sábado, 4 de julio de 2009

Lo que se disuelve al sol




Poemas/canciones
de poetas brasileños


El trapiche, de Ledo Ivo:


Quieres que guarde para ti el rocío.
¿Mas cómo puedo guardar lo que se disuelve
al sol, como el viento, el amor y la muerte?
¿Cómo guardar los sueños que soñamos
al paso que caminamos despiertos
en lo oscuro y sin nadie a nuestro lado?
¿Y los susurros de labios encantados
en el otro lado del muro? ¿Y la hierba que se esparce
en la pista del aeropuerto? ¿Y la mancha que aparece
en la cáscara del mango maduro?
¿Cómo guardar la brisa sibilante
en el combés del navío? ¿Y el vuelo del pájaro?
¿Y la barca abandonada que atraviesa el río
y para bajo la cubierta?
¿Cómo y por qué guardar un arreo herrumbroso
y la ceniza de la hoguera
y la lluvia que llovía y el viento que venteaba?
La nada guardaremos, nosotros que somos
el depósito de todo, el baúl y el trapiche.
El rocío, que es eterno, se evapora
llegada su hora. Y nuestros sueños
nos guardan fielmente en sus sepulcros.

De Carlos Néjar:

Cerrado para el balance
de todas las cobardías
y los actos heroicos —tan pocos—
dispongo las aptitudes
y las líneas de fuego
sin armisticio.
Me dispongo en esto
porque el equilibrio
es una camisa de fuerza
en mi cuerpo
y no tengo dónde poner
las ropas de la ambición
a no ser en la maleta vieja
del ático de la infancia.

La ausente, de Vinicius de Moraes

Amiga, infinitamente amiga
En algún lugar tu corazón late por mí
En algún lugar tus ojos se cierran al recordar los míos
En algún lugar tus manos se crispan, tus senos
Se hinchan de leche, desfalleces y caminas
Como ciega a mi encuentro…
Amiga, última locura
La tranquilidad suavizó mi piel
Y mis cabellos. Sólo mi vientre
Te espera, lleno de raíces y de asombros
Ven amiga.
Mi desnudez es absoluta
Mis ojos son espejos para tu deseo
Y mi pecho es tabla de suplicios
Ven. Mis músculos son dulces para tus dientes
Y áspera mi barba. Ven a sumergirte en mí
Como en el mar, a nadar en mí como en el mar
Ven, ahógate en mí, amiga mía
En mí como en el mar…

Explota corazón, de Gonzaguinha

basta ya de intentar disimular
y disfrazar y esconder
lo que ya no se puede ocultar
y yo no puedo callar más
ya que el brillo de esa mirada fue traidor
y entregó lo que tú intentaste contener
lo que tú no quisiste soltar y me cortó
basta ya de temer, llorar, sufrir
sonreír, darse, y perderse, y encontrarse
y todo lo que es vivir
y yo lo que más quiero es abrirme
y que esa vida entre así
como si fuera el sol
desvirgando la madrugada
quiero sentir el dolor de esa mañana
naciendo, rompiendo, rasgando
y tomando mi cuerpo y entonces yo
llorando, sufriendo, gustando, adorando,
gritando
enloquecido, alucinado y como un crío
siento que mi amor se está derramando
que ya no tiene seguridad

Explode coração

chega de tentar dissimular
e disfarçar e esconder
o que não da mais pra ocultar
e eu não posso mais calar
ja que o brilho desse olhar foi traidor
e entregou o que você tentou conter
o que você não quis desabafar e me cortou

chega de temer, chorar, sofrer
sorrir, se dar, e se perder, e se achar
e tudo aquilo que è viver
e eu quero mais è me abrir
e que essa vida entre assim
como se fosse o sol
desvirginando a madrugada
quero sentir a dor dessa manhã

nascendo, rompendo, rasgando,
e tomando meu corpo e então eu
chorando, sofrendo, gostando, adorando, gritando
feito louco, alucinado e criança
sentindo o meu amor se derramando
não da mais pra segurar
explode coração

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y el corazón que estalla lo hace todo calor en un momento

Irene Gruss dijo...

Así es. Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char