Algo más de GRACIELA CROS
(Carlos Casares, Buenos Aires, 1945- reside en San Carlos de Bariloche, Chubut, Argentina, desde hace 36 años)
A LA NOCHECITA
A la nochecita me pongo a cocinar una feijoada
para Mansilla que viene del desierto
buscando un porqué.
Alguien le dijo que la sé hacer.
Que aprendí en Itabira do Mato, Minas Gerais,
la ciudad donde nació Carlos Drummond de Andrade
y adonde todos saben nunca fui
pero sueño ir.
Con jugo de maracujá, leche condensada
y vodka
hice una jarra de capeta bahiana,
bebida del demonio,
y por si hace falta pasar a la caipirinha
dejé a mano una cachaça envelhecida
del valle de Paraiba que promete.
Un rato antes piqué unos ajos barrigones
en la tabla y un par de cebollas.
Lloré un poco aprovechando la ocasión.
Me sentí feliz de estar tan triste.
El cuchillo no tenía filo y lo pasé por la piedra
como si supiera.
Hice igual con la feijoada:
anoche dejé los porotos negros en remojo,
la carne temperada con diversos aromas,
y ahora
mientras pongo el arroz,
espero a la visita,
confío en la inspiración.
***
TEMPORADA DE PÉRDIDAS
El jardinero me avisa que
en la canilla del jardín
hay una rotura
y corre un chorro de agua desde hace días,
que a fin de mes
me va a llegar una factura de locos.
Le agradezco y le cuento que también
pierde
el depósito del baño
y que el tanque intermediario no funciona
y hay un goteo continuo en la conexión,
que, sin duda, cuando vean el medidor
los de la junta vecinal que provee el agua
me van a arrancar la cabeza.
Por mantener la conversación
en un estado cordial
le digo sin pensar:
es mi temporada de pérdidas
y después me doy cuenta de lo dicho
pero de la muerte llevándote, nada,
nada puedo decir.
**
(De Mansilla, Ediciones en Danza, 2010)
Foto tomada de Ediciones en Danza
**
Para leer más poemas de Graciela Cros, aquí
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
1 comentario:
¡che, qué lindos poemas!
qué lindos, J.
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