ENTRE OTROS, UN POEMA DE ALGUNOS de los INVITADOS
AL FESTIVAL DE POESÍA ROSARIO 2010
ROBERTO RASCHELLA
(Buenos Aires; Argentina, 1930)
El silencio era cuatro muchachos
El silencio era cuatro muchachos que pasaban.
Había un pozo de creta delante de la iglesia.
La madre decía el pesar sobre la sangre
del hijo herido o el animal callado,
después arrojaba la desnuda madeja a la cama
que ya estaba excavada.
Temía los signos del perro de cobre puro,
el perro entre martillos de verano y hambres,
el perro que surgía de sus ojos vivo.
"¿De dónde ha llegado esa nube?"
"Ha llegado de otro mar: pasó
por la ventana y arrancó el lunario."
"Llórame, madre, entonces. Llórame
en vida, llórame."
"No. Hago votos por ti,
con toda el alma.
Pero no bailes.
Te dará vuelta la cabeza.
Oh, amargo hijo:
tú que no tienes sufrimiento
todavía, tú que heredas mi mal,
tú que has nacido con los pies de fuego...
Búscate una mujer.
Búscate un hermano, te pido.
Búscate otra tierra."
Ella era la forma mía,
la terrible pared.
***
GABRIELA SACCONE
(Rosario, Santa Fe, Argentina, 1961)
I
El silencio, el brillo en la tarde
es más de lo que una espera
al mirar las estrellas.
Nacemos con menos asombro que dolor
por lo que vayamos a ver,
pero que a esta hora ni un auto
circule por la calle, que llueva y el pavimento
muestre los destellos de un cielo nublado
bastan para enturbiar il male di vivere,
haciéndonos parte de un paisaje de espuma.
***
PETER THEUNYNK
(Eeklo, Flandes del Este, Bélgica, 1960. Vive y trabaja en Antwerp)
Grabado
Esa manera de volar de la gente
en grabados antiguos, tan nítida
tan cándida.
Entre retratos de emperadores
y soldados, animales vertebrados y
ballenas, tan irrefutable.
¿Perdieron luego la práctica,
por la falta de elasticidad
en los dedos, el exceso de plomo
en los padres? Golondrinas
a la espera, cotorreando
en cables de teléfono.
(de Berichten van de Pan American Airlines & Co, Mensajes de la Pan American Airlines & Co., 1997)
***
SYLVINA BACH
(Tucumán, Argentina, 1975)
El país de las maravillas
Aquí yacen
el sombrerero loco, el conejo blanco,
muertos de ingenuidad.
El amor está en sombras,
la reina de corazones anhela tu muerte
En este mundo es difícil encontrar el tamaño justo,
no hay cómo adaptarse a la medida de los otros.
Aquí
lo único que perdura
es la sonrisa del gato que se esfuma.
Sonríe, como él,
Alicia
y desaparece.
***
VIRNA TEIXEIRA
(Fortaleza, Brasil, 1971)
Landscape
para dónde las piernas
que pedalean mientras
ovejas migran en
dirección opuesta:
montañas
y las ruedas veloces
de los coches y los pies
determinados y
exhaustos
del ciclista solitario
en el verde (cortado)
de la cuesta.
Traducción: Victor Sosa
***
IGOR BARRETO
(San Fernando de Apure, Venezuela, 1952)
A Custodio Martínez lo arrancamos de las fauces de un caimán. Eso ocurrió en El Panchero cuyas aguas lodosas desembocan en otro caño de nombre Guafita. Vadeando el cauce al llegar al cantil ribereño el caimán lo agarró por las piernas. Vi al pobre sacar apenas una mano, y luego emerger la enorme trompa del reptil sacudiendo su presa para desgarrarla. Era un caimán de cinco varas de largo y musgosa coraza amarilla. En el hervor de las aguas lo soltó. A Custodio Martínez lo trasladamos en un chinchorro, dormía bajo el sol y llevaba un hilo de sangre surcando el lóbulo de la oreja. Antes de morir se levantó como si nada hubiese ocurrido, tomó un papel y escribió este poema:
Una barca con sus bogas,
con ornamentos dorados.
Y una serpiente bebiendo
lo que resta del verano.
***
MARITZA KUSANOVIC VARGAS
(Punta Arenas, Chile, y desde hace 37 años reside en Río Gallegos, Santa Cruz)
la ruta del nombre
Porque sólo el óvulo supo imaginar el mundo
Primero fui un tinte
El pastiche en la masa
Los padres bruñían y bruñían
hasta envolver los huesos
Ya está dijeron-dijo la placenta
ya está Porque los ovarios también
discuten la cosa La cosa fui yo
antes de mi boca La roja
que esconde el cuerpo
Antes de que mi boca dijera
este cuerpo es mío Y el cuerpo
la ocultara entre sus piernas
Lo cierto es que
nunca cultivé la boca
Alguna vez ella miró
desde la profunda
Miró llover y cerró los ojos
para no ver como la lluvia borra
lo que toca
Es dura la boca La boca no sueña
Tiene pesadillas El fuego no la
deja dormir-dice que la hoguera
Da testimonio y firma Dice
que siempre hay leña
Dice que siempre la queman
La boca también abrasa Tiene
un calor que marca y llama Tiene
una línea Y hay cenizas que escuchan
Y acuden Hay cenizas que pisan el hilo
en el lado más delgado de sus labios
***
THOMAS BOBERG
(Roskilde, Dinamarca. Vive actualmente en Copenhague)
Mientras lloro con un ojo
Ahora me he vuelto ese ladrón al que siempre yo negaba
frío, no como quien calcula
sino como el cleptómano, ardiente...
y no espero, tomo
no sólo el silencio del cadáver, no sólo la campana
de la capilla, sino la torre de la iglesia, el portal y el mendigo
en el atrio, su tazón, su moneda
yo robo
y el rebaño de ovejas resuena por el polvo, por el cansancio
empinándose
robo la sangre, robo la luz y la piel, hasta
los pulmones
hasta las cámaras batientes del sueño
Mi hurto, mi botín
es el día mismo y todo lo que trae
la noche misma y todo lo que contiene
robo la fogata nocturna junto a la choza
inclinada
donde los carboneros junto a la ferrovía
calientan sus manos nudosas
yo tomo lo que ni siquiera tienen
Por fin soy ahora el ladrón que siempre fui
y lloro con un ojo
mientras que con el otro robo
ahora cuando la fogata se extingue junto a las manos de los pobres
y se levantan
y parten como humo por los rieles
robo también la ceniza de sus vidas
de su pobre hoguera
que nunca le dejará un hueso a un perro lastimero
lo tomo también
robo con un ojo
mientras que con el otro lloro
jueves, 23 de septiembre de 2010
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
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