ENTREVISTA A OLGA OROZCO
por Jorge Aulicino
—Hay acuerdo, en general, en cuanto a que su poesía alude a las zonas menos exploradas y quizá, más impenetrables del espíritu humano. Es decir, a lo irracional, a lo numinoso. Pero al mismo tiempo resulta evidente que usted pareciera creer o apostar al poder de encantamiento, de control, que ejercería la palabra sobre esos dominios. ¿Qué lugar queda entonces para lo imponderable, para el estremecimiento del misterio?
— Si yo no creyera en el poder de la palabra no escribiría. He dicho muchas veces que la poesía como liberación —en el sentido de trascender lo manifestado– es lo que impulsa fundamentalmente el acto creador. De allí a suponer que intento desentrañar enigmas como ecuaciones y establecer códigos conceptuales para clasificar en sistemas los diversos misterios hay una inmensa distancia.
—¿Cuál es entonces el alcance del conocimiento frente a cada símbolo?
— Pierre Emmanuel dice que analizar intelectualmente un símbolo es como pelar una cebolla para encontrarla, es decir, quedarse sin nada a fuerza de reducir su significado. Yo no creo que en la poesía la penetración de un símbolo excluya todas las otras interpretaciones; creo que cada una es como una epifanía, una aparición reveladora que abre nuevas puertas hacia la trascendencia. Más bien, entonces, cada descubrimiento subraya lo imponderable y multiplica el estremecimiento del misterio, como dijo usted al comienzo.
—Insistiendo en el misterio y en las representaciones tradicionales que lo encierran, ¿qué es para usted el mito?
—El relato de un acontecimiento cosmogónico o maravilloso protagonizado por dioses o por héroes, que tiene un carácter ejemplar y se remite a un momento privilegiado, repetible y atemporal. No me importa si es una transformación de la historia en leyenda o una metamorfosis de la fábula en historia o el producto de una interpretación errónea de los contenidos del lenguaje: ésas son discusiones interminables para antropólogos y lingüistas. Lo que cuenta es el episodio que refiere un prodigio eterno.
—¿En qué lugar de la creación humana, del proceso creativo o, si se quiere, del espíritu humano, coloca usted los mitos?
—En un lugar de primera línea, como el que ocupa el arte, las tradiciones sagradas o mágicas y la función del lenguaje. Tal vez, como dice Cassirer, los tres hayan constituido una unidad concreta e indivisa en los comienzos de cada civilización, y luego, poco a poco, fueron desplegando modos independientes para su representación, aunque en el campo poético los vemos fusionarse a cada paso.
—¿Es posible una explicación mítica de la cultura?
—Me parece que aquí se levantan Sócrates y Platón para cerrarnos el camino. No, no confío en tal explicación. Aunque el mito subyace en el inconsciente colectivo, está latente en nuestra subconciencia y aparece en muchísimos actos y consideraciones bastante cotidianos, y aunque muchos mitos modernos aumenten el caudal de los antiguos, su vigencia es más bien personal que multitudinaria. Creo, sí, que el mito está en el comienzo de toda cultura y que sus itinerarios se confunden luego, sin que aquél condicione a ésta de manera notable. Es una lástima. Reinarían la inocencia, la imaginación, la fraternidad, los altos valores y la fe en lo maravilloso.
—¿Qué lugar ocupa la magia en su vida cotidiana?
—Como no me avergüenza tener una mentalidad animista, al igual que los pueblos mal llamados "primitivos", puedo decirle que la magia, de un modo u otro, se ha infiltrado en mi casa en todos los rincones. Está en los rituales con que dispongo los zapatos para que mis pasos no se traben, en la intención con que preparo comidas para beneficiar a mis amigos, en las negras imágenes que dejo correr con el agua hacia el desaguadero y hasta en la ráfaga de felicidad que envío a la distancia soplando colores fantásticos.
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Creación y ética
—¿Cree que la creación implica una ética? ¿Cree en una ética intrínseca de la obra de arte?
—Pienso que una labor creadora realizada con plena honradez en sus procedimientos es una obra que lleva implícita una ética —una ética de comportamiento formal, digamos—, pero que esta ética no se extiende al fondo de la obra ni a la catadura moral del autor, los cuales pueden ser absolutamente canallescos, como lo comprobamos con harta y desdichada frecuencia. En cuanto a la obra de arte superará con exceso todas nuestras exigencias, inclusive las éticas, si las tenemos, o tendrá el poder de crear de por sí una nueva ética, superior a la establecida.
