lunes, 29 de marzo de 2010

Un vestido de duda tenía puesto


Else Lasker-Schüler
(Alemania, 1869-Palestina, 1945)


Entrega

Miro las hileras de imágenes de las nubes,
hasta dispersarse y descubrir su ruta azul.
Flotaba solitaria en todos los mundos,
descifré los estrelloglíficos
y los signos lunares en torno al hombre.
Y tímida me pregunté si o cuando
alguna vez he nacido y después muerto.
Un vestido de duda tenía puesto,
qué antiguo dolor, consagrado a mí,
tejió en la rueda del tiempo.
Y cada imagen que de este mundo gané
perdí doblemente, y también lo que imaginaba.
***
Mi piano azul

Tengo en casa un piano azul
Aunque no sé ninguna nota.

Está a la sombra de la puerta del sótano
Desde que el mundo se enrudeció.

Tocan cuatro manos de estrella
-La mujer-luna cantó en la barca-,
Ahora bailan las ratas en el tecleo.

Rota está la tapa del piano...
Lloro a la muerta azul.

Ah, queridos ángeles, abridme
-Comí del pan amargo-
A mí con vida la puerta del cielo-
Incluso contra lo prohibido.
***
Fin del mundo

Hay un llanto en el mundo
como si el santo Dios hubiera muerto
y la sombra de plomo que cae
oprime con peso de sepulcro.

Ven, vamos a ocultarnos más cerca...
La vida está en todos los corazones
Como en féretros.

Oye, besémonos intensamente.
Una nostalgia llama al mundo
en el que debemos morir.
***

Soñar con la hora que no es
Con un cielo exclusivo que no se parta en dos
Atestiguar tu lengua tan semejante a ti
Y tan lejana a la tierra donde andas errante tras tu propio dolor.

No es humilde tu lecho.
Jerusalén está a tu lado y tu boca la niega
Reclamando otras distancias
Mientras entonas baladas hebreas.

Pero el poema traiciona.
No eres increíble y ahora estás en ti
Pactando despedidas con los versos
Menos vivos que tú y más soberbios
Como el largo lamento,
Como el largo lamento de los huérfanos.
***

1 comentario:

Gabriela dijo...

Que sutiles imágenes,cuanto azul!
Como un legero velo doloroso...

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char