sábado, 30 de octubre de 2010

El campo indiferente y el cielo sin intenciones

HENRY MICHAUX

(Namur, Bélgica, 1899-París, Francia, 1984)


MIS OCUPACIONES

Raras veces puedo ver a alguien sin abofetearlo,
Otros prefieren el monólogo interior. Yo, no. Más me gusta abofetear.
Hay gentes que se sientan frente a mí en el restaurante y no dicen nada; están allí
un buen rato porque han decidido comer.
Ahí tenéis a uno.
Yo me lo atraco, toc.
Me lo reatraco, toc.

Lo cuelgo en la percha.
Lo descuelgo.
Vuelvo a colgarlo,
Lo redescuelgo.

Lo pongo sobre la mesa, lo apilo y lo ahogo.
Lo ensucio, lo inundo.
Y vuelve a vivir.
Entonces lo enjuago, lo estiro (comienzo a enervarme, hay que terminar con él),

Lo comprimo, lo aprieto, lo resumo, lo introduzco en mi vaso, arrojo ostensiblemente
el contenido por el suelo y le digo al camarero: "Tráigame un vaso más limpio".
Pero me siento mal; arreglo al punto la cuenta y me voy.
***
LA SIMPLICIDAD

Lo que ha faltado sobre todo hasta el presente a mi vida, ha sido simplicidad. Poco a poco comienzo cambiar.
Ahora, por ejemplo, siempre que salgo, llevo mi cama conmigo, y cuando una mujer me agrada,
la tomo y me acuesto con ella al instante.
Si sus orejas o su nariz son feas y grandes, se las quito juntamente con la ropa y las pongo
debajo de la cama. Allí las encontrará ella al partir. Sólo guardo lo que me agrada.
Si su ropa interior ganara al ser cambiada, la cambio en seguida. Ese será mi regalo.
Si entretanto veo a otra mujer más agradable que pasa, me excuso ante la primera y la
hago desaparecer inmediatamente.
Personas que me conocen sostienen que no soy capaz de hacer eso que digo; que no tengo
suficiente temperamento para ello. Yo también lo creía así, pero era porque no hacía todo
como se me antojaba.
Ahora, paso siempre muy lindas tardes. (Por la mañana trabajo.)

Versiones de Enrique Eskenazi
***
Recuerdo

Parecida a la naturaleza, parecida a la naturaleza, parecida a la naturaleza,
A la naturaleza, a la naturaleza, a la naturaleza,
Parecida al plumón,
Parecida al pensamiento,
Y también de algún modo parecida al globo terráqueo,
Parecida al error, a la dulzura, a la crueldad,
A aquello que no es cierto, no vaciles, a la cabeza de un clavo hundido,
Al sueño que nos vence tanto más cuanto uno está ocupado en otra parte,
A una canción en lengua extranjera,
A un diente que sufre y permanece vigilante,
A la araucaria que extiende sus ramas en un patio,
Y que compone su armonía sin presentar la cuenta y no ejerce la crítica de arte,
Al polvo que hay en verano, a un enfermo que tiembla,
Al ojo que pierde una lágrima y de este modo se lava,
A nubes que se superponen, reducen el horizonte, pero hacen pensar en el cielo.
A las luces de una estación de noche, cuando uno llega, cuando uno ignora si todavía habrá trenes.
A la palabra hindú, para aquel que nunca estuvo allí donde se la encuentra en todas las calles,
A lo que se cuenta de la muerte,
A una vela en el Pacífico,
A una gallina bajo una hoja de banano, una tarde en que llueve,
A la caricia de una gran fatiga, a una promesa a largo plazo,
Al movimiento que hay en un hormiguero,
A un ala de cóndor cuando la otra ala ya está en la vertiente opuesta de la montaña,
A mezclas,
A la médula al mismo tiempo que a la mentira,
A un joven bambú al mismo tiempo que al tigre, que aplasta al joven bambú,
Parecida a mí por último,
Y más aún a lo que yo no soy.
By, tú que eras mi By…

Ecuador, 1929
Versión de Raúl Gustavo Aguirre
***
Después del accidente

El problema de la noche sigue intacto.
¿Cómo atravesarla, cómo atravesarla por completo cada vez?
¡Qué pesados son mis segundos! Nunca los hubiera creído tan pesados.
Instantes elefantiásicos.
Lejos de todo, nada a la vista y sin embargo como unos ruidos a través de un filtro…
Oigo palabras ininterrumpidas, como si dijeran sin cesar, como si repitieran:
Labrador, Labrador, Labrador, Labrador, Labrador, Labrador.
Una bolsa me sacude. Sin fondo. Sin puertas, y yo como una larga boa extraviada.
He perdido incluso a mis enemigos.Oh espacio, espacio abstracto.
Calma, calma que hace rodar trenes.
Calma monumentalmente vacía.
No más proa. Quilla empujada. Quilla mecida.

