martes, 22 de noviembre de 2011

Un final digno del comienzo

WILLIAM BUTLER YEATS
(Irlanda, 1865-1939)

Vacilación
IV


Llegó, pasó mi cincuenta aniversario,
Sentéme solitario
En Londres, en un bar abarrotado,
Libro abierto y una taza vacía
Sobre la mesa de mármol.

Y entonces, mientras contemplaba el bar y la calle,
Una súbita llamarada inundó mi cuerpo;
Y por unos veinte minutos creí,
Tan grande era mi felicidad,
Que de algún modo estaba de buena suerte.
***
Vacilación

V.

Aunque dore el sol de estío
El revuelo de las nubes en el cielo,
O la luna invernal grabe en el campo
El laberinto que la tormenta desparrama,
No puedo yo mirar hacia allí,
Tanto me agobia mi responsabilidad.

Cosas hechas o dichas hace mucho,
O cosas que no hice ni dije
Sino que sólo pensé decir o hacer
Me agobian, y no pasa un día
Sin que alguna de estas cosas rememore
Con asombro de mi conciencia y vanidad.

Versión: S/D
***
¿Por qué no habrían de rabiar los viejos?

¿Por qué no habrían de rabiar los viejos?
Algunos vieron a un muchacho de futuro
Que buen pulso tenía en la pesca con anzuelo
Convertirse en un periodista borracho;
A una muchacha que supo todo Dante de memoria
Vivir para parir hijos de un necio;
A una Helena de sueño benéfico y social
Subir a gritar a una vagoneta.

Algunos piensan que es cosa natural que el destino
Deba matar de hambre a los buenos
Y a los malos hacerles progresar;
Que si sus vecinos imaginaran claramente,
Como en una pantalla iluminada,
Ni una sola historia encontrarían
De una mente feliz que no quebrara
O de un final digno del comienzo.

Los jóvenes no saben nada sobre esto,
Los viejos, que todo observan, bien lo conocen;
Y cuando sepan lo que dicen los libros de antes
Y que nada mejor podemos esperar,
Entonces sabrán por qué habría de rabiar un viejo.

Versión: S/D
***
Oí decir a los muy, muy viejos

Oí decir a los muy, muy viejos:
"Todo cambia
Y uno a uno vamos cayendo".

Tenían las manos como garras,
Y las rodillas torcidas como espinos
Junto a las aguas.

Oí decir a los muy, muy viejos:
"Todo lo bello se pierde al pasar,
Como las aguas".

Versión: S/D
***
Una joven y vieja mujer
Una última confesión

¿Cuál fue el alegre muchacho que más me agradó
De todos cuantos yacieron conmigo?
Respondo que mi alma entregué
Y en el dolor amé,
Mas gran placer me dio un muchacho
Al que físicamente amé.

Libre del cerco de sus brazos
Reía al pensar que era tal su pasión
Que él imaginaba que yo entregaba el alma
Cuando sólo existía el contacto de dos cuerpos,
Y reía sobre su pecho al pensar
Que era la misma entrega que hay entre las bestias.

Di lo que otras dieron
Después de quitarse la ropa,
Mas cuando esta alma del cuerpo se despoje
Y desnuda vaya a lo desnudo
Aquel a quien hallo encontrará allí dentro
Lo que ningún otro conoce.

Y dará lo suyo y tomará lo suyo
Y regirá por derecho propio;
Y aunque amó en el dolor
Tanto se aferra y se cierra,
Que ningún ave diurna
Osaría extinguir tal deleite.

Versión: S/D
**
Tomados de http://poemaseningles2.blogspot.com/
Imagen:  Pedro Pablo Rubens

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char