jueves, 11 de junio de 2009

Adonde se llega descalzo


Algunos poemas de EDGAR BAYLEY
(1919-1990)


UNA FORMA DE LLAMARME

si alguien no te llama
si no te llamas
desde muy dentro fuera
si nadie te ha llamado
mejor no digas
no esperes
no te nombres

si no te asiste nadie
por dentro fuera
si no te asiste el pan
alba romero río
una vertiente ayer
toda la vida
entonces cara
ni voz
ni silla
ni presencia tienes

si no la quieres
y evades fuego y nombre
la virazón el día
nada puedes hacer
ni respirar siquiera

pero cuando
desde muy dentro
te llamas
te han llamado
entonces naces
tiendes tu mano
la palabra
estás presente
al sol
entre los hombres
en la esperanza
la donación y el aire
***
EL MAR

hay tantas cosas en el mar
por ejemplo
ese verde pez bola con mandíbula
y está la arena
(tus brazos)
el deshielo
que hace que los ríos lleven
risotadas alaridos de espanto
las decepciones
las esperanzas de la gente

muy lejos del mar
adonde se llega descalzo

con hambre
con sed
prisionero de la aurora
del amor ciego
de un nombre
de una ventura
del perdón
muy lejos del mar
hay un pequeño pueblo

el mar la gente son así

***
DIFICULTADES
DE LA TRADUCCIÓN


más allá de vegetaciones
y palabras
mi solo argumento es este árbol
bajo su sombra
estoy conmigo
el follaje
el fulgor
se han conmovido
y no pueden traducirse

así como nosotros
árbol tierra
ida vuelta
contigo estoy
es mi argumento
no puede traducirse

***
Certidumbre

un ladrido es un problema de garganta
de corazón más bien
es disonante en un coro de callados
concuerda con el estruendo y la violencia
¿para qué más? ¿qué otra certidumbre?

gota a gota cae el sentido
de las voces y ladridos

las cuerdas vocales han durado
en esta sonora certidumbre
***
La claridad

Me ha tentado siempre la claridad
Y la claridad se me ha negado a veces
Como un pájaro que vuela en sueños
Y cae y sigue cayendo
Sin volar
Como peso muerto

Me ha tentado siempre la claridad
Especialmente la claridad de las hojas de saúco
También la claridad del guijarro
Y de las ramas de abeto
Y la rápida y voraz claridad de una salamandra

He querido tener claridad para mirar
Los terrones del campo recién removido
Y para mirar también el mismo arado
Y el agua que se desliza límpida por la acequia

Claridad he querido para recorrer tantos sueños
Y glorias y poderes y dispersas situaciones y gentes
Y para estar en el aire sin ausentarme del fuego

Me ha tentado siempre la claridad
De estar totalmente en cada flor
En cada herida o condena o semilla
He querido tener claridad para vivir

Y cuando al fin pude definir la claridad que yo buscaba
Advertí cuánto sueño y plumón y roja tierra
Y confusión y olvido hacen falta para comprender claramente
Y estar aquí con total lucidez sentado a la vera del camino
Avivando el fuego bajo el cielo y el polvo de las horas

Y como me ha tentado siempre la claridad
Aquella vez cuando bajo un abierto y extendido sol
Comenzaron a encresparse las aguas de la bahía
Hasta adquirir un tinte violáceo
Y un gran pájaro blanco surgió de repente de entre las nubes
Batiendo sus alas y revoloteando suavemente a mi alrededor
Decidí que era el momento de arrojar estas palabras al mar
Porque la claridad que tanto he buscado
Sólo está en algunos silencios
En algunos espacios en blanco
Antes y después de unas pocas y triviales palabras

***
Fidelidad en la encrucijada


En el sol alto, sin ostentación ni impaciencia, se prolonga tu camino. Serenidad del ignorado: Una emersión impura te salvará en cualquier hombre.

Ese relámpago que hace posible la fraternidad, tanto en la dimisión como en la inocencia y la esperanza, es una de las propiedades de la poesía. Pero nada autoriza al poeta a darle nombre definitivo y menos aun a convertirse en el profesional de su dicción o su descubrimiento.

Usura del alucinado. Este mundo es tuyo indudablemente. Pero sólo existe en tu desprendimiento. El poeta, testigo de su propia existencia, coexiste con el mundo.

Todo poeta sabe que la palabra no es instrumento. Es vida con los demás. Y en común. Soledad común. La declamación y la ortopedia de espíritu quedan a sus márgenes. Imposibilidad, por lo tanto, el poema fabricado de acceder a la tierra de los hombres, de alimentar su viaje.

Quehaceres de la poesía: hacer innecesaria toda justificación.

Toda ayuda menos la retórica de la pureza y la organización de los elegidos. Es preciso intercambiar a la intemperie nuestras señales de reconocimiento con las cosas y con nuestros hermanos.
Arriesgar la incongruencia para conocer tu realidad, la realidad de los otros. Lo más opuesto a tu fluir propio es la adopción de certidumbres de superficie.

Finalidad de las apariencias. A mitad de camino entre la concesión y la protesta, expuesto a todos los excesos de la ingenuidad y el cálculo, este amigo verdadero, este amante fiel, este lúcido conocedor, es confundido a menudo con sus enemigos: el Narciso, el borracho y el inconsecuente.

Forzosidad de una voz, de un hombre real en la encrucijada, sin desprecio ni excesiva consideración por los márgenes. La incandescencia de la palabra -su logro mayor- es función de los ademanes silenciosos, a menudo ignorados, del nadador sobreviviente y fraternal. Poesía -modo de nadar, de estar presente, ajena a las retribuciones del espectáculo. Poesía hermana en la soledad y el olvido. Poesía –esperanza viril entre los hombres.


De La vigilia y el viaje (1949-1955)
Antología personal
Buenos Aires, CEAL, 1983

6 comentarios:

hugo luna dijo...

adoro a este hombre increíble poeta... q bueno Irene, muchas gracias

Irene Gruss dijo...

Huggh: "porque la claridad que tanto he buscado
Sólo está en algunos silencios
En algunos espacios en blanco
Antes y después de unas pocas y triviales palabras". Pa comerse una mandarina, ¿no?, Irene

hugo luna dijo...

al sol mire vea y disfrutar de su ácido perfume

Irene Gruss dijo...

Así es, Irene

principio de incertidumbre dijo...

Me encanta.
Lo conocí -otra vez- por mi novio hace unos años.

Se agradece el posteo.
Bella toda su selección.

Irene Gruss dijo...

Gracias a Usted, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char