martes, 2 de febrero de 2010

Para que sean perdonados los que han muerto


«Rilke —escribió la poeta rusa Marina Tsvietáieva— no es un símbolo de nuestro tiempo, es su contrapeso. Guerras, matanzas, carne lacerada en las batallas… y Rilke. Gracias a Rilke nuestro tiempo será perdonado. Por la ley del contrapeso, del equilibrio, Rilke tenía que haber nacido en nuestra época: ha sido su antídoto. En eso estriba su rigurosa contemporaneidad. El tiempo le hizo surgir. Rilke era —es— tan necesario en nuestro tiempo como el sacerdote en el campo de batalla: para rezar por unos y por otros, por ellos y por nosotros. Para que sean iluminados los que aún viven y para que sean perdonados los que han muerto.»
***
Prefacio de Mitsou, historia de un gato
(fragmento)


Encontrar una cosa es siempre divertido; un momento antes no está. Pero encontrar a un gato: ¡es inaudito! Porque ese gato, han de reconocer, no entra nunca totalmente en su vida, como haría, por ejemplo, un juguete cualquiera; mientras les pertenece, se queda un poco fuera, y eso es lo que hace siempre: la vida + un gato, lo que resulta, les aseguro, en una suma enorme.

Perder una cosa es muy triste. Podemos suponer que será difícil recuperarla, que se ha roto en alguna parte, que termina en la basura. Pero perder a un gato: ¡No! no está permitido. Nunca nadie ha perdido a un gato. ¿Es posible perder a un gato, una cosa viva, un ser vivo, una vida? Si perder una vida: ¡es la muerte!
Sí, es la muerte.

Encontrar. Perder. ¿Acaso han reflexionado detenidamente acerca de qué es la pérdida? No es la simple negación de ese instante generoso que vino a colmar una espera que ni siquiera ustedes mismos sospechaban. Porque entre ese instante y la pérdida hay siempre lo que se llama –reconozco que con bastante torpeza- la posesión.
Ahora bien, la pérdida, por muy cruel que sea, no puede nada contra la posesión, termina con ella, si quieren; la afirma; en el fondo, no es sino una segunda adquisición, ahora interior y de una intensidad distinta.

Tú lo has sentido, Baltusz; al no ver más a Mitsou, has llegado a verlo aún más.
¿Vive aún? Sobrevive en ti, y su alegría de pequeño gato despreocupado, después de haberte entretenido, te compromete: tuviste que expresarlo con los medios de tu laboriosa tristeza.
Por ello, un año después, te he encontrado crecido y consolado.

He compuesto la primera parte –un poco caprichosa- de este prólogo para todos los que, sin embargo, te verán para siempre desconsolado al final de esta obra. Para poder decirles: "Estén tranquilos: yo soy. Baltusz existe. Nuestro mundo es sólido.
No hay gatos".

En el castillo de Berg-am-Irchel, noviembre de 1920
**
Rainer Maria Rilke, Balthus (1921), Mitsou, Histoire d’un chat. Seuil/Archimbaud, 2004, pp. 17-22.
Versión: Marta González

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parecio muy agradable esta lectura. Te felicito.

Un placer leerte.

Irene Gruss dijo...

Gracias, y bienvenido, Irene

hugo luna dijo...

increíble... bellísimo, mercí madame

Irene Gruss dijo...

Rien de rien!, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char