy tocando; me comentan
batallas que nunca elijo, me caen
como una bomba al fondo:
una cara, amor, viajes
cortados por la mitad, cintas,
películas que siempre dejaste
por la mitad,
miércoles o sábado, de repente
un estallido. La luz violeta
titila, en la punta de allá:
la selva por la bomba.
***
2
Es verdad, yo tengo
un elefante en la cabeza
que galopa como una cebra
y se come a las moscas que atacan
la fruta y dejan rastro.
Tengo el Síndrome de Vietnam,
por la guerra más larga
del que la tiene más larga
contra el que no la tiene
y vive en la falta, a la sombra
del único árbol en todo el desierto; así
no se puede:
elefantes, moscas, millones de dólares
un solo árbol y desierto: todo junto,
la cabeza herida
***
3
Estoy acá
para entregarte Saigón
y que me dejes de abrir la herida humana,
y le diste la carta
al huerfanito que cruza las minas
hasta la línea enemiga; todo
a cambio de casa y comida
en el país
que ibas a armar
con diplomáticos en el exilio;
yunkies que vieron
morir a Dios
o la guerra.
No voy a ocultarte
que siento mucha satisfacción
de recibir al ayo
desnudo y lleno de tus promesas:
“exilio, país, diplomacia”;
no importa si todos me escuchan
amar al enemigo en la radio oficial; saben
que si no te respondo
un telegrama
o una circular
es porque quiero irme en el aire
con los que van ahora con vos, decirles
que también tuve un nombre
y cuando me diste Saigón
no hice caer una sola gota de sangre
ni una; a tu pueblo
y a tus ministros
los dejé salir
antes de volar las puertas, y decir:
Yo declaro que el gobierno de Saigón
está completamente disuelto
en todos sus niveles.
A lo mejor, cuando se termine la guerra
y no haya nada
parecido a Vietnam
entre tu pueblo y el mío
no solo haya paz
***
¿Por qué es brutal, y viene del cielo
un fuego
muy inteligente
a martillar mi cabeza?, como si vos
sacaras una foto, y no; abajo
me confundo,
no es que alguien
dispare desde el cielo o escupa:
no es la lluvia, no la de enero; no es un misil
este mensaje; el arco iris
con colores equivocados; no sé
si sos vos o el avión
que se pincha y cae;
el relámpago
casi me alcanza, distingo
unas manchas como de ojos,
o bien podrían ser bocas
de un bicho, qué inteligente,
ni chico ni chica; algo
cae del cielo y no sé qué es
y no es justo ni bello.
***
Tokio se desplomó en el 23
cuando las casas eran bajas,
anchas, de madera,
de bambú y de papel. Desde la playa
me mordí los labios sin dolor,
en Mar del Plata,
con la noticia de que
para 2010
van a reformar el código Japonés de 1955
que calcula los principios fundamentales
en la defensa contra sismos. Entonces
iba a poder tener una casa
con vista al mar, enrejada
indestructible. Todos los edificios
deben ser construidos
según la enseñanza de Tokio:
teniendo en cuenta una fuerza sísmica
lateral y proporcional
al peso del complejo habitacional,
Torres de Manantiales
o cualquier corporación del tiempo libre.
Tenía cerca una familia bien bronceada
con el mismo Clarín:
qué buena la línea de Tokio, mi amor,
ahora con el suelo y el riesgo
que su naturaleza nos pone en cada verano,
no se puede ir al mar
sabiendo si se va a volver
o si se va a flotar
entre las mesas de un restaurant
y los perros, y las cucarachas
que habrán sobrevivido a la bomba atómica
pero que a un tsunami
no; no volvemos
a Manantiales nunca. Con el mismo Clarín
la mujer más práctica que vi en mi vida
envolvió unos churros
y les dijo, vamos, está el viento
soy esta mujer, y no quiero
ser tragada en el mar, ni en los escombros,
no veraneemos
hasta que Tokio vuelva a derrumbarse
y la ingeniería de refugiados del MIT
conciba un código más perfecto
todavía
que el que está por venir.
**
Foto: tomada de lamanzanaenelgusano.com
2 comentarios:
Me encantó!! Saludos
Gracias, Lourdes; Irene
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