jueves, 11 de febrero de 2010
Dormir es un oficio inseguro
BRUNO DI BENEDETTO
(Avellaneda, provincia de Buenos Aires, 1955.
Desde 1979 reside en Puerto Madryn, Chubut)
36
nada en los espejos
al apoyar la frente
publica dos pliegos simétricos
un test de roscharch
a todo color
la luz ya no sabe
cuál es la mitad
en la que se miente más.
14
nada entre muchos
la suma de las miradas
no ilumina lo que no se ve
lo devora
cada ojo con su tajada
a una cueva en el coral.
En ese cartílago traslúcido,
en su sombra indecisa
en lo que queda
nada.
***
13
nada en la belleza
la ambición de la medusa
es ser agua voraz
ondula
un escalón por debajo
de la transparencia
Lo que cautiva al ojo
no es lo transparente
sino la promesa del veneno
que sisea
en lo que no se deja ver.
De Nada, inédito
***
Oscuramente animal acecho
los pasos del poema
palabras
algo que crezca ahí
aunque duela.
La fiebre me pide ventanas abiertas
un desembarco de sol
en las pupilas:
es que a la larga uno tiene miedo
y sabe
que la noche empieza por los ojos
que no se abren a tiempo.
***
Una absurda báscula de medir qué
la mirada
tic tac
éste es el mundo
éste es el mundo
éste es el mundo
¿y el deslímite del paisaje?
¿Y ese tajo más allá de las hojas secas?
¿y esa rajadura en el aire?
si la mirada no es una pregunta
si la pregunta no es constante
el ojo cae.
De Dormir es un oficio inseguro, 2003
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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