martes, 8 de febrero de 2011

La blanca brasa ardiente del fuego

Otro poema de EZRA POUND
(Hailey, Idaho, EE.UU., 1885-Venecia, Italia, 1972)



En tiempos de la vejez



Cuando sea viejo
no te apartaré de mí,
fríamente, amiga del alma,
ni tampoco me entristeceré
al recordar la apariencia
del descuidado y loco corazón
que el viento arrebató,
cuando sea viejo.

Cuando sea viejo
y la blanca brasa ardiente del fuego milagroso
al mundo parezca frío,
el deseo de mi alma que te supo entonces
cuando la vida toda es una lluvia,
la lluvia de los años; será esa hora
la que abra una flor para nosotros,
que nos abarque por entero, cuando seamos viejos.

Cuando sea viejo
si tú recuerdas
algún amor, conserva entonces
el fuego del hogar hasta el diciembre de la vida,
que la alegría de añejos y dulces cálices
sea la que te haga descubrir que:
«pocos milagros hay menos dulces
que el amor que te tengo
cuando soy viejo».

de Lume Spento, 1908
Versión © Silvia Camerotto
**
In Tempore Senectutis

Wen I am old
I will not have you look apart
From me, into the cold,
Friend of my heart,
Nor be sad in your remembrance
Of the careless, mad-heart semblance
That the wind hath blown away
When I am old.


When I am old
And the white hot wonder-fire
Unto the world seem cold
My soul's desire
Know you then that all life's shower,
The rain of the years, that hour
Shall make blow for us one flower,
Including all, when we are old.

When I am old
If you remember
Any love save what is then
Hearth light unto life's December
Be your joy of past sweet chalices
To know then naught but this
"How many wonders are less sweet
Than love I bear to thee
When I am old."
***
Tomado del blog de sibilas y de pitias

2 comentarios:

sibila dijo...

ay, señora, usted me honra.

Irene Gruss dijo...

Honra mutua, señora; honra con par, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char