—¿Qué es lo que determina, específicamente en la Argentina, que la producción poética permanezca en cotos cerrados? Si se trata de la profundidad o la complejidad de su universo, ¿cómo se explica el relativo éxito editorial de Julio Cortázar o de Jorge Luis Borges? Son nombres que demuestran, desde la prosa, que se puede tener eco sin ceder a las fórmulas del bestsellerismo.
—Paso a paso, por favor. La poesía ha sido siempre una cuestión de minorías, un lujo para estados de ánimo, salvo en el caso de algunos creadores excepcionales que encontraron el tono justo para resumir en su "yo" el "nosotros" y encarnar en sus temas motivos generales, cuando no fueron protagonistas de alguna leyenda o de algún patetismo de esos que adornan los fastuosos panteones del culto privado. Pasando a la segunda parte de su pregunta, Borges y Cortázar, por conjunción de méritos, circunstancias y predestinación, son dos auténticos mitos criollos, históricos y reales, mucho más definidos que esos que definíamos al comienzo. Aunque en ambos casos es mucho mayor la nombradía en blanco o el fervor anecdótico alentado por la insistencia periodística que el conocimiento cierto a través de la lectura. A ese resultado me ha conducido muchas veces la confesión de algunos de sus admiradores incondicionales, sobre todo jóvenes.
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Cierto estupor
—La poesía tiene un cierto hándicap en el universo popular. Se respeta, no sin cierta reserva, cierto estupor, a aquel que dice ser poeta. ¿A qué atribuye esta actitud de parte de la gente? ¿Qué lugar, qué resonancias inspira la palabra poeta, en general? En todo caso, ¿por qué los poetas no saben, o no pueden, explotar esa ventaja?
—¿En el universo popular? Más que respeto, tal vez sea un sentimiento de estupor, justamente, el que provoca un personaje ensimismado y extravagante que se mide con elementos tan intangibles como las palabras y que frecuenta territorios imaginarios en los que puede suceder cualquier cosa. ¿Cómo no va a despertar reserva y cautela en lugar de confianza y locuacidad? ¿O de qué nos van a hablar? Atribuyo esta actitud a una natural propensión a la salud y a una superstición difundida desde que el poeta era un médium o un profeta. Y supongo que sería retórico continuar respondiendo a estas preguntas.
—La última queda sin responder, pero adelante. ¿Cómo escribe usted, con qué método o cosa que se le asemeje?
—No tengo métodos sino más bien "cosa que se le asemeje", y es una piedra negra que aprieto como talismán en la mano derecha. Es lo único estable, aparte del fervor, la paciencia y la duda. Puedo decirle que el poema nace en mí por una frase o por una imagen que me resultan particularmente envolventes o significativas, que luego tengo una visión global del poema, y hasta es posible que la línea final. Puedo agregar que a medida que avanzo existe un exhaustivo trabajo de corrección. Construyo mis poemas como un arquitecto, probando los materiales, la sección de las columnas, la resistencia de las bases, la armonía de las partes, aunque el plano sea totalmente fantástico. Hago estructuras como para poder vivir.
—¿Cómo decide si un poema es bueno o malo?
—Se decide durante su escritura, a través de esas pruebas que le acabo de enumerar. Insisto sobre cada deficiencia hasta superarla. Esto no quiere decir que el poema aprobado sea "universalmente" bueno sino que me ha exigido poner en juego mis máximas posibilidades.
—¿Qué lee?
—Poesía, ensayos de poética y de antropología, novelas y cuentos, religión, y en los ratos libres novelas policiales.
—¿Es circunstancial lo ocurrido estos años en la Argentina?
—Supongo que no. Sólo una deuda kármica podía exigir tanto tiempo de mortificación y vergüenza.
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De Clarín, Cultura y Nación, 31 de enero de 1985.
Tomado del blog de Marcelo Leites
Imagen tomada de http://platea.pntic.mec.es/anilo/mitos/fotos/Pandora.jpg
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
4 comentarios:
Muy interesante la entrevista; gracias por publicarla.
Claudia, gracias a vos por pasar; Irene
muy bueno el material, Irene. gracias!!
Merci, huggh, merci; Irene
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