lunes, 15 de junio de 2009
Más del Dante
TRANSCRIBO OTRA VERSIÓN del CANTO III
de LA DIVINA COMEDIA
Trad.: JORGE AULICINO
Infierno, Canto Tercero
"Por mí se va a la ciudad sufriente,
por mí se va al eterno dolor,
por mí se va a la perdida gente.
"Es Justicia mi alto creador,
me hizo la divina potestad,
la sabiduría suma y el primer amor.
"No hubo antes de mí cosa creada,
sino las eternas, y yo eterno vivo;
dejen toda esperanza los que entran."
Estas palabras de color oscuro
vi escritas en lo alto de una puerta;
y dije: "Maestro, su sentido es duro".
Y él a mí, como persona cauta:
"Te conviene aquí dejar todo recelo;
toda cobardía matar aquí conviene.
"Hemos llegado al sitio que te he dicho,
en el que verás a la gente dolorosa
que ha perdido el bien del intelecto."
Y después que su mano sobre la mía puso,
con alegre rostro que me confortó,
me llevó dentro de las secretas cosas.
Suspiros, llantos y gemidos
resonaban en un aire sin estrellas,
que fue entrar, y mis lágrimas cayeron.
Lenguas diversas, horrorosas blasfemias,
palabras de dolor, acentos de ira,
voces altas y roncas, palmoteos,
hacían un tumulto que giraba siempre
en aquel aire eternamente oscuro,
como arena que el turbión arremolina.
Y yo, de horror tomada la cabeza,
dije: "Maestro, ¿qué es lo que oigo?
¿Y qué gente es ésta, por el dolor vencida?"
Y él a mí: "Este mísero destino
tienen las almas tristes de aquellos
que vivieron sin infamia y sin honor.
"Mezcladas están con el perverso coro
de ángeles que no se rebelaron
ni fueron fieles a Dios, y para sí vivieron.
"Los echa el Cielo para no ser menos bello
y el Infierno profundo no los quiere:
que alguna gloria los reos no tengan de ellos."
Y yo: "Maestro, ¿qué les pesa tanto
que los hace lamentarse así tan fuerte?"
Respondió: "Te lo diré muy breve.
"No tienen ni la esperanza de la muerte,
y su vida es ciega y es tan baja
que envidian la más negra suerte.
"No dejaron en el mundo fama,
piedad y justicia los desdeñan:
no pensemos en ellos, mira y pasa."
Y yo que miraba, vi una enseña
que girando corría tan ligero
que parecía indigna de descanso;
y una turba tan grande la seguía
que de no haberla visto no creería
que la muerte hubiese deshecho a tantos.
Luego que hube reconocido a algunos,
miré y distinguí la sombra del que en vida *
hizo por cobardía la gran renuncia.
De inmediato entonces comprendí
que era la secta de los condenados
que no complacen a Dios ni a su enemigo.
Estos desgraciados, que nunca fueron vivos,
desnudos iban y picados mucho
por moscones y avispas que allá había.
Y les regaban de sangre el rostro,
la que, mezclada con sus lágrimas, a sus pies
repugnantes gusanos recogían.
Y cuando al mirar más allá me di,
vi gente a la orilla de un gran río;
por lo que dije: "Maestro, concédeme
que sepa quiénes son y por qué motivo
tan dispuestos a cruzar parecen,
según en esta poca luz discierno."
Y él a mí: "Las cosas te serán contadas
cuando detengamos nuestro paso
sobre la triste ribera del Aqueronte."
Entonces, con los ojos vergonzosos, bajos,
temiendo que mi decir lo molestara,
camino al río me privé de hablarle.
Y allí, hacia nosotros, vino bogando
un viejo encanecido de viejísimo pelo,
gritando: "¡Ay de ustedes, almas malvadas!
"¡No esperen nunca contemplar el cielo!
Vengo a llevarlos hasta la otra orilla,
a la tiniebla eterna, hielo y fuego.
"Y tú, que eres aún ánima viva,
apártare de éstos, que están muertos."
Y así que vio que yo no me alejaba:
"Por otras vías, por otros puertos,
verás la playa, no por aquí: para pasar,
barco más ligero conviene que te lleve."
Y el duca ** a él: "Caronte, no te enojes;
así está dispuesto allá donde se puede
lo que se quiere, y nada más preguntes."
