STÉPHANE MALLARMÉ
(París, Francia, 1842 – ib., 1898)
BRINDIS
Soneto III/V
III.-
Como un buscado por la providencia
sobrio comensal pero lector
usted quiso que volviese
muy querido señor director
a compartir la dicha ampliada
hasta admitirme en su fila
de quienes coronan una orgía
sin el haba ni el arenque.
De modo que tiendo
con la risa
espuma sobre este vino dispuesto
que no sabría circunscribirse
entre el labio y los vasos altos.
A usted, de quien una mirada me corta
el elogio,
alta nuestra Copa.
***
EL CAMPANERO
Mientras la campana despierta su voz clara
al aire puro y límpido y profundo de la mañana
y pasa sobre el niño que arroja por agradarle
un ángelus entre la lavanda y el tomillo,
el campanero rozado por el pájaro que él aclara
cabalgando triste y gimoteando latines
sobre la piedra que tiende la cuerda secular
no escucha llegar a él más que un tintineo lejano.
Yo soy ese hombre. ¡Ay!, de la noche deseosa
inútilmente tiro el cable que llama al Ideal
con fríos pecados se divierte un plumaje de hada,
¡y la voz sólo me llega por migajas y hueca!
Pero un día, cansado de haber tirado en vano,
oh Satán, quitaré la piedra y me colgaré.
Versiones: s/d
Imagen: M.S. Escher, Autorretrato, mano con esfera
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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