Cecilia Meireles
Cecília Benevides de Carvalho Meireles
(Río de Janeiro, Brasil, 1901-id., 1963)
IV
Adormece tu cuerpo con la música de la vida.
Hechízate.
Olvídate.
Ten por voluptuosidad la dispersión.
No quieras ser tú.
Quiere ser el alma infinita de todo.
Cambia tu corto sueño humano
Por el sueño inmortal.
El único.
Vence la miseria de tener miedo.
Cámbiate por lo Desconocido.
¿No ves, entonces, que él es mayor?
¿No ves que él no tiene fin?
¿No ves que él eres tú mismo?
¿Tú que andas olvidado de ti?
Versión de Juan Martín
**
Estirpe
Los mendigos mayores no dicen nada, no hacen nada.
Saben que es inútil y exhaustivo. Se dejan estar. Se dejan estar.
Déjanse estar al sol o a la lluvia, con el mismo aire de entero valor,
lejos del cuerpo que dejan en cualquier lugar.
Entretiénense en extender la vida por el pensamiento.
Si alguien habla, su voz huye como un pájaro que cae.
Y es de tal modo imprevista, innecesaria y sorprendente
que para oírla bien tal vez giman algún ay.
¡Oh, no gemían, no!... Los mendigos mayores son todos estoicos.
Pondrán su miseria junto a los jardines del mundo feliz
pero no quieren que, desde el otro lado, sepan de la extraña suerte
que los recorre como un río un país.
Los mendigos mayores viven fuera de la vida: se excluyeron.
Abren sueños y silencios y desnudos espacios a su alrededor.
Tienen su reino vacío, de altas estrellas que no cobijan.
Su mirar jamás mira y su boca no llama ni ríe.
Y su cuerpo no sufre ni goza. Y su mano no toma ni pide.
Y su corazón es una cosa que, si existiera, súbito olvidaría.
¡Ah!, los mendigos mayores son un pueblo que se va convirtiendo en piedra.
Ese pueblo, que es el mío.
Versión sin datos
**
Epigrama Nº 1
Posa sobre esos espectáculos infatigables
una sonora o silenciosa canción:
flor del espíritu, desinteresada y efímera,
Por ella, los hombres te conocerán:
por ella, los tiempos versátiles sabrán
que el mundo fue más bello, aunque fuese inútilmente,
cuando por él pasó tu corazón.
Versión de Juan Martín
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sábado, 15 de julio de 2017
lunes, 9 de noviembre de 2009
Después, todo será perfecto

Algunos poemas de
CECILIA MEIRELES
(Cecilia Benavides de Carvalho Meireles;
Río de Janeiro, Brasil, 1901- id., 1964)
Sugestión
¿Sucede así? Cualquier cosa
serena, libre, fiel.
Flor que se cumple, sin pregunta.
Ola que se violenta, a causa de ejercicio indiferente.
Luna que envuelve igual a los novios abrazados y
a los soldados ya fríos.
También como este aire de la noche: susurrante de
silencios, lleno de nacimientos y
pétalos.
Igual a la piedra detenida, conservando su demorado destino.
Y la nube
leve y bella, viviendo de nunca llegar a ser.
La cigarra quema en su música, al camello que mastica
su larga soledad,
Al pájaro que busca el fin del mundo, al buey que va
con inocencia hacia el monte.
Sucede así, cualquier cosa serena, libre, fiel.
No como el resto de los hombres.
***
Retrato
Yo no tenía este rostro de hoy,
tan calmo, tan triste, tan delgado,
ni estos ojos tan vacíos,
ni este labio amargo.
Yo no tenía estas manos sin fuerza,
tan detenidas y frías y muertas;
yo no tenía este corazón
que ni se muestra.
Yo no advertí este cambio,
tan simple, tan cierto, tan fácil:
¿En qué espejo se perdió
mi imagen?
***
Resurrección
No cantes, no cantes, porque vienen de lejos los náufragos,
vienen los presos, los tuertos, los monjes, los oradores,
los suicidas.
Vienen las puertas, de nuevo, y el frío de las piedras,
de las escalinatas,
y, con un ropaje negro, aquellas dos manos antiguas.
Y una vela de móvil llama humeante. Y los libros. Y
las Escrituras.
No cantes, no. Porque era la música de tu
voz lo que se oía. Soy una muerta reciente, aún
con lágrimas.
Alguien escupió distraídamente sobre mis pestañas.
Por eso vi que ya era tarde.
Y dejé en mis pies quedarse el sol y andar las moscas.
Y de mis dientes se escurrió una lenta saliva.
No cantes, pues trencé mis cabellos, ahora,
y estoy ante el espejo, y sé bien que ando en fuga.
***
Infancia
Se llevaron las rejas del balcón
desde donde la casa se avistaba.
Las rejas de plata.
Se llevaron la sombra de los limoneros
por donde rodaban arcos de música
y hormigas rojizas.
Se llevaron la casa de verde tejado
con sus grutas de conchas
y sus vitrales de flores empañadas.
Se llevaron a la dama de viejo piano
que tocaba, tocaba, tocaba
la pálida sonata.
Se llevaron los párpados de antiguos sueños,
y dejaron solamente la memoria
y las actuales lágrimas.
***
Canción
Puse en mi sueño un navío
y al navío sobre el mar;
después, abrí el mar con las manos,
y mi sueño naufragó.
Mis manos están aún mojadas
del azul de las abiertas olas,
y el color gotea de mis dedos
pintando la arena desierta.
El viento llegó de muy lejos,
la noche se dobla de frío;
debajo del agua ya muere
mi sueño, dentro de un navío.
Lloraré cuando sea preciso,
para que el mar se levante,
y mi navío llegue al fondo
y mi sueño ya no exista.
Después, todo será perfecto:
playa en calma, aguas quietas,
mis ojos secos como piedras
y mis dos manos quebradas.
**
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char