Versión Silvio Mattoni
***
La carta

Les escribo de un país en otro tiempo claro. Les escribo del país del manto y la sombra. vivimos desde hace mucho, vivimos en la Torre del pabellón a media asta. ¡Ah, verano! Verano envenenado. Y desde entonces el mismo día siempre, el día del recuerdo incustrado...

El pez fuera del agua piensa en el agua todo lo que puede. Todo lo que puede, ¿no es natural? En lo alto de una cuesta se recibe una lanzada de pica. En seguida, toda una vida cambia. Un instante echa abajo la puerta del Templo.

Nos consultamos entre nosotros. Ya no sabemos. Nadie sabe más que el otro, nadie sabe. Aquel, perturbado. El otro confundido. Todos, desamparados. La calma se ha ido. La sabiduría no dura el tiempo de una inspiración. Dime, ¿quién si recibe tres flechazos en la mejilla se presentará con un aire desenvuelto?

La muerte se apoderó de algunos. La prisión, el destierro, el hambre, la miseria se encargaron de los otros. Nos atraversaron grandes sables de escalofrío, lo abyecto y lo solapado después nos atravesaron.

¿Quién en nuestra tierra recibe todavía el beso de la alegría hasta el fondo del corazón?

La unión del yo y el vino es un poema. La unión del yo y la mujer es un poema. la unión del cielo y la tierra es un poema pero el poema que nosotros hemos oído ha paralizado nuestro entendimiento.

En la pena demasiado grande nuestro canto no pudo proferirse. Detenido el arte de huella de jade. Las nubes pasan, las nubes de contorno de rocas, las nubes de contorno de duraznos; nosotros, parecidos a las nubes, pasamos repletos de las vanas potencias del dolor.

Ya no amamos al día. Aúlla. Ya no amamos la noche, atormentada por los cuidados. Mil voces para hundirnos. Ninguna voz para sostenernos. Nuestra piel se fatiga de nuestra cara descolorida.

El acontecimiento es grande. También la noche es grande pero ¿qué puede hacer? Mil astros de la noche no iluminan un solo lecho. Los que sabían ya no saben. Saltan con el tren, ruedan con la rueda.

"¿Quedarse uno en uno mismo?" ¡No lo sueñes! La casa del solitario no existe en la isla de los papagayos. En la caída se mostró la maldad. El puro no es puro. Muestra lo que tiene de obstinado, de rencoroso. Algunos se manifiestan en el chillido. Otros en lo esquivo. la grandeza no se manifiesta.

Ardor en secreto, adiós a la verdad, silencio de la baldosa, grito del apuñalado, la conjunción del reposo helado y los sentimientos quemantes ha sido nuestra conjunción y nuestra ruta la ruta del perro perplejo.

No nos reconocimos en el silencio, no nos reconocimos en el aullido, ni en nuestras grutas, ni en los gestos de los extraños. A nuestro alrededor el campo indiferente y el cielo sin intenciones.

Nos hemos mirado en el espejo de la muerte. Nos hemos mirado en el espejo del sello insultado, la sangre que corre, el impulso decapitado, nos hemos mirado en el espejo tiznado de la afrenta.

Hemos regresado a las fuentes verdosas.

Versión de Octavio Paz
***
¿NÁUSEA O ACASO ES LA MUERTE QUE LLEGA?

Ríndete, corazón mío.
Hemos luchado bastante,
Que mi vida se detenga,
No hemos sido cobardes,
Hicimos lo que pudimos.

¡Oh, alma mía!
Te vas o te quedas,
Tienes que decidirte,
No palpes así mis órganos,
A veces con atención, otras con extravío,
Te vas o te quedas,
Tienes que decidirte.
Yo ya no puedo más.