Se calmaron entonces las peludas mejillas
del barquero del pálido pantano,
de ojos rodeados por círculos de llamas.
Pero aquellas almas cansadas y desnudas
cambiaron de color y batieron dientes
cuando comprendieron las palabras crudas.
Maldecían a Dios y a sus parientes,
la especie humana, el lugar, el tiempo, la simiente,
que los sembró, y su propio nacimiento.
Después se retiraron todas juntas,
llorando fuertemente, a la orilla malvada
que espera al hombre que a Dios no teme.
Caronte, demonio con ojos de ascuas,
gesticulando se llevaba a todas,
golpeando con el remo a las rezagadas.
Como en otoño se van las hojas
una tras otra, hasta que las ramas
rinden a la tierra todos sus despojos,
de esta manera la simiente mala de Adán
se arrojaba de la costa una a una,
a las señas, como pájaro al reclamo.
Así se fueron por la onda bruna
y antes de que allá bajaran,
aquí, un nueva escuadra se reunía.
"Hijo mío", dijo el cortés maestro,
"los que mueren en la ira de Dios
llegan aquí desde todos los países:
"y están prontos a cruzar el río,
porque la divina justicia los espolea
tanto, que el temor se convierte en deseo.
"Por aquí no pasa jamás ánima buena,
y por eso, si Caronte de ti se queja,
bien puedes saber ahora por qué truena."
Dicho esto, la sombría campaña
tembló tan fuerte, que de aquel espanto
la mente de sudor aún se me baña.
La tierra lagrimosa arrojó viento
y relampaguéo una luz bermeja
que me privó de todo sentimiento;
y caí como hombre tomado por el sueño.
Dante Alighieri (Florencia, 1265-Rávena, 1321), La divina commedia
Versión de Jorge Aulicino
* Refiere, según algunos, a Pilatos; según otros, a Diocleciano, que abdicó del Imperio, o a un jefe del partido Blanco (gibelino), de Florencia. Lo más probable -y por las defensas que ha suscitado, incluso- es que aluda a Celestino V, quien fue Papa por unos meses en 1294 y abdicó.
** Duca designaba, antiguamente, al conductor político, no necesariamente titular de un ducado (dux, duque). Dante lo usa en este sentido para mencionar a Virgilio, y no como metáfora de guía espiritual o maestro, pues en el Purgatorio le dice: "Tu duca, tu signore, tu maestro", con lo que el guía espiritual es identificado además como señor y condottiero. Por esto, se prefirió no traducir el término.
Inferno, Canto Terzo
«Per me si va ne la città dolente,/per me si va ne l'etterno dolore,/per me si va tra la perduta gente.// Giustizia mosse il mio alto fattore:/ fecemi la divina podestate,/ la somma sapienza e 'l primo amore.// Dinanzi a me non fuor cose create/ se non etterne, e io etterno duro./ Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate».// Queste parole di colore oscuro/ vid'io scritte al sommo d'una porta;/per ch'io: «Maestro, il senso lor m'è duro».// Ed elli a me, come persona accorta:/«Qui si convien lasciare ogne sospetto;/ogne viltà convien che qui sia morta.// Noi siam venuti al loco ov'i' t'ho detto/ che tu vedrai le genti dolorose /c'hanno perduto il ben de l'intelletto».// E poi che la sua mano a la mia puose/ con lieto volto, ond'io mi confortai,/ mi mise dentro a le segrete cose.// Quivi sospiri, pianti e alti guai/ risonavan per l'aere sanza stelle,/ per ch'io al cominciar ne lagrimai.// Diverse lingue, orribili favelle,/ parole di dolore, accenti d'ira,/ voci alte e fioche, e suon di man con elle// facevano un tumulto, il qual s'aggira/ sempre in quell'aura sanza tempo tinta,/ come la rena quando turbo spira.// E io ch'avea d'error la testa cinta,/ dissi: «Maestro, che è quel ch'i' odo?/ e che gent'è che par nel duol sì vinta?».// Ed elli a me: «Questo misero modo/ tegnon l'anime triste di coloro/ che visser sanza 'nfamia e sanza lodo.// Mischiate sono a quel cattivo coro/ de li angeli che non furon ribelli/ né fur fedeli a Dio, ma per sé fuoro.