miércoles, 18 de agosto de 2010

Ser cuerpo era un festejo

RAFAEL PATIÑO
(Colombia, 1947)


LAMENTO DEL VAMPIRO

Nadie viene a beber
De mi cuello esta noche
Lecho adentro de todas las obsesiones
El amor vuela en fragmentos
¡Cuánto te añoro!
Esclusas incendiadas eran nuestra historia
Ahora soy las aldeas desoladas
Me recuesto en los paisajes
Y los médanos del alma
Duermen entre palmas de cera
El alma repleta de llaves y sellos
Sus párpados se afilan en la noche
Mientras la luna prosigue su cantiga
Viento feraz donde germina
La flor de eternidad
la runa donde el viento gime a solas.
***
Entonces hablaré...

Sobrepasando las marcas del silencio
Hablaré igual que antaño.
Con mi azagaya cortaré
La panza de la noche
Para que las estrellas hagan recomenzar
Mi escalofrío con su letra.

Tomados de alejandro-schmidt.blogspot.com/
***
Ser cuerpo era un festejo


Ser cuerpo era un festejo,
Gajos de luz abrían heridas en el ojo ebrio,
Yo te decía ven y el cristal
Retrataba tus uñas en mi carne.
Un mástil erguido en mi cuerpo se mecía en tu
centro
Y mascullábamos al amanecer nombres
equívocos
Bella jeta alzada grupa fruto reverberante
Anillándose en el dedo
Axila donde insulé el olfato de fauno
Universo incendiado entre una leche de lujuria
Abyecto y delicioso empalamiento del amor.
***
Zona salvaje

Habituados a pasar de estepa a aurora boreal
de sextante a brújula
los bordes dentados de la locura
sometían a su engranaje de hueso pulido
un agua dura venida de la noche
donde
unos dedos afilan los sonoros alfileres de una voz
que esparce un rock de relámpagos

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char