AMANDA BERENGUER
(Montevideo, Uruguay, 1924-2010)
Comunicaciones
Urge el pensamiento conectando
¿se siente? ¿alguien entre líneas?
¿errata? ¿paréntesis? ¿qué signo?
¿escuchan?
(La claridad del lenguaje
tiene apenas
la intensidad ambigua del poniente)
Estamos aquí, lanzados a la noche
terrestre, apretujados,
aquí, en la noche terrestre, aquí
en la noche terrestre.
De nuevo el hilo
el cable roto, el deslumbrante
cortocircuito.
¿No oyen? ¿No se oye?
Palabras mías, insensatas,
hechas de furor y de locura,
cuantiosa tesitura negra
a borbotones desbordándose
hacia dentro, hacia
el fondo
interpolado de rígidas luciérnagas.
Tiembla y destella, hace señales,
todas son huellas de la eternidad,
enumeradas y prolijas,
cuernos de caza, al mundo
aullidos de perros, está el desierto,
toques de peligro, inútilmente,
pasos cambiados, ¿dónde?
campanas para niebla, una piel fosforescente,
pedidos de auxilio, y envenenada,
sirenas de patrulleros, llamando,
gritos de alarma, solo, solo, solo,
bocinas de ambulancias, se hace tarde,
quiero saber si se hace tarde.
Un código de emergencia,
un vaso de agua, un hueso
para la inteligencia,
un alfabeto de clave radiactiva,
o telepática, o nuclear,
o una sustancia de amor
para esta extrema ubicación,
25 de abril de 1963, otoño,
en mi casa, hemisferio austral,
aparentemente a la deriva.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
No hay comentarios:
Publicar un comentario