miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mi sombra en la pared no me deja

Créd.: clarin.com
Algo más de ALBERTO MUÑOZ

(Buenos Aires, Argentina, 1951)


Amanda Desdesiempre

Asomé el cuello por la ventana del tren para
impregnarme de todo lo que habla de viajes.
Boulogne gira como una nutria congelada de
nocturnos, la llovizna entibia su cuna de plumas
sin aire.

No más que seis vagones atravesando la noche,
en cada uno de ellos viaja un fantasma, una criatura
sola, cada cual con su valija y su cuerpo fuera y
dentro de ella. Los que aman la poesía, los que la
reprimen, los que andan entre socorro y socorro,
los que se vienen de si hasta el lugar de sus
nombres.

Boulogne arde como la gasa de un soldado desertor,
apenas el débil furor momentáneo de las ruedas, la
mano escondida en ese cielo accidental, se muestran
como mudos sordos de la guerra, la guerra distinta,

la del perro paseando al anciano y la mujer descompuesta
en la roca sin océano, la noche imaginaria de Boulogne
no tiene océano, ni velas, ni barca, ni muelle, ni trenes,
ni noche, es el todo en un ojo que encandila hacia
adentro, donde no caben los rieles, ni las marchas
en este ocho de marzo de mil novecientos setenta
y cinco.

Tristeza de trenes, negrura ancha de las máquinas
en desuso que tanto tienen de vapor y sereno.

Comovengas.

Comovengas, fusta del tiempo sin caballo ni jinete,
paso a paso debajo del candil con entreporos en tus
dos manos, y del silencio, nada.

Amanda Desdesiempre, me es intolerable tu
perfume semidios, tu seno extraído de los
gritos del ahorcado, y la playa blanca asomada
en tu cabello.

Han pasado muchos años y muchos años me vuelven,
nada queda que sea mío, y con tanto viento en
las ruedas de la noche, con tanto espejo repartido
por la barba, te siento sobre mis huesos azules
y te reparto en llanto, en una copa de Ovidio,
en una manta de alondras.

Las ventanillas del tren me sorprenden con sus
escenarios diminutos, en cada vidrio un paisaje
y algún veneno emigrando.

Las posiciones del cuerpo me recuerdan el ajedrez
del otoño, los vacíos, el matrimonio de los ojos
cuando pronuncio tu nombre. Boulogne arde como
un tesoro en los talones del explorador, el
buscador de entrañas, el catador de espantos...
Amanda Desdesiempre.

De Floresta Poemas (1979, Ediciones CICLO 3)
***
LA LUCHA ERA LIBRE Y PARA TODOS


¡Difícil a los hombres es entrar
en contienda con los más poderosos!
Píndaro, Nemea X. A Teeo de Argos, vencedor en la lucha.

La filosofía llamaba mi atención pero más mi padre
que era luchador.

Los días de lluvia no entrenábamos.

El entrenador era jorobado como Kierkegaard y en su voz
recaía la fuerza del pasado.
En el vapor las duchas lo vi una vez besándose con el
dueño del bufete.

La lucha era libre y para todos.

Había que tener un cuerpo un carnet de adversario y
en el mejor de los casos, una vida completamente distinta.

De Lucha libre
***
Carrera de bicicletas


Pedaleo y pienso en lo nuestro
Pasó uno

Pudimos ser un poco más felices
Pasó otro

Me pregunto cuántas veces
me has sido infiel
Dos más rápido que yo

Si hubieras hecho algo con tu alma
Y otro
por mi cuerpo
Uno más

Mi sombra en la pared no me deja
vivir

Pedaleo y pienso
qué harás con mi medalla

De El levantador de pesas and other poems (Ediciones en Danza)
***
BALADA DE LA CÁRCEL DE WILDE



Soy Oscar, preso en Wilde. Tengo una flor en el ojal un girasol.
Me pinto la boca con un trueno.
Ayer me dijeron que voy a morir de todo lo que ama.

A veces, cuando se apagan las luces de la cárcel, me quedo con los ojos abiertos y vienen a pedirme que los cierre, que el mundo no puede dormir cuando tengo los ojos abiertos.

De Camiones (Ediciones en Danza)

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char