sábado, 5 de noviembre de 2011

Cuatro pañuelinos tengo

Joan Miró. Tomado de taringa.com
Del cancionero popular español


A la mar fui por naranjas

A la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene
Nadie se atrevió a explicarme si las olas van o vienen
Ay, mi dulce amor, Ese mar que ves tan bello
Ay mi dulce amor, Ese mar es un traidor

Este pan de lo que toco, tiene lengua y sabe hablar,
Sólo le faltan los ojos para ayudarme a llorar
Ay mi dulce amor, ese mar que ves tan bello
Ay mi dulce amor, ese mar es un traidor

Cuatro pañuelinos tengo, y los cuatro coloraos
Cuatro mozos me cortejen y tres viven engañaos
Ay mi dulce amor, ese mar que ves tan bello
Ay mi dulce amor, ese mar es un traidor

Tengo el corazón de luto y el alma llena de pena
Y por mucho que me lave, siempre sale el agua negra
Ay mi dulce amor, ese mar que ves tan bello
Ay mi dulce amor, ese mar es un traidor

Soy de Mieres del camino, tengo un perru con collar,
Y tengo los ojos negros, de mirarme en el caudal
Ay mi dulce amor, ese mar que ves tan bello
Ay mi dulce amor, ese mar es un traidor

Santa Bárbara bendita, Patrona de los mineros
Que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita
Ay mi dulce amor, ese mar que ves tan bello
Ay mi dulce amor, ese mar es un traidor
***
En qué nos parecemos

¿En qué nos parecemos
tú y yo a la nieve?
Tú en lo blanca y galana,
yo en deshacerme.

A los árboles altos
los mueve el viento
y a los enamorados
el pensamiento.
***

A la zarzamora,
que en el campo se regaba sola,
sola se regaba
con el agua de la mar salada.
***

El cristal de tu ventana
con el aliento lo empaño;
en él escribo tu nombre
y a besos lo voy borrando.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char