jueves, 31 de marzo de 2011

Un hombre plateado en un caballo negro

Otros poemas
de GREGORY CORSO
(EE.UU., 1930-2001)

Ventana

Te digo a vos
morir, creer que vas a morir
es una horrible
triste creencia
Las personas no son confiables
y tus padres tu sacerdote tu gurú son personas
y son ellos los que te dicen que debés morir
creerles a ellos es morir
Porque ves a otro morir
creés que tenés que morir
sin embargo sólo conocerás la muerte de otro
nunca la tuya propia
incluso en tu lecho canceroso
nunca sabrás que te despertás muerto
El cuerpo es simplemente una etapa
nacemos de nosotros mismos
del encarnado amanecer
a la noche desencarnada
al amanecer reencarnado
una continua conexión
cuyo hilo conductor es el espíritu
nuevamente te digo
no conozco la impermanencia
estoy con la permanencia
y desprecio la muerte
sólo tengo sentimientos por los vivos
no tengo sentimientos por los muertos
Te dicen que tenés que morir para llegar al cielo
mandá a la mierda a esos forros poco creíbles
que con su fe fraudulenta
matan a millones de eternas inteligencias
Les digo a Uds. Los muertos: no van a ningún lado
sólo si están vivos podrán llegar aquí, allá, a cualquier lado
El espíritu es más sabio que el cuerpo
Creer que la vida muere con el cuerpo
es estar enfermo del espíritu
El gran peligro es
pensar con el cuerpo que el espíritu es cosa efímera
La víctima de cáncer de espíritu saludable
no es una cosa terminal
y el cuerpo saludable frágil de espíritu
sí lo es
Como los peces son aguas animalizadas
nosotros somos espíritus humanizados
los peces van y vienen los humanos también
la muerte de los peces
no es la muerte de las aguas
la muerte de tu cuerpo
no es la muerte de la vida
Así es
cuando digo que nunca conoceré mi muerte, creo en ello,
conmigo el espíritu emergió con su rostro humano
logré salir de la vida vivo
Y no permitas que un cuerpo en una tumba
en cuya lápida podrás leer el nombre de Gregory Corso
te cause gracia, tiente esa risa tuya «Ja, Ja»
«Él decía que nunca moriría,
mirá, el imbécil fue enterrado bien muerto»


Sólo tenés que saber que habrá un cielo
sobre esa tumba ahí
y transportará el tamaño de mi espíritu a todas partes
y esto es una mera suposición
porque quizás nunca verás esa tumba
seguramente yo nunca la veré
Así de este modo como los peces son al agua
así soy yo respecto de la tierra, el fuego, el aire
y así seré hasta tanto todos estos elementos
no estén más allí

Habré muerto en realidad
hasta entonces todavía seré
como ahora, como mañana
como ayer;
adiós, que tengan una buena vida
recuerden
que las personas
las más de las veces
no son confiables,
y son ellas las que te dicen que tenés que morir;
te estaré viendo en mis ecos
la próxima vez

Versión de Esteban Moore
***
Tengo 25

Con un amor una locura por Shelley
Chatterton Rimbaud
y la indispensable verborragia juvenil
ha pasado de oreja a oreja:
¡ODIO A LOS POETAS VIEJOS!
Especialmente a los viejos poetas que se retractan
que consultan a otros viejos poetas
que hablan de su juventud en susurros,
diciendo: –Hice aquello entonces
pero entonces era entonces
eso fue entonces
Oh yo querría callar a los viejos
decirles: –Soy su amigo
lo que ustedes fueron alguna vez, a través de mí
volverán a serlo
Luego a la noche en la intimidad de sus hogares
arrancaría sus lenguas exculpatorias
y robaría sus poemas.

Versión de Silvia Camerotto
***
Ellos nunca morirán en ese campo de batalla
ni las sombras de los lobos reclutarán sus tesoros como
novias del trigo en todos los horizontes esperando allí
para consumir el fin de la batalla
no habrá ningún muerto que ponga tensos sus vientres
flojos ningún montón de tiesos caballos en los que
enrojecer sus ojos brillantes o aumentar su comida de
muertos.
Antes vagarían enfurecidos y hambrientos con lenguas
dementes que creer que en ese campo ningún hombre pudo morir.
Nunca morirán aquellos que luchan tan abrazados
aliento con aliento, el ojo reconociendo al ojo, imposible
morir o moverse, ninguna luz se filtra, ningún brazo con maza,
nada más que un caballo resoplando contra otro, escudo
brillante sobre escudo, todos iluminados
por el afilado rayo de un ojo bajo un yelmo.
¡Y aquellos pendones! Lo bastante airados para echar a volar
sus insignias de una parte a otra del cielo que han borrado.
Podría imaginarse que pintó sus ejércitos junto a los ríos
más fríos que tenías filas de calaveras de acero
brillando en la oscuridad.
Pensarías que es imposible que un hombre muera
la boca de cada combatiente es un castillo de canción
cada puño de acero un gong soñador, golpe resonante,
golpe
como gritos de oro
¡Cómo desearía participar en tal batalla!
Un hombre plateado en un caballo negro con un
estandarte rojo
y una lanza listada, nunca morir sino ser eterno
un príncipe dorado de una guerra pictórica.

Traducido por Diego A. Manrique para Producciones Editoriales
***
AYER A LA NOCHE MANEJÉ UN AUTO

Ayer a la noche manejé un auto
sin saber manejar
sin tener un auto
manejé y atropellé
gente que amaba
fui a 180 por un pueblo
Paré en Hedgeville
y dormí en el asiento de atrás
… entusiasmado con mi nueva vida

Traducción: s/d
*
Imagen: La batalla de san Romano, Paolo Ucello
*

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Ucello

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char