miércoles, 12 de mayo de 2010

Entre el miedo y el miedo


Algunos pocos poemas de
SILVIA CAMEROTTO
(Buenos Aires, Argentina, 1959)


dos personas sentadas enfrente
comen y leen el diario

cualquier recurso
es desamparo

***
Pobre es la hora

Caer sobre el mismo escenario:
algunos libros, un par de discos,
otras iniciales en el juego de gemelos.
Costumbres de derecho y uso.

Afuera, gente que camina hasta el mercado chino.
Nada más, gente que camina.

Después actuar debajo de las sábanas,
quitarse la ropa hasta la irrupción
de la Romania fragmentada.
Único conocimiento de la suprema realidad.


Inédito
***

intentaste un movimiento
que te salvara del horror que se construye
cuando no hay diferencia
entre el miedo y el miedo

en medio de la destrucción
eso que aún no tiene nombre
te deja sentada a esta misma mesa
diciendo las palabras que no querés oír.
***

alguien ordena mis pasos
yo obedezco apartándome como quien contempla
a la otra que fui

archivos de deseos
que no detendrán la muerte

en la nana idiota de la infancia
huesos del holocausto
el propio

lo sabido desgarra
la marca de mis pasos

la otra que soy.
***
los tiranos olvidan

cerca de la ferretería del barrio
en una calle muerta
reuniste en el balcón tres de los siete axiomas
y la ropa de ella
dormiste en una cama levantada con tacos de madera
compraste flores
pagaste el diezmo
dijiste lo que corresponde según las circunstancias
bajo el arco de una parábola
hábilmente
calculaste el espacio perfecto
reductio ad absurdum te sentaste a escribir algunas líneas
sobre un lugar que fue bello como lo era en otro tiempo
y, también escribiste: enchastre, traición, perseverancia
deliberadamente o no
el punto hacia el que caen todas las cosas


Inédito
**
Foto tomada del blog tallermacedonifernandez.blogspot.com

2 comentarios:

Valeria Cervero dijo...

Bellos poemas los de Camerotto. Gracias.

Irene Gruss dijo...

Así es. Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char