Señores de la Muerte
No los maldije ni los aplaudí.
Tengan piedad de mí, viajero de tantos viajes sin maleta,
Sin dueño tampoco, sin riqueza, y la gloria que se fue a otra parte,
Ustedes son ciertamente poderosos y divertidos por encima de todo,
Tengan piedad de este hombre enloquecido que antes
de cruzar la barrera ya les grita su nombre,
Atrápenlo al vuelo,
Y después que se amolde a sus temperamentos y costumbres,
si es posible,
Y si les place ayudarlo, ayúdenlo, se los ruego.

Traducción s/d
***
La estatua y yo

En mis momentos perdidos le enseño a caminar a una estatua.
Dada su inmovilidad exageradamente prolongada, no es fácil.
Ni para ella. Ni para mí. Gran distancia nos separa, me doy cuenta.
No soy tan tonto como para no darme cuenta.
*
Pero no se puede tener todas las mejores cartas en nuestro juego. Así, pues, adelante.
*
Lo que importa es que su primer paso sea bueno.
Para ella todo está en ese primer paso. Lo sé. Demasiado lo sé. De ahí mi angustia.
Me ejercito en consecuencia. Me ejercito como nunca antes lo hice.
*
Colocándome cerca de ella, de forma estrictamente paralela,
con el pie levantado igual que ella y rígido como una estaca hundida en la tierra.
*
No, nunca es exactamente igual. O el pie, o la combadura, o el porte, o el estilo,
siempre hay algo que falta, y la salida tan esperada no tiene lugar.
*
Es por eso que llegué casi a no poder caminar por mí mismo, invadido por una rigidez,
sin embargo llena de impulso, y mi cuerpo fascinado me asusta y ya no me conduce a ninguna parte.

Traducción: Silvio Mattoni
**
Imagen: Henri Michaux
La estatua y yo
De La vida en los pliegues, 1949, tomada de worldpress.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te escribo desde un país antaño luminoso. Te escribo desde el país del abrigo y de la sombra. Desde hace años vivimos, vivimos en la Torre de la bandera a media asta. ¡Oh, Verano! ¡Verano envenenado! Y desde entonces, siempre el mismo día, el día del recuerdo incrustado...

Una vez pescado, el pez piensa en el agua mientras puede. Mientras puede ¿Acaso no es normal? En la montaña, en la cima de una pendiente, te golpean con un pico. Tras eso, una vida entera cambiará. Un instante hunde la puerta del Templo.

Nos consultamos. Ya no sabemos. No sabemos más uno que otro. Aquél esta asustado. Éste confundido. Todos desamparados. Ya no hay tranquilidad. La cordura apenas dura lo que un suspiro. Dime. ¿Alguien que hubiera recibido tres flechas en la mejilla se presentaría con aspecto desenvuelto?

La muerte alcanzó a unos. La cárcel, el exilio, el hambre, la miseria a otros. Nos han atravesado enormes sables de escalofríos, lo abyecto y lo torcido nos han atravesado después.

¿Quién en nuestra tierra recibe todavía el abrazo de la alegría hasta el fondo del corazón?

La unión del yo y del vino es un poema. La unión del yo y de la mujer es un poema. La unión del cielo y de la tierra es un poema, pero el poema que hemos escuchado ha paralizado nuestro entendimiento.

No hemos podido proferir nuestro canto en la pena demasiado grande. El arte con trazo de jade se detiene. Las nubes pasan, las nubes de contornos rocosos, las nubes de contornos de melocotón, y nosotros, semejantes a las nubes, pasamos, atiborrados de las vanas potencias del dolor.

Ya no nos gusta el día. El día aúlla. Ya no nos gusta la noche, lastrada de inquietudes. Miles de noches para hundirse. Ninguna voz para apoyarse. Nuestra piel se cansa de nuestro rostro pálido.

El acontecimiento es grande. La noche también es grande ¿Pero que puede hacer? Mil astros de la noche no iluminan una única cama. Los que sabían ya no saben. Saltan con el tren, ruedan con la rueda.

¿Guardarse en uno mismo? ¡Pero que dices! La casa solitaria no existe en la isla de los loros. La muy granuja se ha mostrado en la caída. Lo puro no es puro. Muestra su lado obstinado, su lado rencoroso. Algunos se manifiestan mediante chillidos. Otros se manifiestan en lo esquivo. Pero la grandeza no se manifiesta.

Versión de Jorge Riechmann

Irene Gruss dijo...

¡Nada que ver! Me encanta esta traducción. Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char