jueves, 18 de noviembre de 2010

La casa tiembla en medio de la noche


Foto tomada del blog la manzana en el gusano
 YAKI SETTON
(Argentina, 1961)




Una valija vacía

Una valija vacía
entre los cuerpos de la multitud
una valija vacía
sola pobrecita
espero que alguien la cargue
que alguien la tome
y la lleve a algún lado
una ciudad
aunque sea un pueblito
la abra llena
la vacíe de nuevo
***
“¿Acaso soy yo el Mar, soy el monstruo marino
para que pongas guardias contra mí?”
Job, 8:12

Parece que llegamos al final de este viaje donde las aguas
son cálidas las olas leves y el respirar no es ningún esfuerzo
la luz de tono azulado se torna púrpura. ¿Qué nos espera
más adelante? El temor guía el impulso aunque no existe un anhelo
que marque nuestro norte ¿seguiremos jugando a las escondidas?
Yo voy a hacer como que estoy contento separaré los labios
e intentaré una sonrisa bien sabemos que no existe el regocijo
y sólo es cuestión de navegar hasta agotarse
***
Reichsbahn

La casa tiembla en medio de la noche
mientras siento en la cama el golpe
de una rueda y sus ejes contra los rieles
y durmientes. La locomotora, una Alco
RSD 16 de Ferrocarriles Argentinos,
hace sonar su silbato al tiempo que los vagones
rebotan y rebotan contra mi almohada.
Pasan dos, diez, veintiocho, treinta y seis ...
vagones de ganado, levanto la persiana
para sacar la cabeza pero el alambre de púas
no me deja y de reojo leo Deutsche Reichsbahn
BR 17 1059 y el humo de la máquina me tapa.
No puedo ver más allá, sólo escuchar los golpes
repetidos en los topes de cada vagón entre sí,
los chirridos de frenos gastados e inservibles,
las quejas de los cuerpos apretados porque no hay lugar
para sentarse no hay lugar para desplomarse sólo calor y sed
y nada que tomar nada que comer, estaciones que pasan
de largo y el lento traqueteo que nunca termina en esta casa
llena de grietas tan cerca de una estación de trenes argentinos
tan parecidos a otros trenes que no me dejan dormir.
***
Elsa

Tengo entre mis manos, Elsa, la carta de rechazo a tu pedido
de indemnización por trabajos en régimen de esclavitud
durante el nazismo: “Al notificarle de esta decisión, la German
Forced Labour Compensation Programme desea expresar
su reconocimiento y respeto por cada víctima del régimen
Nazi, tenga derecho o no a una indemnización”.
Elsa, no te he conocido; ni siquiera he visto una foto tuya. Sé
que llegaste después de la guerra. Que fuiste torturada
por la Gestapo. Que en la Argentina trabajaste de modelo.
Pero hoy ya no estás entre nosotros. Vivo en la que era tu casa,
en el barrio de Belgrano, sobre la calle Freire al dos mil
y he recibido un par de cartas en estos meses (15 de junio
6 de julio del 2005) donde informan que no te pagarán
nada tras haberte forzado a trabajar en una fábrica alemana.
¿Habrá sido en Allianz, Bayer, BMW, Daimler Benz,
Deutsche Bank? ¿O en Krupp-Hoesch, Siemens, Volkswagen,
IG Farben, Portland-Zement? ¿Acaso en Bankhaus Stein, AEG,
Alex Zink, Dresdner Bank? ¿En cuál de ellas fuiste obrera forzada?
¿Para qué usaron tus suaves manos de obra esclava? ¿En hacer caucho
sintético, armar motores o minas, cargar granito? Otto Thierak,
ministro nazi de Justicia, encontró la fórmula del exterminio
mediante el trabajo. ¿Por gitana o judía, homosexual o comunista? Y vos,
Elsa Wessel Pillitz, no les diste el gusto. Pudiste sobrevivir bella,
dicen nuestros vecinos, aunque ya no podés seguir reclamando
sus miserables dineros que hoy, después de 60 años,
ellos siguen prolijamente regateando
**
Estos dos últimos poemas pertenecen a Nombres propios, bajo la luna
Viernes 19, a las 19: Presentación del libro Nombres propios.
Hablará: Gonzalo Aguilar. Centro Cultural Ricardo Rojas, Avda. Corrientes 2038.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un saludo al poeta en la presentación de "Nombres propios". Buscar el libro y reencontrarme con "Elsa". Gracias.
Susana.

Irene Gruss dijo...

Yes, yes!, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char