// Caccianli i ciel per non esser men belli,/ né lo profondo inferno li riceve,/ ch'alcuna gloria i rei avrebber d'elli».// E io: «Maestro, che è tanto greve/ a lor, che lamentar li fa sì forte?»./ Rispuose: «Dicerolti molto breve.// Questi non hanno speranza di morte/ e la lor cieca vita è tanto bassa,/ che 'nvidiosi son d'ogne altra sorte. //Fama di loro il mondo esser non lassa;/ misericordia e giustizia li sdegna:/ non ragioniam di lor, ma guarda e passa».// E io, che riguardai, vidi una 'nsegna /che girando correva tanto ratta, /che d'ogne posa mi parea indegna;/ e dietro le venìa sì lunga tratta /di gente, ch'i' non averei creduto/ che morte tanta n'avesse disfatta.// Poscia ch'io 'ebbi alcun riconosciuto,/ vidi e conobbi l'ombra di colui/ che fece per viltade il gran rifiuto.// Incontanente intesi e certo fui/ che questa era la setta d'i cattivi,/a Dio spiacenti e a' nemici sui.// Questi sciaurati, che mai non fur vivi,/ erano ignudi e stimolati molto /da mosconi e da vespe ch'eran ivi.// Elle rigavan lor di sangue il volto,/ che, mischiato di lagrime, a' lor piedi/ da fastidiosi vermi era ricolto. // E poi ch'a riguardar oltre mi diedi,/ vidi genti a la riva d'un gran fiume;/ per ch'io dissi: «Maestro, or mi concedi// ch'i' sappia quali sono, e qual costume/ le fa di trapassar parer sì pronte,/ com'io discerno per lo fioco lume».// Ed elli a me: «Le cose ti fier conte /quando noi fermerem li nostri passi/ su la trista riviera d'Acheronte».// Allor con li occhi vergognosi e bassi,/ temendo no 'l mio dir li fosse grave,/ infino al fiume del parlar mi trassi.// Ed ecco verso noi venir per nave/ un vecchio, bianco per antico pelo,/ gridando: «Guai a voi, anime prave!// Non isperate mai veder lo cielo:/ i' vegno per menarvi a l'altra riva/ ne le tenebre eterne, in caldo e 'n gelo. // E tu che se' costì, anima viva,/ pàrtiti da cotesti che son morti»./ Ma poi che vide ch'io non mi partiva, // disse: «Per altra via, per altri porti/ verrai a piaggia, non qui, per passare: /più lieve legno convien che ti porti».// E 'l duca lui: «Caron, non ti crucciare:/ vuolsi così colà dove si puote/ ciò che si vuole, e più non dimandare».// Quinci fuor quete le lanose gote/ al nocchier de la livida palude,/ che 'ntorno a li occhi avea di fiamme rote.// Ma quell'anime, ch'eran lasse e nude,/cangiar colore e dibattero i denti,/ ratto che 'nteser le parole crude.// Bestemmiavano Dio e lor parenti,/ l'umana spezie e 'l loco e 'l tempo e 'l seme/ di lor semenza e di lor nascimenti.// Poi si ritrasser tutte quante insieme,/ forte piangendo, a la riva malvagia/ ch'attende ciascun uom che Dio non teme.// Caron dimonio, con occhi di bragia,/ loro accennando, tutte le raccoglie;/ batte col remo qualunque s'adagia.// Come d'autunno si levan le foglie /l'una appresso de l'altra, fin che 'l ramo/ vede a la terra tutte le sue spoglie,// similemente il mal seme d'Adamo/ gittansi di quel lito ad una ad una,/ per cenni come augel per suo richiamo. // Così sen vanno su per l'onda bruna,/ e avanti che sien di là discese,/ anche di qua nuova schiera s'auna.// «Figliuol mio», disse 'l maestro cortese,/ «quelli che muoion ne l'ira di Dio /tutti convegnon qui d'ogne paese:// e pronti sono a trapassar lo rio,/ ché la divina giustizia li sprona,/ sì che la tema si volve in disio. // Quinci non passa mai anima buona;/ e però, se Caron di te si lagna,/ ben puoi sapere omai che 'l suo dir suona».// Finito questo, la buia campagna / tremò sì forte, che de lo spavento /la mente di sudore ancor mi bagna.// La terra lagrimosa diede vento,/ che balenò una luce vermiglia /la qual mi vinse ciascun sentimento;/ e caddi come l'uom cui sonno piglia.
Extraído de otra iglesia es imposible.blogspot.com
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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