viernes, 30 de diciembre de 2011

No mires la lluvia desde arriba

ISIDORO BLAISTEN 
(Concordia, Entre Ríos, Argentina, 1933-Buenos Aires, 2004)

Balada del Boludo


Por mirar el otoño Perdía el tren del verano / usaba el corazón en la corbata / se subía a una nube, / cuando todos bajaban.
Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo / no mires la lluvia desde arriba / no camines las calles con la cara, / no ensucies la camisa; / no lleves tu corazón bajo la lluvia, / que se moja / no des la espalda al llanto / no vayas vestido de ventana / no compres ningún tílburi en desuso.
Mirá tu primo el recto que duerme por las noches.
Mirá tu primo el justo que almuerza y se sonrie.
Mirá tu primo el probo puso un banco en el cielo, / tu cuñado el astuto que ahora alquila la lluvia / tu otro primo el sagaz que es gerente en la luna.
Tienes razón, / mamá, / dijo el boludo, / y se bebió una rosa.
No seré más boludo,/ y se bajó del viento
Seré astuto y zahorí. / y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte / y quedaron las gaviotas.
Entonces vinieron los parientes ricos y le dijeron:
Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo, / y quemaba en las plazas las hojas que molestan en otoño
Y llegó fin de mes cobró su primer sueldo / y se compró cinco minutos de boludo
Entonces vinieron las fuerzas vivas y le dijeron:
Has vuelto a ser boludo / Boludo seguirás siendo el mismo boludo de siempre
Debes dejar de ser boludo Boludo
Y, / medio boludo, / con esos cinco minutos de boludo dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Dudaba como un boludo.
Y subió las escaleras para abajo / hizo un hoyo en la tierra / miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza / le gritaba, / boludo.
Y él seguía mirando a través de los zapatos / como un boludo.
Entonces vino un alegre y le dijo: / boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo: / Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo: / Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo: / Reverendo boludo.
Vino un cura catolico y le dijo: / Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo: / Judío boludo.
Vino su madre y le dijo: / hijo, / no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo: / Te quiero.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char