In memoriam HORACIO CASTILLO
(Ensenada, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1934.
Residía en La Plata, Buenos Aires-2010)
Entrevista
Por Martha Vargas
Comencemos por el principio, ¿por qué escribe poesía?
Mi primera inclinación fue la pintura, pero la soledad de la adolescencia me hizo buscar un interlocutor abstracto: así nació la poesía.
¿De qué habla en su último libro de poemas?
Mi último libro de poemas se titula Cendra, (apareció en el año 2000) y la palabra, que está en el diccionario, alude a una pasta de hueso y ceniza que se usa para limpiar el oro y la plata. Ahora estoy trabajando en otro cuyo título es Música de la Víctima.
¿El mundo está lleno de fantasmas poéticos?
El mundo está lleno de realidad. ¿ No le parece suficiente?
¿Para usted la poesía es un viaje interior?
Es un viaje interior pero también exterior. No se olvide que hay mundo. Eso sí, un viaje que, paradójicamente, anula el movimiento.
¿En su caso se trata de un viaje hacia el ámbito materno al volver sus ojos a la cultura griega?
Mi poesía no está orientada a lo griego. Desde luego, como herederos de semejante cultura participamos de ella, pero no en mayor cantidad que otros elementos de la tradición occidental.
¿Su poesía es un trabajo de filigrana que intenta incorporarse al diseño estilizado del arte griego?
Mi poesía se integra a esa tradición y procura, en la medida de sus posibilidades, renovarla, reinterpretarla, enriquecerla.
¿Cómo surge ese enamoramiento?
Mi interés por Grecia surge en la juventud, al descubrir a Hölderlin. Después me interesé en la lengua moderna y en la poesía moderna de Grecia, traté de acercar al lector notables poetas como Kafavis, Severis, Ritsos, Elytis, Vretakos, etcétera.
¿Cree como Heidegger, en la "fundación del ser por la palabra, es decir, en el perfecto instrumento de revelación de las voces, de los signos, de los códigos"?
Trato de no inmiscuirme teóricamente en la poesía, y creo que se ha abusado de Heidegger, hasta degenerar en una suerte de misticismo. El arte es metafísica pura.
¿Qué hay de su propia biografía en su literatura?
En mi estudio sobre Alberto Girri cito una frase de Alain Bosquet, que hago mía: "El poeta es el poema".
¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?, ¿cree que influyeron?
Mis primeras lecturas poéticas fueron adecuadas a mis necesidades espirituales, azarosas, hasta que encontré primero a Darío y después a Ricardo Molinari. Ahí empezó mi conciencia de la poesía.
¿El gusto de los jóvenes por el minimalismo norteamericano es un signo de los tiempos?
Todo es cuestión de perspectiva. Hay para todos los gustos, y el signo de estos tiempos está en lo interno, no en lo externo.
¿Escribe en cuadernos, en hojas sueltas, en servilletas de papel, en los cafés neblinosos, o tranquilamente frente a su computadora?
Escribo en hojas tamaño oficio, en forma manuscrita. Luego paso todo a máquina.
¿Es posible encontrarlo en las librerías, en actitud investigativa, tal vez descubriendo el talento de algún escritor novel?
Muy rara vez. Pero estoy en contacto con los libros, las ideas y los jóvenes. Por ahora espero que los jóvenes me descubran a mí. Como lo digo en un poema de Cendra, me considero sólo un servidor de la Belleza. Y me consuela encontrar a teóricos como Gadamer que dicen: "Para el alma desterrada a la pesadez terrenal, que ha perdido sus alas, existe una experiencia por la cual se vuelve a crear el plumaje y a levantar vuelo: la Belleza."
Tomada de El Muro
***
Excavaciones
Hasta aquí llegó la vida, dices, y tu dedo toca el muro.
Hasta aquí llegó la muerte, dices, y señalas el dintel.
Pero si pones el pie donde estaba el umbral,
si te acercas con la rama de albahaca y un gallo en los brazos,
las sombras vendrán rápidamente a tu encuentro.
Pero si te sientas donde estuvo el umbral,
si cantas con el gallo –con el gallo de la memoria–
todavía puedes recordar, privilegio de los vivos,
todavía puedes olvidar, privilegio de los muertos.
Hasta aquí llegó la vida, dices, y señalas el dintel.
Y ya no sabes si estás del lado de la sombra o del lado de la luz.
Alguien viene a beber sol: extiendes la mano.
Alguien viene a beber sombra: extiendes la mano.
Y cuando el desconocido te pregunta quién eres, no sabes contestar,
cuando le preguntas quién es, no puede contestar.
Canta –pides– pero él no cantará.
Sueña –responde– y tú no entenderás.
Hasta aquí llegó la vida, dices, y tu dedo toca el muro.
Hasta aquí llegó la muerte, dices, y señalas el dintel.
Y cercas la zona con una cuerda de sol, la cercas con fuego.
¿Qué buscas en la zona de sombra? El perro se ahogó,
las gallinas se ahogaron, se ahogaron los gatos y los dioses.
¿Quién te busca en la zona de sombra? El pasto creció,
creció el viento que viene del olvido.
El aire tragó las tímidas palomas.
Y aquellos esbeltos caballos lustrosos.
Recuerda: lo que ahora no recuerdes nunca volverá.
Olvida: lo que ahora no olvides nunca lo olvidarás.
Y pasas de la zona de sombra a la zona de sol.
¿Qué buscas en la zona de sol? No sabes qué buscas,
mirando las ropas tendidas detrás del tiempo,
subiendo escalinatas que sólo llevan al vacío,
abriendo y cerrando puertas que no existen.
Hasta aquí llegó la vida, dices, y tu dedo toca el muro.
Hasta aquí llegó la muerte, dices, y señalas el dintel.
Y sentándote nuevamente donde estuvo el umbral
cierras los brazos, encoges las piernas, te duermes
en la gran matriz del llanto, si todo no fue un sueño.
***
Croar del alma
Cuando mi alma, como una rana, salte a la nada,
la oirán croar, croar toda la noche,
croar arriba y abajo, al este y al oeste,
hasta que el ojo monótono de la luna llore en los pantanos,
hasta que cese el espanto y empiece la eternidad.
***
Anquises sobre los hombros
Todos llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
Débiles aún, su peso nos impide la marcha,
Pero luego se vuelve cada vez más liviano,
Hasta que un día deja de sentirse
y advertimos que ha muerto.
Entonces lo abandonamos para siempre
En un recodo del camino
y trepamos a los hombros de nuestro hijo.
**
Foto tomada del blog animales en masa
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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