FERNÁN SILVA VALDÉS
(Montevideo, Uruguay, 1887-1975)
Canción del árbol del olvido
Música: Alberto Ginastera
En mis pagos hay un árbol,
que del olvido se llama,
al que van a despenarse, vidalitay,
los moribundos del alma.
Para no pensar en vos,
bajo el árbol del olvido,
me acosté una nochecita, vidalitay,
y me quedé bien dormido.
Al despertar de aquel sueño
pensaba en vos otra vez,
pues me olvidé de olvidarte, vidalitay,
en cuantito me acosté.
***
Clavel del aire
Música: Juan de Dios Filiberto
Como el clavel del aire,
así era ella,
igual que la flor
prendida en mi corazón.
¡Oh, cuánto lloré
porque me dejó!
Como el clavel del aire,
así era ella,
igual que la flor.
En esta región,
igual que un ombú
solito y sin flor,
así era yo;
y presa del dolor
los años viví,
igual que un ombú
en esta región.
Y mi ramazón
secándose iba,
cuando ella una tarde
mi sombra buscó.
Un ave cantó
en mi ramazón,
y el árbol sin flores
tuvo su flor.
Mas un feliz viajero
—viajero maldito—
el pago cruzó;
en brazos de él se me fue
y yo me quedé
de nuevo sin flor.
El que cruzó fue el viento,
el viento pampero
que se la llevó.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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